Posted by: Andrés Pascual
Edmundo 'Sandy' Amoros/ sabr.org |
Edmundo Amorós regresó a Cuba en 1962, tenía 31 años, jugaba en
Triple A para los Reales de Montreal de la Liga Internacional y estaba
consciente de que Castro había liquidado el beisbol profesional para
siempre; pero tenía 30,000 en el banco y una finquita pequeña en
Matanzas. Lo que no sabía era que Ché Guevara no permitía que se tocara
un centavo de ninguna cuenta bancaria de quienes se irían de Cuba
definitivamente o regresarían a sus trabajos fuera del país
A Orlando Peña y a Orestes Miñoso se los hizo saber personalmente y,
como si fuera poco, también les confiscó las propiedades y los autos. El
de Peña se lo pidieron a Eddy Martin, a quien el serpentinero del
Almendares se lo había dejado.
A Amorós se le complicó todo cuando decidió “darle unos meses” para ver si se “aflojaban” y el tiempo pasó.
Para agravar más su situación, en 1962 le propusieron la dirección
del equipo de pelota que viajaría a los Juegos Centroamericanos de
Kingston, lo que el matancero rechazó…Tal reacción se entendió como un
insulto “al pueblo” y el gran Sandy, el de la monumental atrapada en la
Serie Mundial de 1955, que salvó al Brooklin y le permitió imponerse a
los Yanquis por primera vez, hacía su entrada al panteón de los
“non-personna”, medida habitual tomada por la dirigencia comunista
contra quienes les molestan o les insultan, incluso de presencia o de
nombre y lo convirtieron en “un nuevo hombre que nunca existió”,
sepultado en vida en “el paraíso de las libertades y los derechos del
proletariado”. Edmundo Amorós pudo salir de Cuba en 1967 y ni el anillo
de campeón, que fue lo primero que le quitaron, pudo sacar.
Advertidos los Dodgers de Los Angeles y las Grandes Ligas de que el
cubano se encontraba en Estados Unidos, John McHale, de la oficina del
Comisionado de entonces, llamo a Buzzie Bavassi, de la Organización del
club, para decirle que Amorós necesitaba solo siete días para darle
cumplimiento a los cinco años necesarios que le aseguraban la pensión
como ex pelotero a partir de los 45.
Bavassi le propuso a Walter O’Malley, propietario de los
Esquivadores, incluir al Héroe de Serie Mundial como jugador activo de
la nómina, para que completara el tiempo que le calificara como ex big
leaguer. O’Malley estuvo de acuerdo con el gesto y, ese mismo día, le
ordenaron a Rudy Rufer, scout del club en el área de Nueva York, que
localizara al cubano y lo llevara a Filadelfia, donde jugaban una serie.
En horas de la mañana del día siguiente, Emundo Amorós era un jugador
de las Mayores otra vez; pero, ahora, se encontraba sentado en el 4to.
piso del hotel Sheraton del centro de la ciudad, en la oficina del
Secretario de Viajes de los Dodgers, Lee Scott… el humilde cubanito de
raza negra había regresado “a la cima del mundo”.
Eran señales de lo que podían la caridad, el recuerdo y el
agradecimiento por la contribución del criollo a la victoria de 1955 en
la Serie Mundial, los Dodgers no estaban dispuestos ni a olvidarlo; ni,
mucho menos, a abandonarlo.
The Dodgers, an Unsung Hero |
Esa mañana, el prematuramente envejecido Amorós firmó un contrato en
blanco. El orgullo de Pueblo Nuevo no tenía idea de que los Dodgers le
estaban pagando un mes por su regreso de 7 días al club. Tenía 37 años y
su pensión comenzaría a recibirla a los 45.
Al año siguiente, 1968, por efecto de lo hecho por los Dodgers, Cal
Griffith, propietario de los Mellizos de Minnesotta, llamó a sus
oficinas al inicialista Julio Bécquer, quien se encontraba jugando en la
Liga Mejicana, y le aplicó, exactamente, la medida de los Dodgers con
Amorós, solo que a Bécquer le faltaba un mes; pero igual, Griffith, que
tenía un especial aprecio por los jugadores cubanos, herencia de su tío
Clark, colocó en el roster del club de la Liga Americana al ex
inicialista de los Tigres de Marianao con el fin de que pudiera
disfrutar de tranquilidad en los años posteriores.
Hasta hoy, el de Amorós es el único caso del famoso cheque en blanco
que, ridículamente, entrenadores del beisbol castrista han dicho que
algunas franquicias le ofrecieron a Luis G. Casanova o a Omar Linares
para que jugaran en Grandes Ligas, pretendiendo colocar en plano de
tontos a medio mundo sin ningún tipo de pena ni de respeto por la
“inteligencia”.
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