martes, enero 13, 2015

Raúl Castro: del caballo a la chiva

Dr. Eugenio Yáñez
2014 era el año del caballo en el calendario chino, y 2015 el año de la cabra, que los cubanos llamamos comúnmente chiva. Aunque la llegada del año nuevo chino ocurre posteriormente, ya de hecho muchos occidentales consideramos que el mundo ha entrado en el año de la cabra, o de la chiva, como decimos los cubanos, de acuerdo al calendario chino.

De manera que puede decirse que Raúl Castro, al pasar del 2014 al 2015 como máximo gobernante cubano, ha saltado sin penas ni glorias del caballo a la chiva, que a los efectos de los resultados que ha logrado durante toda su gestión, y fundamentalmente en el 2014, igual hubiera podido saltar al mono, la serpiente o la liebre, también figuras de ese calendario chino, o hasta la tiñosa, la paloma o la jicotea, animales que no aparecen en ese calendario, así que tendría que conformarse con la charada cubana, donde sí aparecen. En definitiva, para los resultados obtenidos, da igual el caballo que la cabra, o la mosca o la hormiga.

De no haberse producido el 17 de diciembre los anuncios sobre intercambios de prisioneros y la intención de normalizar las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba (intención que ya muchos analistas de tercera categoría dan como un hecho consumado), 2014 hubiera sido tal vez el año más aburrido de la era de Raúl Castro, siempre matizado con la monotonía del “sin prisa pero sin pausa” en lo referente a la economía nacional y los supuestos “ajustes” que se estarían realizando, frasecita que en realidad pudiera traducirse como “sin mucha prisa pero con muchas pausas”.

Los supuestos ajustes para “perfeccionar el socialismo” simplemente no funcionan, porque el llamado socialismo cubano es una metástasis del castrismo, que no desea, admite o tiene posibilidades de ajustes o mejoras, y mucho menos de perfeccionamiento. Cuando los propagandistas de un gobierno que ya lleva más de medio siglo en el poder, hablan de que por las calles puede comprarse pan con tortilla, forrarse botones, o pelarse frutas sin incurrir en delito, y presentan eso como muestra de supuestos “avances” del régimen en materia económica, mientras los temas políticos y sociales son absoluto tabú o se ignoran olímpicamente, está claro que la mentalidad de sus gobernantes es más propia de épocas medievales que del siglo 21.

Por eso no entienden ni pueden entender de qué se trata la sociedad de la información, la revolución del conocimiento que significa la interconexión planetaria instantánea a través de la Internet, o el extraordinario poder que puede acumular un simple ser humano con un teléfono inteligente en sus manos. Y por eso el pánico los corroe. Solamente en sociedades medievales como la cubana o la norcoreana de nuestros días se puede pretender prohibir, regular o controlar el acceso de los ciudadanos a la red de redes, defender una supuesta dictadura del proletariado, que lo único que tiene de cierto es lo de dictadura, o repetir garrafales tonterías como que debe priorizarse la incorporación de obreros a las filas del Partido Comunista para de esta manera garantizar su carácter “revolucionario”.

Aunque los jerarcas cubanos no se haya enterado, el comunismo estalinista como el que caracteriza a la Cuba “revolucionaria” es en nuestros días la ideología más reaccionaria y contrarrevolucionaria que pueda existir, pretendiendo hacer marchar la sociedad contra-natura, a un nivel tan cavernícola y obtuso como el de los fundamentalistas religiosos que disfrutan volándose en pedazos durante atentados suicidas, con la ilusión de que serán recibidos por decenas de vírgenes en el paraíso después de haberse inmolado en aras de no se sabe qué. Con la diferencia de que los jerarcas comunistas envían a los de las bases a inmolarse en nombre de “la revolución”, mientras ellos disfrutan de los agradables privilegios de la nomenklatura.

Un repaso rápido al año 2014 demuestra claramente que lo único que el gobierno continuó construyendo muy sólidamente en Cuba fue el fracaso permanente. Aunque el régimen continuamente anunciaba y presentaba los eventos como acontecimientos históricos que repercutirían en la memoria humana hasta el fin de los tiempos, algunas semanas después de sucedidos ya no eran recordados a veces ni por los propios protagonistas.

