365 días de fracasos, promesas incumplidas, perspectivas inexistentes
y planes vacíos. Nada más puede mostrar el así llamado
General/Presidente durante 2014. A pesar de los acuerdos con el
presidente Obama del 17 de diciembre de este año que finalizó.
Comenzó
2014 inaugurando el superpuerto de El Mariel, cuya noticia más
significativa fue que ese mismo día entró al puerto un buque procedente
de Estados Unidos cargado con contenedores de pollos congelados, a pesar
del “criminal bloqueo imperialista”. Aparte de eso, nada de importancia
en El Mariel durante doce meses.
También se llevó a cabo la
Cumbre de CELAC en La Habana, que si bien contribuyó a legitimar al
dictador de turno, y mostró a varios mandatarios latinoamericanos
corriendo a Punto Cero a besar la mano del Padrino enfermo, en el orden
práctico, más allá de retórica y protocolos, una CELAC sin rumbo ni
estrategias no sirvió para mucho más.
En marzo fue la Ley de
Inversión Extranjera, esa que “ahora sí” iba a resolver muchos
problemas, para lograr entre $2.000 y $2.500 millones anuales de
inversiones, lo que garantizaría un crecimiento anual de entre el 5 y el
7 por ciento del PIB, gracias a lo cual se podría avanzar hacia un
socialismo próspero y sustentable, que se expresaría en… bueno, como
siempre, en realidad nadie entiende ni sabe cómo sería ese socialismo
tan bello, sólido, próspero y sustentable.
Y los extranjeros “interesados” en invertir en Cuba, sobre todo en El Mariel, se perdieron dentro de las páginas de Granma y los vericuetos del Noticiero Nacional de Televisión, porque ninguno apareció por La Habana a concretar nada específico.
La
eliminación de la doble moneda y la unificación monetaria siguieron
quedando en lenguaje difuso y borroso, así como promesas abstractas para
un esotérico “día cero” que ningún cubano de a pie sabe cuando será, ni
mucho menos cual será la paridad del peso cubano (CUP) con el dólar
cuando se produzca. A manera de consuelo, parece que tampoco muchos
jerarcas del régimen tengan respuestas concretas a las dos
interrogantes.
El único logro agropecuario significativo del
régimen sería el aumento del marabú, porque de los productos
alimenticios no hay trazas en las mesas de los cubanos, a pesar de las
estadísticas triunfalistas que publica la prensa oficial sobre
agricultura y ganadería. No por gusto las cifras que hay que destinar a
la importación de alimentos aumentan cada año. Donde único hay algunos
resultados, nada espectaculares, es en agricultura urbana y suburbana, y
no por casualidad: en esas actividades laboran personas por su cuenta,
privados, y el Estado tiene pocas posibilidades de intervenir y
estorbar.
Del transporte, construcción de viviendas, vestuario,
calzado, salarios de los trabajadores, y precios de los productos, no
hay nada nuevo que decir, más allá de las frustraciones, fracasos y
falsas promesas de siempre. En ninguna circunstancia se resuelven las
necesidades de la población. Y si no puede decirse que todo se mantiene
igual que siempre, es porque en realidad cada vez todo está peor.
Los
médicos en el exterior siguen siendo importantísima fuente de ingresos
para La Habana, así como las remesas de cubanos que viven fuera del país
y el envío de productos para familiares y amigos en la Isla. Otra
fuente importante es la reventa del petróleo venezolano que no se
utiliza en Cuba. Es decir, una parte importante de la poca riqueza con
la que puede contar la nación no se produce en la Isla, y muchas cosas
siguen dependiendo de lo que pueda llegar del extranjero.
