Diego Trinidad, PhD
En
el dinámico mundo de la energía se producen cambios diariamente.
Desde que escribí en agosto mi tercer artículo sobre la revolución
energética que se ha producido en Estados Unidos en los últimos
cinco años, mucho ha cambiado. Específicamente, el precio del barril
de petróleo en el mercado mundial ha bajado dramáticamente un 27%
desde principios del verano hasta la fecha (hoy domingo 9 de
noviembre cerró en $78.65 el barril; a principios de junio estaba a
$115 el barril).
Esta
baja en el precio del petróleo ya ha traído cambios enormes en la
geopolítica mundial. En el futuro inmediato, todavía mucho más
cambiará si este nivel de precios, entre $78 y $85 por barril, como
todo parece indicar, se mantiene en el 2015. El petróleo a ese
precio representa una ganancia de un trillón de dólares
($1’000,000’000,000, es decir, un millón de millones en español)
para los consumidores en el mundo entero.
Esta
semana, cuando en la elección congresional de EEUU el Partido
Republicano ganó el control del Senado con un aumento de 8 senadores
(quizás 9 cuando se celebre una elección especial en Lousiana en
diciembre, donde el candidato republicano es favorito para ganar) se
produjo el otro gran evento reciente.
Los
cambios que el control del Congreso (Cámara de Representantes, donde
el Partido Republicano ganó 18 escaños adicionales, y Senado, en el
que en enero controlarán 53 ó 54 asientos frente a 46 ó 47) por los
republicanos, comenzando en enero del 2015, traerán a EEUU en el
campo energético serán sísmicos. El desarrollo de estos dos temas, y
como afectarán a EEUU y el resto del mundo en el próximo año, es el
tema de este cuarto artículo. Durante el nuevo año, según se
produzcan más acontecimientos, continuará esta serie de artículos.
Algunos analistas y expertos previeron la caída en el precio del
petróleo durante el verano, pero pocos pensaron que sería tan súbita
y tan grande. Sin embargo, al nivel presente, la producción de
petróleo en EEUU no será afectada significativamente.
La
nueva tecnología de fracking (fraccionamiento hidráulico)
para extraer petróleo de las formaciones rocosas de shale
(esquisto) es productiva por lo menos hasta un precio de $60 por
barril. Casi nadie prevé que los precios bajen a ese nivel, pero
aunque así fuera, los nuevos pozos de petróleo que utilizan la
tecnología de fracking son diferentes a los pozos
tradicionales. Cuando el precio del petróleo baja y hace estos pozos
económicamente improductivos, pueden ser clausurados y fácilmente
reabiertos cuando el precio sube de nuevo.
Además, algunas compañías como Whiting Petroleum, basada en Denver,
Colorado, y una de las dos grandes compañías que han desarrollado
los yacimientos del campo Bakken, en Dakota Norte, junto con
Continental Petroleum, tienen una estrategia interesante para
enfrentar precios mas bajos en el mercado, como los de ahora:
compran acciones futuras a precio más bajo, y cuando el precio baja,
lejos de perder, ganan dinero. De esa manera, se protegen y pueden
soportar precios más bajos.
Para
los consumidores americanos -y para el resto del mundo que no es
productor de petróleo- los nuevos precios más bajos han sido una
enorme bonanza económica. Cada consumidor americano ahorrará como
$700 por año con la gasolina a menos de $3.00 por galón, como está
ahora por primera vez en dos años.
Para
el resto del mundo significará grandes ahorros en la importación de
petróleo, presupuestos más bajos, y un nivel de inflación mucho
menor. China ahorra más de $2 billones (un billón en inglés son mil
millones) por cada dólar que baje el precio del barril de petróleo.
Para la India, estos nuevos precios significan un ahorro de más de
$40 billones.
Pero
para ciertos países gobernados por regímenes autoritarios y
dictatoriales, como Rusia, Irán y Venezuela, estos nuevos precios
son ruinosos. Para Arabia Saudita y los Emiratos del Golfo Pérsico
representa pérdidas multimillonarias de dólares en exportaciones,
pero Arabia Saudita en particular, con reservas de 737 billones de
dólares, puede fácilmente soportar este nivel de precios por largo
tiempo.
Rusia, Irán y Venezuela no pueden. Rusia basa su presupuesto en un
barril de petróleo a $100. Pero tiene reservas de 454 billones de
dólares. Sin embargo, las tremendas pérdidas en divisas a precios
alrededor de $80 significan que los proyectos expansionistas del
Presidente Vladimir Putin quedan paralizados. De la misma manera,
las mejoras necesarias en la infraestructura de Rusia, incluyendo en
la exploración y producción de los pozos petroleros de Siberia,
también tendrán que ser pospuestas.
