José Hugo Fernández
LA
HABANA, Cuba -Con un oficio insólito, el chancho de la foto (no el que
está encima de la puerca sino su dueño, que porta un palo en la mano
para azuzar al otro) es una especie de exitoso cuentapropista. Va por
las calles de Punta Brava, en el habanero municipio de La Lisa, halando
por la cadena a su semental, mientras anuncia a voces “alquilo verraco a
domicilio”. Todo el que posea una hembra en celo, no tiene más que
hacerlo entrar en su chiquero. Y si está muy apurado, como parece ser el
caso de la foto, pues, concierta el coito en plena vía pública.
A fin de cuenta, espectáculos más grotescos, pero mucho menos
graciosos, son producidos a diario por nuestra frenopatía en masa. En
una ciudad donde un artista está preso por pretender pasearse con dos
pulcros puercos por el Parque Central, sería el colmo de la mojigatería
ponerse escrupuloso ante la cópula pública de dos sucios puercos, aunque
no por sucios más puercos que los otros dos.
Napoleón, “un verraco grande de aspecto feroz”, con todo y ser tan
despiadado dictador -según la descripción de George Orwell en “Rebelión
en la granja”-, no habría desaprobado que sus iguales copularan en las
calles. Pero, además, como verraco astuto, tampoco habría cometido la
torpeza de prohibir que alguien bautizara a sus propios puercos con los
nombres que más gusto le dé, máxime cuando se trata de apelativos tan
corrientes en el gentilicio, como Raúl o Fidel.
Por su lado, el puerco de la piara de Epicuro, poeta y holgazán,
según Augusto Monterroso, lejos de escandalizarse, se habría divertido
de lo lindo con la historia del puntabravense verraco a domicilio. Y
aunque, oportunista por naturaleza (igual que tantos entre nosotros), no
se hubiese atrevido a denunciar el abuso contra el artista que bautizó a
sus puercos con nombres corrientes, sí es posible que se
mostraría inapetente al ver a menesterosos ancianos escarbando en los
contenedores de basura para acopiar cuanto sospechosa inmundicia les
caiga a mano con el fin de destinarlas a la alimentación de los puercos,
lo cual equivale a decir la alimentación de la gente por carambola.
Incluso Babe, el tierno y simpático cerdito de Dick King-Smith,
aficionado a pasearse libremente por la ciudad, se habría asustado
temiendo por el destino de los dos inocentes puercos a los que en mala
hora nombraron Raúl y Fidel. Pero dudo que pudiera ocasionarle escándalo
la cópula de Punta Brava. Al contrario, lo ilustraría sobre el modo en
que las cigüeñas de París traen a sus congéneres.
En fin que no hay por qué hacer ascos con las cosas propias de un
país en revolución, donde, según el Che Guevara, lo extraordinario se
convierte en cotidiano.
----------------------
Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en las siguientes direcciones: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0 y www.plazacontemporaneos.com Su blog en: http://elvagonamarillo.blogspot.com.es/
No hay comentarios:
Publicar un comentario