El superpuerto de El Mariel fue inaugurado a bombo y platillo. Un año después sus grúas se corroen de aburrimiento e inactividad, y el atraque más significativo en todo el 2014 fue el de un buque cargado de contenedores de pollos congelados procedentes de Estados Unidos, el mismo día de la inauguración oficial del puerto, como para dar un profundo y rotundo mentís a las continuas cantaletas sobre el “criminal bloqueo imperialista”.

Las negociaciones con la Unión Europea, en aras de flexibilizar o eliminar la llamada Posición Común de la UE en sus relaciones con Cuba, en base al respeto de los derechos humanos y las libertades individuales de los cubanos, durante todo el año avanzaron muy lentamente y con continuos tropezones, hasta que en diciembre, casi a la vista ya del histórico anuncio de Barack Obama y Raúl Castro, quedaron postergadas una vez más.

Está claro que para el régimen las relaciones con Estados Unidos, y la posibilidades de acceder a los capitales estadounidenses, son una verdadera prioridad para la gerontocracia verde-olivo. Solamente trasnochados de la Unión Europea, y fundamentalmente algunos españoles que se niegan a ver las realidades, consideraron que los eventuales acuerdos que se perfilan entre Washington y La Habana les darían posiciones ventajosas en la Isla a las empresas europeas, y en primer lugar a las españolas.

Eso resultaba un buen esfuerzo por parte de algunos ibéricos para justificar tantos años de contubernio y complicidad de los capitales españoles con la dictadura, su explotación despiadada de los trabajadores cubanos, que solamente reciben una parte ínfima de los salarios que les corresponden trabajando para esos capitales españoles (del resto se apropia escandalosamente la dictadura habanera, que dice constituir un gobierno “de los trabajadores”).

Sin embargo, no bastan las intenciones para convertir deseos en realidades, y en algún momento esos soñadores comprenderán, en contra de sus creencias y mitos, la cercanía familiar, económica, cultural, psicológica y emocional de casi todos los cubanos con Estados Unidos, con sus familiares del otro lado del Estrecho de La Florida, y con los propios estadounidenses. Entonces, esos “gallegos”, como les dicen en Cuba, sin nada de irrespeto, a todos los españoles, tal vez comprenderán todos los años que han vivido equivocados, y su único consuelo sea contar el dinero que hicieron a costa del sufrimiento de los cubanos: habrán ganado monedas, pero no cariños entre los cubanos, aunque ahora, por necesidad, muchos cubanos puedan aparentar que les quieren más allá de la satisfacción de necesidades elementales.

Con relación a nuestro continente, se celebró en La Habana la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), a donde acudieron todos los mandatarios de la región a legitimar con su presencia al dictador, pero también, y más bochornosamente aún, varios también fueron a rendir pleitesía y saludar al decadente de Punto Cero y tirarse una foto a su lado, tal vez para contar en un futuro que estuvieron junto al último dinosaurio vivo del planeta, una momia parlante, o quién sabe para qué.

En definitiva, después del par de días de cónclaves en la capital cubana, con el agregado folklórico del Secretario General de la ONU pelándose en una barbería particular en La Habana Vieja, y el Secretario General de la OEA demostrando fehacientemente por qué en Cuba nadie le respeta (ni el gobierno, ni los opositores, ni la población), terminó la reunión con un comunicado olvidable, sonrisas, fotos, y ningún problema concreto resuelto ni ninguna estrategia definida para nada, porque, le guste o no a los gobernantes de América Latina y el Caribe, ninguna organización regional que excluya a Estados Unidos y Canadá puede ser demasiado útil en algo para todo el continente.

