domingo, enero 11, 2015

RAÚL RIVERO: Metáfora de galera

Raul Rivero
"En movimiento espero"/ oleo sobre tela, 146x91cm/
Madrid – Están equivocados los rimbombantes aguafiestas que dentro y fuera de Cuba afirman que la oposición pacífica y los activistas de derechos humanos no han tenido ninguna participación en las negociaciones entre el régimen castrista y el gobierno de Barack Obama. Los cubanos que trabajan de frente a la dictadura todos los días aportaron a esa mesa de diálogos secretos una presencia capital: los presos políticos.
Es verdad que no se tuvo en cuenta la opinión de ninguno de los dirigentes de los grupos opositores, las Damas de Blanco, la incipiente sociedad civil o del exilio, pero en las conversaciones clandestinas sostenidas en Canadá entre los representantes de los dos gobiernos, los prisioneros regados por las 300 cárceles de Cuba fueron una cifra muda y antojadiza (53) que redondearía los acuerdos sobre el intercambio del subcontratista Alan Gross y los espías cubanos condenados en Estados Unidos.
Los nombres planos de los activistas de base hechos prisioneros en cualquier punto de San Antonio a Maisí comenzaron a aparecer después de las celebraciones por la firma del arreglo, poco a poco, como para que sus historias personales no empañaran el brillo de la gestión diplomática.
El documento suscrito por Obama y Raúl Castro muestra, en blanco y negro, el interés de uno por la liberación de un grupo de demócratas y la anuencia del otro a ceder a la petición como un buen veterano especializado en comerciar con la libertad de los ciudadanos que manda a encerrar porque no comparten sus ideas.
El asunto es que el socialismo tropical tiene una noción singular de la libertad. La mayoría de los prisioneros sacados de la cárcel en virtud del acuerdo salieron a la calle con el sello de liberados condicionales, otros con las llamadas licencias extrapenales y a un tercer grupo se les ha retenido toda su documentación, según la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), una organización a la que pertenecen 29 de los prisioneros enviados a sus casas.
Las autoridades, dice la denuncia, amenazaron con hacerlos volver a todos de regreso a prisión en caso de que realizaran actividades políticas.
Sí, es un desliz perverso de los cronistas sin agudeza y amargados que acuden a una prosa rebuscada para negar la impronta de la oposición en el proceso de acercamiento entre los dos países. Ahí están los presos políticos con las celdas de castigo, el hambre crónica y los sufrimientos en la experiencia de sus vidas.
Están en su papel secundario de la función, con su familia y sus amigos, bajo la vigilancia de la policía y con la certeza de que, como se dice en el lenguaje metafórico de la prisión, los carceleros les tienen guardadas sus cucharas.

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