La
supuesta solución para todos estos males sigue siendo la de siempre: más
represión, golpizas, detenciones “express”, descalificaciones, prisión,
mítines de repudio, brigadas de respuesta rápida, desalojos (llamados
“extracciones”), denuncias, chantajes, y mucho más: todo lo que sea
necesario, sin límite de ningún tipo, para mantener el poder a toda
costa. El hundimiento de una embarcación de cubanos que pretendían
escapar del paraíso castrista —con un muerto—, y las detenciones para
impedir una “performance” de una cubana residente en EEUU en la Plaza de
la Revolución —represión que hasta The New York Times ha
criticado editorialmente—, ambos casos después del discurso de Raúl
Castro vestido de general el 17 de diciembre de 2014, hablan más
claramente sobre la naturaleza del régimen y sus proyectos que cualquier
ilusión de quienes pronostican que ya todo está resuelto o se resolverá
muy fácilmente. No está prohibido seguir soñando, pero el camino de las
ilusiones no conduce a nada cierto.
Internacionalmente, durante
2014 Raúl Castro tuvo que aliarse más estrechamente aun con algunos
gobernantes que forman parte de lo menos recomendable del planeta. Apoyó
abiertamente a Vladimir Putin en sus acciones y aspiraciones
imperialistas sobre Ucrania, y a Nicolás Maduro en su brutal represión
contra estudiantes y población que protestaban en las calles. Todo para
garantizar ayuda económica y suministros casi gratuitos de petróleo para
el régimen. Pero el precio del petróleo continuó descendiendo, el
gobierno de Venezuela cada vez se las ve más apretadas para subsistir, y
puede estar en peligro el suministro Caracas-Habana. Así que el utópico
y faraónico proyecto de Petrocaribe, concebido para financiar la
solidaridad al castrismo y al socialismo del siglo 21 a cambio de
petróleo barato, sigue perdiendo sentido en la medida que los precios
del hidrocarburo continúan a la baja, para regocijo de muchos
importadores de petróleo en todo el mundo. Por su parte, la devaluación
del rublo en Rusia, producto de las sanciones occidentales contra ese
país por sus acciones contra Ucrania, además de la caída de precios del
petróleo, dificulta al menos a corto plazo una eventual ayuda de Moscú a
La Habana. Por si fuera poco, se supo que la hija del presidente
angolano, nación donde murieron más de 2.500 cubanos para apuntalar un
régimen dictatorial y corrupto, es la mujer más rica del continente
africano, con aproximadamente $2.500 millones. Es decir, un millón de
dólares por cada cubano que murió en Angola en defensa de… ¿qué?
En
resumen, pocos resultados y muy malos, en todo el año, para la
camarilla gobernante en La Habana: la economía estancada y sin
perspectivas de solución, y lo peor del caso es que allí nadie sabe
concretamente lo qué se debe hacer ni cómo. El magro crecimiento del 1,3
% en 2014, si fuera cierto, sería ridículo comparado con muchos países
de la región, y mucho peor teniendo en cuenta las colosales necesidades
acumuladas en la economía cubana. Lo más entretenido y “sexy” que podía
prometer Raúl Castro era un discurso de José Ramón Machado Ventura,
segundo secretario de su decadente partido comunista.
Y en eso apareció Obama.
Después
de dieciocho meses de negociaciones secretas, el 17 de diciembre se
conoció, a la sombra del anuncio de intercambios de prisioneros, la
intención de ambos gobiernos de restablecer relaciones diplomáticas y
entrar en una nueva fase de vínculos entre Washington y La Habana,
interrumpidos y dañados por más de medio siglo.
El presidente
Obama no lo hizo para ayudar a Raúl Castro, naturalmente, sino para
afianzar lo que él considera intereses fundamentales de Estados Unidos.
Pero aun así, hubiera sido una buena oportunidad que debería aprovechar
Raúl Castro, si fuera capaz de saber aprovechar alguna oportunidad en su
condición de gobernante, lo que no ha conseguido demostrar hasta ahora.