Posteriormente, a finales de marzo, se aprobó “unánimemente” en la llamada Asamblea Nacional del Poder Popular la Ley de Inversión Extranjera, con toda la propaganda del régimen para vender la propuesta como algo maravilloso, posible y necesario. Entrevistas diversas a académicos y “ex-diplomáticos” del régimen (en realidad veteranos oficiales de los servicios de inteligencia) realizaban muchos corresponsales de agencias de prensa extranjeras acreditados en La Habana, donde se pretendía mostrar la supuesta flexibilidad del gobierno hacia el capital extranjero, y se insistía en la seguridad jurídica para todos los eventuales inversionistas, como si las expropiaciones sin compensación durante 1959 y 1960, o la “ofensiva revolucionaria” de 1968, fueran historietas de Walt Disney y no la dura realidad que tuvieron que vivir los inversionistas extranjeros y cubanos gracias a las políticas “socialistas” de la llamada revolución castrista.

El periódico Granma, órgano del partido comunista, y la prensa del país, toda oficialista, sean periódicos, revistas, radio o televisión, hablaron maravillas de la nueva ley y del enorme “interés” de los potenciales inversionistas para llevar sus capitales a Cuba, ya fuera para invertir por su cuenta o hacer yunta con empresas estatales cubanas, dado lo promisorio de tales inversiones en la isla-paraíso social de los hermanos Castro.

Sin embargo, nueve meses después de la “aprobación” de la ley tales inversionistas no han aparecido, ni para invertir en la llamada Zona de Desarrollo Económico de El Mariel (ZDEM) ni en cualquier otro lugar de la Isla, a pesar de la “Cartera de Oportunidades” para los inversionistas que se presentó posteriormente a bombo y platillo (como siempre) en la Feria Internacional de La Habana (FIHAV), donde se contemplaban 246 proyectos a lo largo y ancho del país, con un monto de inversión total de 8,700 millones de dólares. De los cuales, hasta el momento, no se ha informado públicamente de ningún acuerdo.

En el sector deportivo, a la debacle producida en el retorno a la Serie del Caribe, torneo donde la “pelota esclava” cubana dominaba ampliamente, la “pelota libre” castrista logró un tremendo fracaso, poniendo en evidencia las debilidades del deporte cubano, que en un tiempo imperaba ampliamente en el territorio caribeño. Eso, unido al constante flujo de peloteros que escapan de la Isla para jugar como profesionales en Estados Unidos y en otros países, donde diversos jugadores obtienen contratos millonarios que de inmediato son conocidos por los cubanos de la Isla, y el drenaje de otros deportistas destacados en otras disciplinas, como boxeo, volibol, gimnasia, y hasta fútbol, unido a la crisis del béisbol nacional y la mediocridad y prepotencia de los dirigentes deportivos, así como la falta de condiciones de infraestructura y equipamiento en todos los deportes, ha hecho a los cubanos mirar cada vez más hacia el deporte profesional en el extranjero y no hacia el deporte nacional aficionado, que cada vez tiene menos recursos y menos incentivos para lograr resultados sobresalientes en el orden competitivo, y mucho peor en lo que se refiere a la práctica masiva del deporte en todo el país, de donde deberían salir los futuros campeones. El deporte en Cuba, en definitiva, es un reflejo de lo que ocurre en todos los sectores y territorios de la economía.

La doble moneda sigue siendo un problema muy grave, no solamente para los cubanos de a pie, sino también para el régimen. Con las legendarias distorsiones de la contabilidad en Cuba, único país en el mundo donde se utiliza tranquila y alegremente el concepto de “contabilidad no confiable”, las dificultades para la determinación de los precios y las tasas de cambio constituyen una novela de horror.

En ocasiones los cambios de pesos convertibles (CUC) a pesos cubanos (CUP) se establecen 1 a 1 en las empresas estatales, lo que encarece tanto las exportaciones como las importaciones; en otras ocasiones se pagan 7 pesos cubanos (CUP) por peso convertible (CUC), como en las relaciones de las empresas turísticas de Varadero con cooperativistas que les suministran productos agropecuarios; para el pago de eventuales salarios en actividades con extranjeros en la Zona de Desarrollo Especial de Mariel (ZDEM) el pago se estableció de 10 CUP por cada CUC; para el trabajo en instituciones extranjeras no ubicadas en la ZDEM serán 2 CUP por cada CUC; si se cambia dinero en las casas de cambio del gobierno (CADECA) son 24 ó 25 pesos cubanos por CUC, según sea compra o venta. ¿Cuánto vale, o valdrá, un peso cubano (CUP) cuando desaparezca el peso convertible (CUC)?

