Zuriñe Ortiz de la Tierro
Lavadora sovietica Aurika 70/ www.cubahora.cu |
En la Cuba real y profunda del interior, sorprenden hombres de
costumbres extraordinarias como la de meter una mano dentro de la
lavadora, a toda marcha. «Tres sesiones diarias de Aurika 70», le
prescribió el médico para recuperar la muñeca izquierda al dueño de una
hostería en Viñales. La lavadora-secadora soviética que el Estado había
entregado a cientos de miles de cubanos es singularmente provechosa. No
solo por sus virtudes como bañera de hidroterapia: la secadora se
convierte en un ventilador de potencia ciclónica. El hospedero en
cuestión había mejorado las aspas del motor, con el inconveniente de que
el soporte no era lo suficientemente grande y el aparato se paseaba por
toda la casa hasta que el cable no daba más de sí.
«Los cubanos son grandes inventores pero pésimos mantenedores. Su
perfeccionismo y sobre todo su constancia suelen restringirse al cuidado
del vehículo propio, cuando lo tienen», ilustra el periodista cántabro
Fernando García del Río en un libro de viajes por una isla a la deriva,
en las postrimerías de un régimen anacrónico. García del Río estuvo
informando cuatro años (2007-2011), a pie de obra, sobre construcciones
donde había más vigilantes que albañiles; del descuartizamiento en
tiempo récord, a manos de unos campesinos, de una vaca atropellada en
una autovía; del consumo de unos chavales que compran móviles -sin
tarjeta, ni línea- solo por fardar; de la reforma laboral; del
partido... Demasiado transparente, demasiado incómodo. El régimen lo
terminó expulsando. Ya se lo dijo un diplomático occidental acreditado
en La Habana: «Si tú eres alguien en este país y estás a bien con el
régimen, ya puedes tirar a quien quieras por la ventana que enseguida te
lo arreglan. Ahora bien, como andes en problemas con el Gobierno, puede
que ya no te perdonen ni que te saltes un semáforo en verde».
Excorresponsal de ‘La Vanguardia’ también en Bruselas, hoy no
escribirá sobre la histórica visita de la jefa de la diplomacia europea,
Federica Mogherini, a la isla. La primera vez en la historia. Tampoco
sobre la asistencia de Raúl Castro a la Cumbre de las Américas, en
abril, donde tal vez se dé un apretón de manos con Obama en pleno
deshielo de las relaciones. Pero se ha sacado la espina publicando ‘La
isla de los ingenios’: «A Cuba le ha salvado el ingenio de su gente».
A la caza del artilugio
En su viaje iniciático por las profundidades del país se topó con el
sorprendente hostelero de Viñales, que también había convertido la
cubeta de la secadora Aurika en maceta y en cenicero el pistón de un
coche acoplado a un trípode de atril para partituras. «Allí no se
fabrica nada y se hace de todo. A todo le ven una utilidad. Es clave
para la supervivencia». Robar al Estado no es más que «cambiar de lugar»
un bien de todos y la vieja televisión Krim, también soviética, una
magnífica oportunidad de disfrutar de aire acondicionado en casa, con la
inestimable ayuda del ventilador de la Aurika. Los cubanos colocan un
bloque de hielo entre las aspas de la secadora y lo que había sido la
pantalla del televisor, que ha sido sustituida por una rejilla con
láminas de madera o plástico para orientar el frío.
La ‘hélice’ de la Aurika también se convierte en trituradora de
tomate, y las jarras eléctricas distribuidas por el Gobierno para
caldear pequeñas cantidades de agua o leche, en calentadores para la
ducha. «Las instalaciones eran dignas de ver. La jarra aparecía
conectada al enchufe más cercano y acoplada al último tramo de la
tubería. El agua fría que entraba en el recipiente se mezclaba con la
que hervía dentro del cazo para, antes de llegar a la pera, volver a
salir del tubo lo bastante templadita. Entre ducharse en frío y
arriesgarse a la electrocución, miles de isleños preferían lo segundo
con tal de ahorrarse la ‘tembladera’ de cada mañana».
