una via para incrementar la cadena de valor de la actividad comercial, seria la importacion directa por parte de la pequena y mediana propiedad de los insumos logisticos, pero esta opcion queda cerrada en el esquema estatal neocastrista, que se reserva el monopolio del comercio exterior. luego las ayudas directas prometidas por la administracion norteamericana y el saladrigas' group a los pequenos propietarios queda colapsada ipso facto. sin embargo, mediante los grupos familiares se establecen canales logisticos que amplian las fuentes de recursos que tradicionalmente emanaron de la corrupcion y el robo al estado. pero esto es supervivencia permitida, no desarrollo de expansivo de la actividad comercial donde se satisfacen las demandas de consumidores como factor de estimulacion economica. el regimen cubano apuesta por una reforma economica que tecnicamente puede ser calificada como un keynesianismo neocastrista.
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Elías Amor Bravo, economista
Uno de los problemas fundamentales que existe en la economía castrista es la baja calidad y el deficiente funcionamiento
de las estructuras comerciales del país. No existen ni cadenas de
valor, ni estructuras de distribución logística, ni mucho menos, tiendas
especializadas que den servicios de proximidad a los clientes en
condiciones similares a las de otros países. Al parecer quieren dar
solución al problema con esa llave mágica llamada “Lineamientos” que en
el número 308, apuesta por la “introducción de las formas no estatales
de gestión en el comercio, en lo fundamental en los servicios
gastronómicos, personales y técnicos de uso doméstico”.
Al final, se trata de eufemismos para no querer nombrar las cosas como son. Las “formas no estatales” pertenecen al ámbito de la gestión privada y dirección empresarial autónoma. Están más cerca del modelo de empresa privada
que existe en todos los países en los que el modelo estalinista se ha
abandonado o no se ha llevado a la práctica. En Cuba no queda más
remedio que ponerse las pilas. Por otra parte, que la empresa privada
solo opere en el ámbito de la gastronomía, servicios personales y
técnicos, es poner un parche que no resuelve el problema. Una economía
no es una pecera en la que los peces comen cuando el dueño les echa la
comida. En una economía, la libertad es esencial para que los agentes
puedan adoptar decisiones racionales en base a los precios, gustos y
nivel de renta. Mientras en Cuba, eso no sea posible, nada cambiará.
Dura e ingente es la tarea que tiene la ministra del comercio Mary Blanca Ortega,
si pretende ella que su estructura burocrática sea la que “prepare
desde el punto de vista de todas las políticas y las normas que
elaboramos nosotros y otros organismos, para de conjunto y a partir de
dicha base legal, poder implementar ese Lineamiento”. Esa confianza
ciega en el poder de la intervención estatal en los asuntos económicos,
en algo tan sencillo como comer en un restaurante o arreglar un reloj
estropeado, es uno de los múltiples ejemplos que explican por qué la
economía castrista nunca ha funcionado.
La
ministra dice, y cito textualmente, “que la aplicación de las nuevas
formas de gestión en el comercio es un proceso que se va a llevar a cabo
en todo el país durante aproximadamente dos años. Lo hemos previsto
entre el 2015 y el 2016, y si resulta necesario hasta un año después
porque estamos hablando de más de 10 000 unidades que tienen que
transferir su gestión”.
La privatización de la actividad comercial no
tiene tantas dificultades. De hecho, muchas de las nuevas formas de
gestión han funcionado al margen del régimen durante décadas ofreciendo
servicios a los ciudadanos que en otro ámbito, el estatal, era imposible
de conseguir. Cualquier dilación en este proceso de necesaria libertad
económica solo puede contribuir a que los cubanos sigan teniendo unos
servicios comerciales de muy baja calidad comparados con los de otros
países. Por ejemplo, si la ministra quiere de verdad elevar la calidad
de los servicios, que deje que las empresas lo hagan. Ellas saben mejor
que nadie lo que tienen que hacer para conseguir clientes satisfechos,
sin necesidad de que ningún poder coercitivo les indique cómo
funcionar. Por supuesto que existen unas normas que se deben establecer y
cumplir, como ocurre en cualquier país del mundo, pero la facilidad del
comercio para operar, en general, permite un rápido dinamismo de esta
actividad.
Otro
ejemplo, los niveles de competencia y cualificación. Sabe la ministra
que en muchas empresas existe una formación no formal que se obtiene día
a día con la práctica laboral. Esa es la que realmente vale para el
mercado, y la que aprecian los clientes como un elemento de diversificación y de mejora de la calidad.
De nada sirve en enredarse con normativas reguladoras del acceso a la
profesión, que lo único que conducen es a dilatar un proceso que puede
ser rápido. Tengo la sensación que una vez más, el régimen pretende que
sólo unos cuantos puedan acceder a la libertad de actividad que existen
en las empresas llamadas “formas no estatales”, en las que se puede
obtener mayores salarios y condiciones laborales mucho mejores que en
los aburridos empleos del sector presupuestado.
Otro
aspecto fundamental a tener en cuenta es que de nada sirve que los
restaurantes o las tiendas se pongan a vender comidas y productos a los
cubanos, si más arriba no existen redes de distribución logística que
aseguren un suministro continuado, de calidad y de precios
competitivos. El régimen castrista en sus orígenes identificó a los
“intermediarios” como el mal que se tenia que extinguir. Ahora quieren
recuperar la figura, al comprobar que el estado no es capaz de mejorar
la logística de distribución de los productos, sino que solo genera
escasez y desconfianza.
Y
para ello, se les ha ocurrido que las cooperativas de gastronomía
podrán acceder a convertirse en las distribuidoras mayoristas de sus
recursos: insumos o equipos para la prestación del servicio. Hay una
máxima en la economía que es fundamental: zapatero a tus zapatos. Si una
cooperativa, la que sea, gestiona una serie de restaurantes, lo que
tiene que hacer es centrarse en el negocio de servir comidas y almuerzos
de calidad. El espacio de la distribución debe dirigirse a otros que se
especialicen muy bien en que los insumos lleguen en tiempo y calidad a
sus destinatarios. El que mucho abarca, poco aprieta. Parece que el
régimen haya diseñado las medidas para que los proyectos lejos de tener
éxito, fracasen.
Y por supuesto, como centro de todo este nuevo sistema, aparece el estado.
Nada nuevo. El ministerio de comercio en Cuba es responsable de la
reparación de equipos electrodomésticos en una red de 600 talleres y sus
puntos asociados existente en el país. ¿En qué país del mundo, un
ministerio arregla zapatos, neveras obsoletas o cocinas de gas?
No
conformes con ello, han establecido que aquellos talleres que pasen a
las nuevas formas de gestión, es decir, que adopten la forma de gestión privada,
tendrán que seguir dependiendo del estado para los insumos que
utilicen. Aquí no existe espacio alguno para otros agentes. El control
es máximo. A la vista de esta experiencia, ¿posibles mejoras? Ninguna.
No
veo cambios sustanciales en estas medidas anunciadas por la ministra.
Más bien, esa permanente obsesión del régimen con las “ilegalidades,
irregularidades e indisciplinas” que quieren ver en cualquier proceso de
libertad y apertura económica. Mientras la economía cubana siga siendo
dirigida y controlada por el estado, será una economía castrista. Y ya sabemos lo que eso significa.
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