No es cuestión de voluntad política, ideología o solidaridad, sino
algo más allá de deseos y posibilidades de los actores de este ¿drama o
farsa? Los precios del barril del petróleo continúan descendiendo, y
ningún pronóstico indica que esa tendencia finalizará o se revertirá a
corto plazo.
Y la economía de la Venezuela “bolivariana”, gracias a
la ineptitud de sus caudillos, depende casi absolutamente de los
ingresos del petróleo. Producción que cada día, gracias también a esa
legendaria ineptitud, desciende sistemáticamente. Entonces,
continuamente Maduro y sus secuaces disponen de menos petróleo, que
además deben vender a precios más bajos.
En las estrategias del
castro-chavismo Venezuela tiene un papel decisivo y preponderante como
suministrador de petróleo subsidiado a los países de la región, tanto en
entregas como subsidios. Si por el Pacto de San José de 1980 la
Venezuela democrática y México vendían 160.000 barriles diarios de
petróleo a países centroamericanos y caribeños —pacto en el que estaba
incluida Cuba— con el chavismo y la creación de PetroCaribe se amplió
sustancialmente el petróleo entregado a precios preferenciales y
bondadosas condiciones de pago a muchos países de la región, y
fundamentalmente a Cuba, no solamente la mayor de las economías
beneficiadas por PetroCaribe, sino ideológica y políticamente mentora
—para decirlo apaciblemente— del gobierno de Caracas.
Gracias a
esos generosos suministros muchos países de la región han podido
disfrutar de relativa estabilidad y hacer funcionar sus economías sin
grandes cataclismos sociales debidos a crisis energéticas.
Y Cuba,
un país permanentemente en crisis económica desde que “la revolución”
llegó al poder en 1959 —mucho antes que existiera “el bloqueo”— ha
logrado mantener desde 1999 un simulacro de economía gracias no
solamente a los miles de barriles de petróleo que recibe de Caracas
diariamente, sino también a sinuosos convenios de “colaboración”
bilateral y a medidas de extorsión que La Habana practica sobre
Venezuela como hacía la metrópoli en tiempos del colonialismo español
con las naciones latinoamericanas, aunque ahora oficialmente se le llama
“internacionalismo” y “relaciones fraternales”.
Con el respiro de
la inyección de petróleo venezolano se supuso que Cuba podría transitar
el siglo XXI sin las asfixias del llamado “período especial”, pero sus
gobernantes, tan ineptos como los “bolivarianos”, malgastaron los
recursos, los dedicaron a asignaciones equivocadas, los malversaron, y
dilapidaron las riquezas creadas por los venezolanos, que sus
gobernantes regalan a La Habana a cambio de apoyo político y represivo
para sus delirantes proyectos.
Una parte importante de los
recursos venezolanos entregados a los procónsules cubanos fue
desperdiciada irresponsablemente por Fidel Castro como si dispusiera de
facultades omnímodas —lo que siempre hizo—, y después por Raúl Castro
durante más de ocho años, como dictador provisional u oficial, que con
timoratos experimentos de “actualización” y su demagogia del “sin prisa
pero sin pausa”, tampoco logró dinamizar la economía y sacarla del
abismo.
No han funcionado los tímidos intentos de pasar la
propiedad de inútiles dinosaurios estatales a manos privadas o
cooperativas; ni el elefante blanco del puerto de El Mariel; ni la
entrega en usufructo de tierras ociosas; ni el aumento de la producción
agropecuaria; ni la reducción de importaciones; ni la extracción del
petróleo submarino; ni el turismo en la magnitud requerida; ni la
producción de níquel, azúcar, tabaco, rones, o productos farmacéuticos y
biotecnológicos; ni la compraventa de casas y automóviles. Y los
capitalistas extranjeros desesperados por invertir en Cuba solamente
aparecen en las páginas de Granma. Lo único que va quedando al
régimen para obtener divisas son las remesas, envíos de productos y
visitas de cubanos a sus familiares en la Isla, y la exportación de
médicos y personal de salud a más de 55 países, aunque el grueso
fundamental se concentra en Venezuela y Brasil. Pero Caracas pasa por
muchas dificultades en estos momentos, y los convenios con Brasil no son
eternos.
Los eventuales suministradores alternativos de petróleo
para el régimen, como Rusia, Irán, Brasil, Angola, Argelia, Guinea
Ecuatorial o alguna exrepública soviética, además de encontrarse a mayor
distancia, no tienen interés ni condiciones para ofrecer a La Habana
los precios preferenciales y subsidios de los gobernantes venezolanos.
Por
eso el desesperado pataleo de la dictadura pretendiendo al menos una
flexibilización del embargo de Estados Unidos que posibilitara el arribo
ilimitado de turistas americanos a Cuba, y obtener créditos para
importar todo lo que el régimen urgentemente necesita para sobrevivir en
medio de tanta ineptitud e ineficiencia. Después de más de medio siglo
de antiimperialismo patológico, la “revolución” necesita a los “gusanos”
y el “imperialismo” para subsistir.
Vistas de conjunto estas
realidades, es evidentemente que a Raúl Castro se le tambalea la
escalera venezolana sobre la que se ha sostenido todos estos años.
Y su única opción entonces sería agarrarse de la brocha.
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