Si a todas estas dificultades de cálculo y cambio se suma la raquítica contabilidad oficial establecida, la poca preparación del personal contable, el exceso de burocracia, miles de informaciones que se solicitan y hay que elaborar (o inventar) continuamente sin tener ninguna utilidad, más las trampas y distorsiones que se inducen en la contabilidad para la realización de actos delictivos como malversación o desvío de recursos, es prácticamente imposible tener una visión exacta de lo que está sucediendo en la economía del país o de cada una de sus empresas y establecimientos o sus unidades presupuestadas.

Si esta va a ser la base que se tomará para la unificación monetaria y la consiguiente eliminación de la dualidad de pesos cubanos y pesos convertibles (será el peso cubano CUP el que se mantendrá) es evidente que la base de partida para esa reforma monetaria es muy débil y puede conducir a muchas dificultades, porque aparentemente la tasa de cambio dólar-peso cubano (CUP) que se establezca será arbitraria y hormonal. De ahí que, aparentemente, hayan existido tantas demoras e imprecisiones en la aplicación de esta imprescindible medida.

Nuestro respetado y admirado colega de El Think-Tank, Lázaro González, desde Canadá, quien en más de una ocasión ha demostrado con sus trabajos su agudeza y dominio del tema monetario y fiscal en Cuba, entre otros muchos temas, ha dicho que tal vez el régimen quisiera aprovechar la barahúnda provocada por las más recientes declaraciones de Obama y Raúl Castro para intentar llevar a cabo la unificación monetaria al cerrar las cuentas del 2014, lo que podría ser en la segunda quincena del mes de enero o tal vez en febrero, y que sin dudas resultaría un importante golpe de efecto a nivel internacional, como uno de los pasos más avanzados de las “reformas raulistas”, aunque el descalabro de las finanzas internas, para los cubanos de a pie, no será cosa de juego.

Abundando sobre el tema entre nosotros, nuestro colega Antonio Arencibia, desde España, señala que se arriesga a apostar por un cambio de moneda en etapas y quizás con dos o tres niveles de cambio, como es en Venezuela actualmente con el bolívar, y que el régimen podría seguir aplicando la paridad artificial para el nivel de la población, con otra tasa mas favorable para empresarios extranjeros. El libre cambio no lo ve factible hasta que la sociedad cubana se fortalezca lo suficiente para que pueda resistir esa especie de cura de caballo que sería el paso al libre mercado.

Por mi parte, yo tercié en el análisis preguntándome si en la alta jerarquía estarían en condiciones de preparación y psicológicas para acometer el cambio, y me respondía a mí mismo que sí podrían estarlo. La duda vendría, sin embargo, al preguntarme si los eslabones intermedios y las bases que tendrían que ver con tales profundos cambios en la débil contabilidad, registros e informes estarían también en condiciones de hacerlo ahora, de inmediato, y me pareció que no estaban en condiciones, aunque no se puede descartar la variante de que, como siempre en el manejo de la economía cubana, el cambio que se pretende se imponga desde arriba aunque los mandos intermedios y las bases se puedan quedar en el aire durante algún tiempo.

No son pronósticos definitivos por parte de nuestro equipo, sino diferentes hipótesis muy interesantes que deberemos seguir de cerca en las próximas semanas, porque es cierto que en Macondo puede suceder cualquier cosa, y ya hace más de un año que se informó que se estaba trabajando en eso. Con el alboroto existente en todo el mundo por los acuerdos Washington-La Habana tal noticia sería recibida como agua bendita por quienes desean que tales acuerdos se puedan materializar en resultados aceptables lo antes posible, y no serían pocos los que calificarían ese paso del régimen como “evidencia” de los profundos cambios que se habrían comenzado a realizar.

Tan complicado como el tema de la unificación monetaria es el de los salarios y precios en el país. Es perfectamente sabido que los salarios y jubilaciones que paga el Estado totalitario son completamente insuficientes para subsistir decentemente, lo que genera infinidad de presiones para asegurar el sustento familiar, que continuamente conlleva a otros trabajos “por la izquierda”, ilegalidades, robos, sustracciones, malversaciones y otros delitos provocados por el mismo régimen, que al ser el principal empleador del país y pagar salarios y retiros de miseria, mientras los jerarcas y sus familiares viven en la opulencia, crea las condiciones para la comisión de delitos y para la depauperación moral y material de los cubanos.