Irán
basa su presupuesto en el petróleo a $136 por barril y tiene bajas
reservas por motivo de las restricciones comerciales provocadas por
las sanciones impuestas por EEUU y la Unión Europea, a pesar de
haberse relajado en meses pasados. Por otro lado, Irán produce y
exporta gas natural, y en China sobre todo tiene un cliente a largo
plazo. Pero los nuevos precios del petróleo han limitado mucho su
capacidad para hacer daño en el Medio Oriente y en su apoyo a grupos
terroristas, lo cual es una bendición para el resto del mundo.
Venezuela es el país que más y mayores riesgos enfrenta en el futuro
inmediato. Venezuela necesita el petróleo a $120 por barril. De
manera que desde principios del verano está sufriendo pérdidas
ruinosas en sus recaudaciones por la exportación de petróleo, las
cuales han caído a muy bajos niveles debidos al deterioro de su
infraestructura de producción.
Por
cada dólar que baja el precio de un barril, Venezuela pierde entre
450 y 500 millones de dólares en sus ganancias por la exportación de
petróleo, y sus entradas dependen en un extraordinario 90% de la
exportación de petróleo. Además, el año pasado Venezuela tuvo un
déficit fiscal del 17% de su Producto Interno Bruto (PIB). Con un
nivel de inflación del 60% anual (el mayor del mundo), reservas de
solo 20 billones de dólares y una deuda externa gigantesca, la cual
ya malamente puede pagar, el país está al borde de la quiebra.
Cuanto tiempo puede sobrevivir bajo estas condiciones es la gran
pregunta.
Claro que los problemas de Venezuela son mucho mayores debido a su
ayuda, a través de PetroCaribe, a países de la Cuenca del Caribe,
incluyendo, por supuesto, a Cuba. Todos estos países sufrirán muy
pronto las consecuencias de la ruina venezolana, pero ninguno como
Cuba.
El
gobierno de Cuba ya hace años viene previendo el momento cuando los
subsidios de Venezuela se reduzcan o terminen. Se ha asegurado de
otros suministradores como Angola, Irán, Brasil, Rusia y otros
exportadores de petróleo. Recibe ayuda económica de Rusia y de
China, y esta misma semana se reportó que tiene planeado producir
hasta un 24% de su energía de fuentes renovables para el año 2030.
Además, todavía aspira a desarrollar las reservas de petróleo en sus
aguas adyacentes.
Pero
para esto falta mucho tiempo, el tiempo que el régimen cubano no
tiene. Cuba probablemente nunca se verá en la situación que afrontó
a partir de 1991-92, cuando perdió los subsidios económicos y el
suministro de petróleo de la Unión Soviética, pero una reducción
inmediata en la ayuda de Venezuela puede afectar seriamente al
régimen en el futuro próximo.
Casi
tan importante, si no mucho más, que la caída en los precios
del
petróleo, ha sido -y será- el impacto de las elecciones
congresionales ganadas el pasado martes 4 de noviembre por el
Partido Republicano. El control del Senado por los
republicanos, y
por consiguiente del Congreso, ya que la mayoría en la
Cámara no
solo se mantuvo, sino que aumentó, logrará que en enero del
2015,
los grandes cambios previstos (y predichos en esta serie de
artículos desde hace casi tres años) en lo que puede ser un
renacimiento económico en Estados Unidos, se logren antes
que un
nuevo presidente sea electo en el 2016.
Ya
los líderes republicanos de ambas cámaras han anunciado lo que será
su programa de gobierno para el 2015. La primera ley que
probablemente aprobará el Congreso, quizás en el mismo enero, será
la construcción y apertura del viaducto Keystone XL, desde la
provincia occidental de Alberta, en el oeste de Canadá, al Golfo de
México. Este importante proyecto, paralizado innecesariamente por
razones estrictamente políticas por el Presidente, producirá por si
solo una tremenda bonanza económica para EEUU.
El
Presidente dijo durante la campaña presidencial del 2012 que este
proyecto solo crearía 50 empleos (lo que le ganó el premio de 4
“Pinochos” del Washington Post por una de las mentiras mas grandes
del año). En verdad, de acuerdo con varios estudios recientes,
creará al menos 45,000 empleos durante su construcción -y hasta
medio millón de nuevos empleos para el 2035.
Pero
no solo eso, sino que existen al menos 25 otros proyectos
relacionados con la construcción del viaducto Keystone XL en Canadá
y EEUU que pueden convertir a Norteamérica (incluyendo a México) en
un productor de 17.5 millones de barriles de petróleo diarios, casi
igual a la producción de Arabia Saudita y Rusia sumadas.