Los inventos terminaron convirtiéndose en tema de debate nacional
porque allí la luz la paga el Estado, que a su vez le compra el petróleo
a Venezuela. A precio de chollo, pero la cuenta subió tanto con lo que
chupaban las atómicas Aurikas y sus múltiples vidas que el Gobierno
lanzó una campaña a la caza y captura de todo artilugio no autorizado.
«Nunca supe, ni me consta que nadie supiera, hasta qué punto se llegó a
poner en práctica. Lo que estaba claro es que el régimen se veía
impotente para combatir los elevados índices de disidencia energética».
Otro invento que ha traído de cabeza a las autoridades es el popular
‘rikimbili’, bicicletas enriquecidas con el pequeño motor sustraído a
las fumigadoras, imprescindibles para combatir las plagas de mosquitos.
El mundo se pregunta estos días de intensas negociaciones
diplomáticas si este país, donde las parabólicas se fabrican con
sartenes y a un periodista en busca de un piano le ofrecen una guitarra o
una adolescente en matrimonio, será capaz de reconstruirse con
cimientos de verdad. «En Cuba no te creas nada de lo que oigas y casi
nada de lo que veas», le recomendaron nada más llegar a García del Río.
El primer camarero que conoció en un hotel resultó ser un ingeniero
agrónomo, luego se topó con pescateros que se mueven con sospechosas
maletas, una porquero que despiezaba a sus cerdos en casa de sus
compradores, una bailarina retirada que regentaba un gimnasio ilegal...
Los 21 bebés de Vitalina
Allá todo es relativo hasta que te cruzas con personajes como
Vitalina Garrido, 99 años, 21 hijos, 9 muertos de bebés. Salvo el
primero, a todos los alumbró a solas. Ella cortaba el cordón umbilical y
al día siguiente volvía al campo a trabajar. El reportero se la
encontró en su casa de Guanacón, dale que te pego al pedal de la máquina
de coser.
- Crié a todos mis hijos arrancando hierbas silvestres y plantando
malanga, yuca, guineo (plátano), frijol, tomate y ají. En el tiempo que
mi esposo empleaba para sembrar cien malangas, yo plantaba doscientas.
La entrevista acabó en fiesta nocturna con Vitalina bailando boleros.
Zoilo Lovaina, barquero en el río Toa, es otro ejemplar de
resistencia. «Tenía ochenta tacos, veinticinco hijos y estaba con cuatro
mujeres: su esposa, de 45 años, y tres novias de entre 30 y 50, según
me confesó sin rubor y con su sonrisa plácida y algo traviesa».
En ‘La isla de los ingenios’ conviven también otro tipo de
personajes, como la prodigiosa vaca ‘Ubre blanca’, cruce entre un
semental de la raza Holstein y una cebú africana. «En un solo día llegó a
dar 109,5 litros de leche: cuatro veces la media. Fidel Castro
convirtió el ejemplar en objeto de culto y propaganda sobre las técnicas
nacionales de producción agropecuaria. Los mandatarios que visitaban al
líder también iban a ver a la vaca, que llegó a protagonizar una sesión
pública de ordeño con 26 periodistas extranjeros invitados».
Los de arriba y los de abajo inventan para sobrevivir, para camuflar
el fracaso cubano. Fernando García del Río se pregunta estos días de
tenues aperturas si la cosa sigue igual «en una isla hasta hace poco
anclada en la historia, y ahora a punto de soltar amarras». La respuesta
se la ha dado un canal oficial de TV, Perlavisión: «Envió Fidel Castro
termo con 60 dosis de semen caprino a joven cienfueguero». El
beneficiado es Raulito, 13 años y una pasión en la vida: la crianza de
chivos. Aclaran en la crónica que «se conoció que el niño también
obtiene aceptables resultados académicos».
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