Las pocas veces que se toca el tema públicamente la respuesta oficial es que los salarios no podrán elevarse si no se aumenta la producción y la productividad, lo cual es crear la paradoja del huevo y la gallina, porque ni la producción ni la productividad podrán crecer si quienes trabajan no se sienten motivados para hacerlo porque sus salarios son de miseria. Además, las escalas salariales en el país están viradas de cabeza: son muchos los dependientes de bodegas o de ventas de productos agropecuarios que obtienen muchos más ingresos mensuales en puestos de trabajo del tipo “curralo con jugada” (es decir, trabajos que dan la posibilidad de sustraer algo para vender, cualquier cosa que sea), que médicos, profesores, ingenieros, físicos, juristas o economistas.

Por otra parte, si para algo ha servido esta absurda situación es para dejar claro, una vez más, la poca importancia y nulidad de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) siempre al lado del empleador (el gobierno) y en contra de los trabajadores, como ha sido habitual desde 1959, independientemente de quien sea el que haya sido impuesto (nunca electo) como secretario general de la organización.

Los problemas de alimentación, vivienda, transporte, vestuario y calzado de los cubanos ya resultan crónicos y se agravan cada vez más. Las personas que reciben remesas del exterior de familiares o amigos, o las que trabajan en sectores que funcionan en divisas, como el turismo, en empresas extranjeras establecidas en Cuba, o que tengan posibilidad de “resolver” productos para revender en el mercado negro, pueden satisfacer mejor esas necesidades.  Sin embargo, en mucha menor medida se pueden resolver los problemas de transporte y vivienda por encima de la media -una media que en realidad resulta ínfima-, porque para eso son necesarias cantidades superiores de dinero que no siempre están al alcance de los que puedan recibir divisas de una manera o de otra.

Para más complicaciones para el régimen, ha aparecido recientemente el problema de los precios del petróleo. La Cuba de los hermanos Castro es un país peculiar: si aumenta el precio del petróleo en el mercado mundial no le conviene al gobierno, pues se encarecen las importaciones, aunque el régimen exporta parte del petróleo que recibe de Venezuela, como mismo hacía con parte del petróleo que recibía de la Unión Soviética. Sin embargo, cuando baja el precio en el mercado mundial tampoco le conviene al gobierno, pues no solamente vale menos el petróleo que reexporta, sino que el principal benefactor del régimen en la actualidad, el gobierno venezolano, tiene menos recursos para subsidiar y para mantener la estrategia de enviar petróleo barato para los “amigos” a cambio de “solidaridad” con las revoluciones, tanto castrista como bolivariana.

Y otro amigo de la nostalgia castrista, el gobierno ruso, ha sufrido tantos golpes con las sanciones occidentales por haber intervenido e invadido a Ucrania, y por el descenso de los precios del petróleo en el mercado mundial, que ha tenido que devaluar el rublo y entrar en una profunda crisis económica, que Vladimir Putin señala que se necesitarán dos años para superarla y recuperarse, lo que hace difícil que en estos momentos pueda ayudar demasiado a los “camaradas” cubanos, aunque entre vodka y vodka recuerden aquellos buenos tiempos cuando Moscú ordenaba y abastecía, y La Habana cumplía y despilfarraba.

De manera que la pareja de hermanos dictadores, primero Fidel Castro durante 48 años, y posteriormente Raúl Castro, que ya ha cumplido más de 8 en el poder, han logrado el portento empresarial, que debería estudiarse en todas las escuelas de Management del mundo, de ser capaces de perder dinero y recursos tanto si el precio del petróleo sube como si desciende. Aunque, a decir verdad, su extraordinaria capacidad para perder y para fracasar no se limita al petróleo, porque saben perder de cualquier formas en la producción de azúcar, de níquel, de alimentos, de medicamentos, de tabaco, de ron, y de cualquier cosa.