Aunque
en La Habana los aquelarres oficiales hablan solamente de la liberación
de los tres “héroes antiterroristas” que quedaban en prisiones de
Estados Unidos —en realidad chapuceros espías de bajo rendimiento— y ni
siquiera han permitido que los cubanos de a pie conozcan el histórico
discurso del presidente Obama ese día, todos los gobiernos del mundo y
buena parte de eso tan abstracto que se conoce como “opinión pública”
saben que el presidente de Estados Unidos planteó al régimen una serie
de posibilidades para mejorar las condiciones de vida de los cubanos,
tanto políticas como materiales, que están en dependencia, en su casi
totalidad, de la actitud que adopte La Habana frente a esas
posibilidades de mejoras democráticas y económicas para sus ciudadanos.
En
otras palabras: que si se mantiene como hasta ahora la represión y la
pobreza extrema a que son sometidos los cubanos, no será fácil convencer
a muchos en el mundo de que las causas de esas carencias y sufrimientos
sean obra de un malvado imperialismo que ha expresado claramente que
quiere mejores relaciones con su vecino insular, y que está dispuesto a
ayudar en determinadas condiciones.
Como elementos aparentemente
colaterales, el régimen está comprometido, lo que no ha materializado
todavía, a la liberación de 53 prisioneros políticos que se encontraban
en las ergástulas castristas al momento del anuncio simultáneo de Raúl
Casto y Obama. Además, ya se ha conocido un informe, aún no
completamente público, donde el gobierno cubano aparentemente
“transparenta” sus finanzas, anunciando un superávit de $1.000 millones
de dólares para 2014, y una reserva de diez millones de dólares en
divisas. Curiosos superávit y reservas en un país con tantas carencias
importantes y urgentes, pero así lo informó el régimen. Ahora, no debe
haber dudas de ello, ni la liberación de presos políticos ni la
información por ahora “filtrada” sobre las finanzas del régimen han sido
producto de una inexistente buena voluntad de Raúl Castro, sino de
compromisos que surgieron por las conversaciones secretas
(excarcelaciones) o de imperativos de negocios, dada la desesperada
búsqueda de inversionistas extranjeros (“transparencia” financiera) por
parte del régimen.
Para la galería interna en Cuba, Raúl Castro
podrá seguir gritando que “ahora sí ganamos la guerra”, aunque nadie
sepa a ciencia cierta cuál es esa guerra. De seguro los ideólogos del
régimen ya están preparando consignas y “explicaciones” para justificar
fracasos, y falsas promesas que con absoluta seguridad continuarán si no
cambiara nada. De entrada, ya estarán preparándose para justificar
cualquier barbaridad o descalabro que se conozca, todo bajo el eterno
pretexto de que todavía no se ha levantado “el bloqueo”.
Sin
embargo, para los cubanos con acceso libre a la información, y para el
resto del mundo, las cosas serán vistas de diferente manera, y quedará
perfectamente claro, una vez más, quienes son los verdaderos y únicos
responsables de las dificultades que los cubanos han vivido en los
últimos cincuenta y seis años.
De manera que, aunque el general
sin batallas se crea que ahora sí va a ganar una guerra, en realidad no
parece haber mostrado demasiado interés en aprovechar las oportunidades
que se le abren a él, a su camarilla y a su régimen, para enrumbar los
destinos de Cuba por caminos mejores que los transitados hasta ahora.
Así
que, aun cuando piense que ha obtenido una victoria, en realidad está
frente a un nuevo fracaso, como ha sido toda su obra de gobierno en
2014: fracaso sobre fracaso. En este caso por omisión, por dejar de
hacer. Tal vez Raúl Castro, pensando que ganaría una gloriosa guerra,
intentó morder de una sola vez una aparentemente apetitosa carnada, sin
darse cuenta de que podría estarse comiendo un cordero terriblemente
envenenado.
Que así lo sientan y lo vivan el dictador y su
pandilla de fracasados, que al resto de los cubanos esos fracasos de la
camarilla nos deben preocupar tanto como a los tiranos les preocupa el
bienestar y el futuro de los cubanos.
Así que, además de celebrar
un fracaso más de la dictadura, digamos muy alto a todos los cubanos de
buena voluntad, dondequiera que estén: ¡Feliz Año Nuevo 2015!
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