Estudio en construcción para Arlés del Río, novio de Vilma Rodríguez Castro, nieta de Raúl Castro. (P.P. MENDEZ PIÑA) |
No me gusta hacer anécdotas que me incluyen, pero no encuentro otro
modo para empezar. Hace pocos días me llegué al cine Charles Chaplin,
donde exhibían un ciclo sobre el remake en el cine. Para mí no hay nada
más sugestivo que arrellanarme frente a la pantalla grande y gozar de
una buena película. Al finalizar, en vez de buscar la salida me encaminé
al baño.
Allí escuché a mis espaldas: "¿Usted es periodista independiente?".
Confieso que la pregunta me cortó la meada, pero enseguida comprobé
que no era un seguroso. Esa fauna tiene la costumbre de llamarnos por
nombres y apellidos e insinuarnos que están al corriente de hasta donde
el jején puso el huevo.
Asentí y al volverme vi a un hombre de unos 70 años de edad, cuyo
rostro me pareció conocido del barrio, quien mediante señas expresó su
intención de conversar conmigo afuera.
Ya en la calle se identificó a bocajarro como un revolucionario y
militante del Partido que disparó camiones de plomos en Angola y la
limpia del Escambray. Asimismo, le respondí que su biografía no me
interesaba. Pero no hubo antagonismo. El tipo me sugirió que fuera a
la calle 12 entre 1era y 3ra, para que viera lo que está haciendo la
nieta de Raúl Castro. Luego se volteó y echó a andar, hasta que la
intersección de 23 y 12 se lo tragó de un bocado.
Regla número 1: No soy un paparazzi e, igualmente, aclaro: no me
interesa para nada que Vilma Rodríguez Castro (la nieta de Raúl) y su
novio el artista plástico, Arlés del Río, tomen chocolate en la bañadera
como John y Yoko.
Pero, como toda regla tiene su excepción, y brotaron evidencias de corrupción y nepotismo en "primer grado", allá fui.
Husmeando a contraviento
La trapisonda que alborotó el gallinero del barrio apunta al destino
de un almacén de la calle 12 entre 1era y 3ra en el Vedado. Inmueble,
que según atestiguan los vecinos, primero perteneció a la dirección de
Valores del Estado y más tarde al albergue estudiantil universitario
Mario Reguera, más conocido por "los 20 pisos", local que permaneció
ocioso por varios años.
Un grupo de personas residentes en la zona que viven en condiciones
precarias solicitaron al Gobierno el recinto, con el propósito de
convertirlo en varios apartamentos, estimulados por un programa para
paliar el problema de la vivienda, a causa de los recurrentes derrumbes
que ocurren en la capital y las crecientes cifras de familias
albergadas.
La petición fue denegada. Sin embargo, el local de 10 metros de
ancho, 30 metros de largo y 5 metros de puntal, se está convirtiendo a
pasos acelerados en una "galería exclusiva" para el pintor/novio de la
nieta del general Raúl Castro, e hija del general de brigada Luis
Alberto Rodríguez López-Callejas, quien dirige el Grupo Administrativo
Empresarial del MINFAR (GAESA), sin dudas el mayor monopolio cubano que
atesora ganancias multimillonarias.
Varios vecinos que solicitaron el anonimato afirman que, a pesar de
las escaseces, materiales de construcción —gravilla, arena, cemento y
cabillas— llegan a la futura galería en rastras. Asimismo, una
furgoneta con chapa estatal suministra almuerzo diariamente a la brigada
de constructores que trabaja en el proyecto.
La edificación muestra en sus exteriores un revoque áspero (resano).
Una tapia perimetral de dos metros de altura y dos puertas conformadas
con perfiles y planchas de acero violan las normas urbanísticas del
Instituto Nacional de la Vivienda. Los vecinos de los edificios
adyacentes aseveran que el techo (de dos aguas) se revistió con un
material impermeable especial, no ofertado en el mercado.
Muchos de los consultados calculan que los gastos de la inversión
ascienden a cifras importantes, supuestamente imposibles de sufragar
por el bolsillo del artista, por lo que se supone que el Estado
paternalista asumirá el mayor porcentaje de los costos del "caprichito"
de la joven miembro de la estirpe Castro.
La manifiesta transgresión ha unido en un solo bando a "los pro" y
"los contra" del régimen, quienes han visto y comprobado con sus propios
ojos como los máximos dirigentes que exigen austeridad, sacrificio y
paciencia al pueblo ante la debacle socioeconómica, son los primeros en
traspasar el límite de la legalidad.
"Si el código de moral de nuestros dirigentes se resquebraja por
tales hechos", indica Carlos Manuel, un abogado residente en los
alrededores, "hará que la gente saque la conclusión de que ser honrados y
respetar las leyes es una pérdida de tiempo".
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