Aferrado a la exportación de médicos a todo el mundo, aunque ahora los contingentes principales se encuentran en Venezuela y Brasil; a los ingresos de un turismo extranjero que dicen que alcanzó en el 2014 los tres millones de visitantes -cifra que incluye a los cubanos que residen en el exterior y visitan su país de origen- deja un magro ingreso neto de alrededor de 1,700 millones de dólares, lo que serían 567 dólares por turista, producto de la incompetencia y falta de motivación, desórdenes, mala gestión y descontrol; y a las remesas de dinero y envío de productos de los cubanos desde el exterior a familiares y amigos.

Como puede verse, los ingresos fundamentales llegan desde el exterior, porque en lo que se refiere a producción nacional, con excepción del marabú, que cada vez hay más en los campos cubanos, las cosas no mejoran año tras año, sino que se van poniendo peor cada vez. De ahí que, después de haber anunciado un magro crecimiento del 2.2% para el año 2014, la cifra final ofrecida fue de un crecimiento del 1.3% en el PIB, y la promesa, otra más, de que en el 2015 sería del 4%, aunque nadie ha explicado cómo ni por qué.

Y téngase en cuenta una cifra muy significativa: lo que deja de ingresos netos el turismo en un año, un sector ampliamente priorizado por el régimen hasta el extremo de llegar a discriminar a los cubanos frente a los extranjeros, es menos cantidad de dinero que la que necesita la dictadura para importar alimentos en un año.

Es decir, el dinero que produce el turismo, no en ingresos brutos sino netos, no alcanza ni para comprar los alimentos que se importan para que los cubanos consuman productos racionados, de baja calidad, y con suministros inestables o irregulares, o para colocar en los estantes de las llamadas tiendas recaudadoras de divisas (TRD) mercancías que se venden a abusivos precios, inalcanzables para la mayoría de los cubanos de a pie.

Muchos se apresuraron a señalar que los acuerdos anunciados por Barack Obama y Raúl Castro, que sin duda tienen carácter “histórico” al pretender modificar una realidad que se ha mantenido estancada durante más de medio siglo, era un respiro para Raúl Castro, porque le permitiría consolidar la dictadura y mantenerse en el poder sin demasiadas complicaciones, a cambio de una “estabilidad” en el país que le interesa mucho a Estados Unidos que se mantenga, para evitar migraciones masivas, tráfico humano, y los temidos movimientos de terroristas y narcotraficantes que podrían mezclarse con tales fenómenos.

En cierto sentido podría verse así, pero en la forma que fue planteado el tema por parte del presidente Barack Obama, indudablemente de manera muy inteligente y en defensa de los más serios intereses de Estados Unidos, es Raúl Castro quien está comprometido ahora a dar, sin demasiada demora, determinados pasos que deben aliviar las condiciones de vida de los cubanos, si no en el plano político y social, al menos en el económico.

Así lo ven los jefes de Estado en el mundo y la “opinión pública”. Todo el proceso que se deriva de los acuerdos iniciales tiene el aval y el peso del Vaticano, y del Papa Francisco en primer lugar, como gestor y propiciador de las conversaciones que condujeron a los resultados que se conocieron el 17 de diciembre, gracias también a la colaboración muy silenciosa y discreta de un gobierno tan serio como el del Canadá.

Las recientes declaraciones el día 2 de enero del arzobispo Angelo Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, señalaron que el gobierno de Raúl Castro se había comprometido a favorecer una transición gradual a un sistema económico más liberal, como resultado del inicio del restablecimiento de relaciones con Estados Unidos. Señaló, sin lugar a equívocos, que

“Está claro que esto ha renovado las esperanzas del pueblo cubano y, para que no queden desilusionadas, el gobierno de Raúl Castro se ha comprometido a favorecer una transición gradual del actual sistema económico centralizado a uno más liberal”.

Queda claro y no hay por qué especular más allá de la razón: no hay compromisos de liberalización política por parte del régimen, pero sí de una “transición gradual” a un sistema económico menos rígido y centralizado. No podemos saber ahora si hubo compromisos de tiempo para esa “transición gradual” o si hubo determinadas precisiones en lo que sería un sistema económico “más liberal”. Pero algo habrá, por la sencilla razón de que Raúl Castro no está en condiciones ni de echarse atrás ni de postergar indefinidamente esa “transición gradual” que ha sido mencionada desde el Vaticano.

