jueves, noviembre 13, 2014

Precio del petróleo, elecciones 2014 y revolución energética en EEUU

cubanalisis
Diego Trinidad, PhD
En el dinámico mundo de la energía se producen cambios diariamente. Desde que escribí en agosto mi tercer artículo sobre la revolución energética que se ha producido en Estados Unidos en los últimos cinco años, mucho ha cambiado. Específicamente, el precio del barril de petróleo en el mercado mundial ha bajado dramáticamente un 27% desde principios del verano hasta la fecha (hoy domingo 9 de noviembre cerró en $78.65 el barril; a principios de junio estaba a $115 el barril). 

Esta baja en el precio del petróleo ya ha traído cambios enormes en la geopolítica mundial. En el futuro inmediato, todavía mucho más cambiará si este nivel de precios, entre $78 y $85 por barril, como todo parece indicar, se mantiene en el 2015. El petróleo a ese precio representa una ganancia de un trillón de dólares ($1’000,000’000,000, es decir, un millón de millones en español) para los consumidores en el mundo entero.

Esta semana, cuando en la elección congresional de EEUU el Partido Republicano ganó el control del Senado con un aumento de 8 senadores (quizás 9 cuando se celebre una elección especial en Lousiana en diciembre, donde el candidato republicano es favorito para ganar) se produjo el otro gran evento reciente.

Los cambios que el control del Congreso (Cámara de Representantes, donde el Partido Republicano ganó 18 escaños adicionales, y Senado, en el que en enero controlarán 53 ó 54 asientos frente a 46 ó 47) por los republicanos, comenzando en enero del 2015, traerán a EEUU en el campo energético serán sísmicos. El desarrollo de estos dos temas, y como afectarán a EEUU y el resto del mundo en el próximo año, es el tema de este cuarto artículo. Durante el nuevo año, según se produzcan más acontecimientos, continuará esta serie de artículos.

Algunos analistas y expertos previeron la caída en el precio del petróleo durante el verano, pero pocos pensaron que sería tan súbita y tan grande. Sin embargo, al nivel presente, la producción de petróleo en EEUU no será afectada significativamente.

La nueva tecnología de fracking (fraccionamiento hidráulico) para extraer petróleo de las formaciones rocosas de shale (esquisto) es productiva por lo menos hasta un precio de $60 por barril. Casi nadie prevé que los precios bajen a ese nivel, pero aunque así fuera, los nuevos pozos de petróleo que utilizan la tecnología de fracking son diferentes a los pozos tradicionales. Cuando el precio del petróleo baja y hace estos pozos económicamente  improductivos, pueden ser clausurados y fácilmente reabiertos cuando el precio sube de nuevo. 

Además, algunas compañías como Whiting Petroleum, basada en Denver, Colorado, y una de las dos grandes compañías que han desarrollado los yacimientos del campo Bakken, en Dakota Norte, junto con Continental Petroleum, tienen una estrategia interesante para enfrentar precios mas bajos en el mercado, como los de ahora: compran acciones futuras a precio más bajo, y cuando el precio baja, lejos de perder, ganan dinero.  De esa manera, se protegen y pueden soportar precios más bajos.

Para los consumidores americanos -y para el resto del mundo que no es productor de petróleo- los nuevos precios más bajos han sido una enorme bonanza económica. Cada consumidor americano ahorrará como $700 por año con la gasolina a menos de $3.00 por galón, como está ahora por primera vez en dos años.

Para el resto del mundo significará grandes ahorros en la importación de petróleo, presupuestos más bajos, y un nivel de inflación mucho menor. China ahorra más de $2 billones (un billón en inglés son mil millones) por cada dólar que baje el precio del barril de petróleo. Para la India, estos nuevos precios significan un ahorro de más de $40 billones.

Pero para ciertos países gobernados por regímenes autoritarios y dictatoriales, como Rusia, Irán y Venezuela, estos nuevos precios son ruinosos. Para Arabia Saudita y los Emiratos del Golfo Pérsico representa pérdidas multimillonarias de dólares en exportaciones, pero Arabia Saudita en particular, con reservas de 737 billones de dólares, puede fácilmente soportar este nivel de precios por largo tiempo.

Rusia, Irán y Venezuela no pueden. Rusia basa su presupuesto en un barril de petróleo a $100. Pero tiene reservas de 454 billones de dólares. Sin embargo, las tremendas pérdidas en divisas a precios alrededor de $80 significan que los proyectos expansionistas del Presidente Vladimir Putin quedan paralizados. De la misma manera, las mejoras necesarias en la infraestructura de Rusia, incluyendo en la exploración y producción de los pozos petroleros de Siberia, también tendrán que ser pospuestas.

