La
pelota es uno de los más importantes signos de identidad de los cubanos. Este
deporte les sirvió, a finales del siglo XIX, para definirse a sí mismos y
defender su derecho a la independencia. Durante toda la primera mitad del siglo
XX, los cubanos que militaron en equipos de Grandes Ligas contribuyeron de una
manera decisiva a construir la leyenda del béisbol latino.
Pocos
meses después del triunfo revolucionario, Fidel Castro decidió suprimir el
deporte profesional en Cuba. Esa medida empujó al destierro a decenas de
atletas que hoy son parte esencial de la historia del béisbol cubano. Las
consecuencias de esa autoritaria medida han llegado hasta nuestros días.
Los
peloteros cubanos que desean probar suerte en el mejor béisbol del mundo, antes
deben escapar de su país. Eso tuvo que hacer el primera base de Cienfuegos.
Apenas un año después, se convirtió en el primer novato de la historia de
Grandes Ligas en finalizar la temporada entre los primeros cinco lugares de su
liga en jonrones (36), carreras impulsadas (107) y promedio de bateo (317).
Sus
cuadrangulares, además, impusieron un récord en los Medias Blancas de Chicago para
un novato, rompiendo la marca de 35 que impuso Ron Kittle en 1983. Pito Abreu
tiene ahora la sexta mejor marca de jonrones de un novato en la historia de
Grandes Ligas.
Justo
hoy, en la sección de deportes del periódico Granma, aparece un reportaje sobre cinco basquetbolistas cubanos
que hace dos años desertaron. Obviamente, es la historia de un fracaso. Ese es
el modus operandi de un régimen mezquino, que se niega a reconocer cualquier
logro de los emigrados cubanos en cualquier ámbito.
Ni
siquiera Radio Ciudad del Mar, la emisora de Cienfuegos, mencionará el
acontecimiento. Pero el futuro se encargará de enmendar esa penosa omisión.
Ninguna de las noticias que aparecieron hoy en los periódicos cubanos será más
importante que la hazaña de Pito Abreu.
Cuando
ya nadie recuerde a ninguno de los que merecieron los titulares del 21 de
octubre en Cuba, José Dariel Abreu seguirá siendo un héroe de todos los
cubanos. Los signos de identidad no se archivan en una hemeroteca ni se deciden
en un cuartel, eso es algo que permanece guardado en el orgullo de la gente.
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