Lo que pueda venir después del comienzo de esa “transición gradual” hacia un sistema económico “más liberal” podrá ser mucho o poco, más o menos, pero al menos rompería el inmovilismo raulista, donde siempre parecía que se nadaba en una piscina de leche condensada, sin avanzar hacia ninguna parte, “sin prisa pero sin pausa”.

¿Estará Raúl Castro preparado para eso? ¿Estará la camarilla gobernante preparada para eso? ¿Estará el anquilosado partido comunista preparado para eso? ¿Estará el ineficiente sistema de gobierno preparado para ello?

Tendrán que demostrarlo. No hay por qué otorgarle un cheque en blanco simplemente porque sí. Que lo demuestren. Y sin demorarse demasiado. Tal vez Raúl Castro debería modificar su absurdo mantra de “sin prisa pero sin pausa”, y tratar de encontrar un poco más de prisas y muchas menos pausas.

De momento, y vistos los problemas que acarreó el año 2014, y los nuevos que surgen ahora con las nuevas realidades del relanzamiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, Raúl Castro, aparentemente sin poder contar ya demasiado con la “asesoría”,  “consejos” y “experiencia” de su hermano mayor, que no ha aparecido por ninguna parte después de los anuncios del 17 de diciembre, podrá enfrentar problemas que no está claro si será capaz de manejar y resolver a la altura de un estadista, como sería lo necesario, aunque él no lo sea demasiado, o si seguirá pretendiendo dirigir el país de la misma manera en que se manda un campamento.

Por lo pronto, la forma en que ordenó reprimir un intento de fuga por mar de un grupo de cubanos de Matanzas, o para abortar intentos de protesta a través de un “performance” en La Habana liderados por una artista cubana exiliada, ambos casos conocidos después de haberse anunciado los acuerdos “históricos” del 17 de diciembre, se alejan demasiado de la supuesta sofisticación que mostraban anteriormente los aparatos represivos del  neocastrismo (término que acuñamos en Cubanálisis-El Think-Tank hace ya varios años y que ahora otros utilizan alegremente, sin darnos el crédito).

Con el tiempo se vuelven a parecer a lo que siempre fueron, y que hoy asociamos a la actuación de un servicio de inteligencia militar de una satrapía africana.  Si se viene a ver, no es tan extraño ese parecido, pues la dictadura cubana ayudó en África a establecerse en el poder a algunos de esos regímenes despóticos, los entrenaron en la represión y hoy “colaboran” alegremente con ellos.  

Si Raúl Castro y su camarilla no acaban de entender que las reglas del juego han cambiado a partir de los anuncios del 17 de diciembre, y que no pueden actuar frente al mundo con la misma irresponsabilidad y prepotencia con que actúan frente a los cubanos, por lo que no valdrán los cuentos del “sin prisa pero sin pausa” ni las explicaciones más absurdas para justificar por qué no se hacen las cosas, mientras se pretende mantener el inmovilismo o dar pasitos tímidos para que parezca que se están haciendo cosas, pero sin realizar cambios como los que se esperan, las cosas les van a ir demasiado mal.

Si logran entender que las cosas a partir de ahora tienen que ser diferentes, y que podrán recibir reconocimiento general si actúan en la medida en que se han comprometido, no solamente con Estados Unidos, sino también con el Vaticano, el gobierno de Canadá y la Iglesia Católica, entonces, aunque lo que se obtenga no fuera lo perfecto ni lo mejor de todo, se podrán lograr avances sustantivos en las condiciones de vida de los cubanos y en los recursos de la nación.

Y en definitiva, los gobernantes que merezcan ese nombre están en la obligación de lograr lo mejor posible para su país y su población, independientemente de las posiciones y opiniones políticas de cada quien.

Quienes no actúan así no son más que vulgares tiranos.

Raúl Castro tiene en sus manos decidir cómo pasará, después de todo, a la historia.

Sea el año del caballo, de la chiva, o de la tiñosa o la jicotea.

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