Irán basa su presupuesto en el petróleo a $136 por barril y tiene bajas reservas por motivo de las restricciones comerciales provocadas por las sanciones impuestas por EEUU y la Unión Europea, a pesar de haberse relajado en meses pasados. Por otro lado, Irán produce y exporta gas natural, y en China sobre todo tiene un cliente a largo plazo. Pero los nuevos precios del petróleo han limitado mucho su capacidad para hacer daño en el Medio Oriente y en su apoyo a grupos terroristas, lo cual es una bendición para el resto del mundo.

Venezuela es el país que más y mayores riesgos enfrenta en el futuro inmediato. Venezuela necesita el petróleo a $120 por barril. De manera que desde principios del verano está sufriendo pérdidas ruinosas en sus recaudaciones por la exportación de petróleo, las cuales han caído a muy bajos niveles debidos al deterioro de su infraestructura de producción.

Por cada dólar que baja el precio de un barril, Venezuela pierde entre 450 y 500 millones de dólares en sus ganancias por la exportación de petróleo, y sus entradas dependen en un extraordinario 90% de la exportación de petróleo. Además, el año pasado Venezuela tuvo un déficit fiscal del 17% de su Producto Interno Bruto (PIB). Con un nivel de inflación del 60% anual (el mayor del mundo), reservas de solo 20 billones de dólares y una deuda externa gigantesca, la cual ya malamente puede pagar, el país está al borde de la quiebra. Cuanto tiempo puede sobrevivir bajo estas condiciones es la gran pregunta.

Claro que los problemas de Venezuela son mucho mayores debido a su ayuda, a través de PetroCaribe, a países de la Cuenca del Caribe, incluyendo, por supuesto, a Cuba. Todos estos países sufrirán muy pronto las consecuencias de la ruina venezolana, pero ninguno como Cuba.

El gobierno de Cuba ya hace años viene previendo el momento cuando los subsidios de Venezuela se reduzcan o terminen. Se ha asegurado de otros suministradores como Angola, Irán, Brasil, Rusia y otros exportadores de petróleo. Recibe ayuda económica de Rusia y de China, y esta misma semana se reportó que tiene planeado producir hasta un 24% de su energía de fuentes renovables para el año 2030. Además, todavía aspira a desarrollar las reservas de petróleo en sus aguas adyacentes.

Pero para esto falta mucho tiempo, el tiempo que el régimen cubano no tiene. Cuba probablemente nunca se verá en la situación que afrontó a partir de 1991-92, cuando perdió los subsidios económicos y el suministro de petróleo de la Unión Soviética, pero una reducción inmediata en la ayuda de Venezuela puede afectar seriamente al régimen en el futuro próximo.

Casi tan importante, si no mucho más, que la caída en los precios del petróleo, ha sido -y será- el impacto de las elecciones congresionales ganadas el pasado martes 4 de noviembre por el Partido Republicano. El control del Senado por los republicanos, y por consiguiente del Congreso, ya que la mayoría en la Cámara no solo se mantuvo, sino que aumentó, logrará que en enero del 2015, los grandes cambios previstos (y predichos en esta serie de artículos desde hace casi tres años) en lo que puede ser un renacimiento económico en Estados Unidos, se logren antes que un nuevo presidente sea electo en el 2016.

Ya los líderes republicanos de ambas cámaras han anunciado lo que será su programa de gobierno para el 2015. La primera ley que probablemente aprobará el Congreso, quizás en el mismo enero, será la construcción y apertura del viaducto Keystone XL, desde la provincia occidental de Alberta, en el oeste de Canadá, al Golfo de México. Este importante proyecto, paralizado innecesariamente por razones estrictamente políticas por el Presidente, producirá por si solo una tremenda bonanza económica para EEUU.

El Presidente dijo durante la campaña presidencial del 2012 que este proyecto solo crearía 50 empleos (lo que le ganó el premio de 4 “Pinochos” del Washington Post por una de las mentiras mas grandes del año). En verdad, de acuerdo con varios estudios recientes, creará al menos 45,000 empleos durante su construcción -y hasta medio millón de nuevos empleos para el 2035.

Pero no solo eso, sino que existen al menos 25 otros proyectos relacionados con la construcción del viaducto Keystone XL en Canadá y EEUU que pueden convertir a Norteamérica (incluyendo a México) en un productor de 17.5 millones de barriles de petróleo diarios, casi igual a la producción de Arabia Saudita y Rusia sumadas.