Otros dos proyectos de ley planeados por los republicanos en enero
del 2015 son casi tan importantes como el anterior. Uno es la
abrogación de la ley federal de 1975 que prohíbe la exportación de
petróleo americano. El otro es el relajamiento en las regulaciones
para construir plantas y terminales para la exportación de gas
natural licuado a Europa en la costa este, y a Japón y China desde
la costa oeste de EEUU.
Hay
más de 25 proyectos esperando por su aprobación, y estas
plantas/terminales demoran como dos años en construirse, de manera
que el tiempo apremia. Claro que estos tres proyectos de ley, de ser
aprobados por el Congreso en enero, pueden ser vetados por el
Presidente.
Pero
los tres proyectos cuentan con apoyo bipartidista (en el Senado
quizás cuente con 65 votos; se necesitan 66 para anular un veto
presidencial), y es muy posible que el Presidente, debilitado
políticamente como ha quedado, y con solo dos años restantes en su
segundo período, firme cada una de estas tres leyes. En estos
momentos solamente se puede imaginar el efecto positivo que esto
produciría en la industria privada en general, pero más que todo en
la industria energética en particular.
Solo
se puede imaginar el efecto que esto produciría en la industria
privada en general, pero en la industria energética en particular
será impactante. Los empresarios de negocios verían con optimismo un
nuevo clima en el cual la economía funcionaría con mas libertad,
menos regulaciones y menos interferencia del gobierno federal. Una
tasa de crecimiento mayor que el 3% anual sería fácil de visualizar.
Tres
otras medidas que pueden beneficiar mucho a la economía americana y
contribuir a un mayor crecimiento económico, son la apertura de la
gran reserva ANWR en el norte de Alaska (10 billones de barriles de
petróleo), la apertura en general a la exploración y perforación en
tierras federales del oeste de EEUU, donde se encuentran mas del 80%
del petróleo y gas natural en el país, y finalmente, la liberación
al mercado del petróleo contenido en la Reserva Estratégica de
Petróleo situada en varias cuevas en las costas del Golfo de México.
Esta
Reserva, una reliquia de los tiempos de Carter y Ford, cuando
primero la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo)
restringió la exportación de petróleo a EEUU después de la segunda
guerra entre Israel y Egipto, ya no es necesaria, debido a que EEUU
es el primer productor de petróleo en el mundo. Pero contiene 700
millones de barriles de petróleo, los cuales, si se liberan
lentamente, pueden ayudar a bajar todavía más el precio de la
gasolina en EEUU y aumentar la capacidad exportadora de petróleo
americano al resto del mundo.
Adicionalmente, la aprobación de otras dos leyes más generales se
contempla por el liderazgo congresional republicano. Una es rebajar
la tasa a los impuestos corporativos, que ahora están en un 39.1%,
los mas altos en el mundo desarrollado. En contraste, en la Unión
Europea promedian menos del 24%. El Presidente y los demócratas
públicamente apoyan una rebaja al 29%; los republicanos prefieren el
25%. Pero claramente hay apoyo bipartidista a la medida, y esto
sería quizás el mejor estímulo que pudiera recibir la economía.
La
otra ley propone invitar a los capitales de compañías
multinacionales americanas en el extranjero, que se calculan puedan
llegar a dos trillones de dólares (dos millones de millones en
español), para que sean repatriados sin pagar impuestos, solo con la
condición de que sean invertidos en EEUU para crear empleos.
Pero
el Presidente y su partido demócrata irracionalmente amenazan con
cobrar hasta un 50% de impuesto a las compañías que accedieran a
repatriar esos capitales, algo obviamente absurdo. Aquí no hay
ningún espacio para negociar, pero tres trillones de dólares
invertidos para crear empleos posiblemente producirían al menos tres
millones de nuevos trabajos. El impulso para la economía sería
incalculable.
Sin
embargo, estas dos últimas medidas, y hasta las tres anteriores
(excepto la aprobación del viaducto Keystone XL, la abrogación de la
ley que prohíbe exportar petróleo americano, y el relajamiento de
las restricciones para exportar gas natural, las que SÍ cuentan con
apoyo bipartidista) no serán fácilmente aprobadas por el Congreso, y
si lo fueran, indudablemente serían vetadas. De manera que todas
ellas son proyectos a largo plazo, casi seguro para después que una
nueva administración llegue a Washington en 2017.
Todo
esto, lo que hasta el pasado martes solo era una gran esperanza para
el 2017, cuando un nuevo presidente (o presidenta), sin importar de
que partido, tomara posesión del cargo, ahora puede ser realidad,
mucho antes de lo que nadie hubiera pensado.
El
mundo desde el nuevo año 2015 puede ser un mundo distinto, de mayor
prosperidad y de mayor cooperación internacional, en el cual Estados
Unidos otra vez se convierta en el motor de la economía mundial.
Ya
no es un sueño, ya no hay que esperar tres años más. Ya puede ser
realidad.
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