Otros dos proyectos de ley planeados por los republicanos en enero del 2015 son casi tan importantes como el anterior. Uno es la abrogación de la ley federal de 1975 que prohíbe la exportación de petróleo americano. El otro es el relajamiento en las regulaciones para construir plantas y terminales para la exportación de gas natural licuado a Europa en la costa este, y a Japón y China desde la costa oeste de EEUU.

Hay más de 25 proyectos esperando por su aprobación, y estas plantas/terminales demoran como dos años en construirse, de manera que el tiempo apremia. Claro que estos tres proyectos de ley, de ser aprobados por el Congreso en enero, pueden ser vetados por el Presidente.

Pero los tres proyectos cuentan con apoyo bipartidista (en el Senado quizás cuente con 65 votos; se necesitan 66 para anular un veto presidencial), y es muy posible que el Presidente, debilitado políticamente como ha quedado, y con solo dos años restantes en su segundo período, firme cada una de estas tres leyes. En estos momentos solamente se puede imaginar el efecto positivo que esto produciría en la industria privada en general, pero más que todo en la industria energética en particular.

Solo se puede imaginar el efecto que esto produciría en la industria privada en general, pero en la industria energética en particular será impactante. Los empresarios de negocios verían con optimismo un nuevo clima en el cual la economía funcionaría con mas libertad, menos regulaciones y menos interferencia del gobierno federal. Una tasa de crecimiento mayor que el 3% anual sería fácil de visualizar.

Tres otras medidas que pueden beneficiar mucho a la economía americana y contribuir a un mayor crecimiento económico, son la apertura de la gran reserva ANWR en el norte de Alaska (10 billones de barriles de petróleo), la apertura en general a la exploración y perforación en tierras federales del oeste de EEUU, donde se encuentran mas del 80% del petróleo y gas natural en el país, y finalmente, la liberación al mercado del petróleo contenido en la Reserva Estratégica de Petróleo situada en varias cuevas en las costas del Golfo de México.

Esta Reserva, una reliquia de los tiempos de Carter y Ford, cuando primero la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) restringió la exportación de petróleo a EEUU después de la segunda guerra entre Israel y Egipto, ya no es necesaria, debido a que EEUU es el primer productor de petróleo en el mundo. Pero contiene 700 millones de barriles de petróleo, los cuales, si se liberan lentamente, pueden ayudar a bajar todavía más el precio de la gasolina en EEUU y aumentar la capacidad exportadora de petróleo americano al resto del mundo.

Adicionalmente, la aprobación de otras dos leyes más generales se contempla por el liderazgo congresional republicano. Una es rebajar la tasa a los impuestos corporativos,  que ahora están en un 39.1%, los mas altos en el mundo desarrollado. En contraste, en la Unión Europea promedian menos del 24%. El Presidente y los demócratas públicamente apoyan una rebaja al 29%; los republicanos prefieren el 25%. Pero claramente hay apoyo bipartidista a la medida, y esto sería quizás el mejor estímulo que pudiera recibir la economía.

La otra ley propone invitar a los capitales de compañías multinacionales americanas en el extranjero, que se calculan puedan llegar a dos trillones de dólares (dos millones de millones en español), para que sean repatriados sin pagar impuestos, solo con la condición de que sean invertidos en EEUU para crear empleos.

Pero el Presidente y su partido demócrata irracionalmente amenazan con cobrar hasta un 50% de impuesto a las compañías que accedieran a repatriar esos capitales, algo obviamente absurdo. Aquí no hay ningún espacio para negociar, pero tres trillones de dólares invertidos para crear empleos posiblemente producirían al menos tres millones de nuevos trabajos. El impulso para la economía sería incalculable. 

Sin embargo, estas dos últimas medidas, y hasta las tres anteriores (excepto la aprobación del viaducto Keystone XL, la abrogación de la ley que prohíbe exportar petróleo americano, y el relajamiento de las restricciones para exportar gas natural, las que SÍ cuentan con apoyo bipartidista) no serán fácilmente aprobadas por el Congreso, y si lo fueran, indudablemente serían vetadas. De manera que todas ellas son proyectos a largo plazo, casi seguro para después que una nueva administración llegue a Washington en 2017.

Todo esto, lo que hasta el pasado martes solo era una gran esperanza para el 2017, cuando un nuevo presidente (o presidenta), sin importar de que partido, tomara posesión del cargo, ahora puede ser realidad, mucho antes de lo que nadie hubiera pensado.

El mundo desde el nuevo año 2015 puede ser un mundo distinto, de mayor prosperidad y de mayor cooperación internacional, en el cual Estados Unidos otra vez se convierta en el motor de la economía mundial.

Ya no es un sueño, ya no hay que esperar tres años más. Ya puede ser realidad.

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