En cualquier país los aumentos incontrolados de precios se llaman
“inflación”, y cuando los precios aumentan menos que el anterior se
habla de aumento más lento de la inflación.
Menos en Cuba-Macondo.
Donde un “periodista” se atreve a escribir: “Hay desaceleraciones
malas, desaceleraciones inevitables, desaceleraciones necesarias...,
desaceleraciones buenas... Los precios en el mercado agropecuario se
desaceleraron en el primer semestre de 2014. No quiero decir que
empezaron a bajar; solo, que entre enero y junio subieron de forma más
lenta. Y eso, para mí, es una buena señal”.
¿Buena señal? ¡Triste será su vida!
Personajes así, marxistas de feria, tal vez leyeron el capítulo de la acumulación originaria en El Capital
—descriptivo, inexacto, no complicado— pero no pueden leer todo el
libro (está más allá de sus capacidades), ni siquiera el Capítulo 1,
mucha dialéctica y muy largo para mentalidad de barricada. Pero para
escribir sobre precios podían dedicarle una mirada a “Salario, precio y
ganancia”, también de Marx, y mucho más sencillo.
Así sabrían que
los precios, sin hablar de salarios, dicen poco. Si una botella de
aceite vegetal en una Tienda Recaudadora de Divisas en Cuba cuesta 2,75
CUC (equivalentes a dólares), y esa misma botella en Miami cuesta
también $2,75, aunque el periodista no lo entienda, es más cara en Cuba.
Porque el salario promedio en Cuba es de alrededor de $20 mensuales,
mientras en Miami, ciudad relativamente pobre de Estados Unidos, el
salario mínimo es $7,79 por hora, que son $62,32 diarios, $311,60 en una
semana de 5 días laborales, $1.371,04 en un mes de 22 días laborales
(antes de descontar los impuestos). Para que entiendan los aguerridos
militantes de la actualización del modelo: con el salario promedio en
Cuba se compran 7,27 botellas de aceite vegetal en un mes. Con el
salario mínimo en Miami, 498,56 de esas mismas botellas de aceite.
Salten
de inmediato los sicarios verbales a preguntar cuánto cuesta una
consulta médica en Miami y en La Habana. Cuesta más en Miami, pues en La
Habana no se paga por ella directamente, lo que no significa que sea
gratuita. Pero no se habla ahora de salud pública ni educación, aspectos
que no aborda el reportaje oficialista, sino del cronista alegre porque
este año los precios de los productos agropecuarios subieron menos que
en los dos años anteriores, aunque no entienda que si los salarios no
aumentan los trabajadores este año estarán peor que los anteriores. En
definitiva, es periodista por militancia más que por capacidad.
En
el mundo, si se habla del agromercado, con eso basta. Menos en
Cuba-Macondo, que si se habla del agromercado puede ser, según léxico de
la burocracia cubana, mercado agropecuario estatal (MAE), que vende
“productos con precios de acopio centralizados a precios minoristas
máximos”, como arroz, chícharos, frijoles, papas, boniatos. O mercado
agropecuario de oferta y demanda (MAOD), con precios “determinados
libremente según la oferta y la demanda”. O puntos de venta o quioscos
(“administrados por cualquier base productiva (estatal, UBPC, CPA y
CCS), en los que emplean su fuerza de trabajo”, o que “pueden pertenecer
a campesinos dentro de su área de producción”). Todo eso sin contar
otras formas menores ni el mercado negro en todo el país, de amplio
espectro, variedad, procedencia y calidad. Demasiados tipos de
agromercados para un solo corazón.
El mismo gacetillero
oficialista dice con otros eufemismos algo que demuestra la poca
importancia y efectividad de los inventos de la “actualización del
modelo”: “Una sola muestra para ilustrar la actual desarmonía entre la
oferta y la demanda de los artículos del agro, las 1.930.700 toneladas
—en números redondos— de viandas y hortalizas recolectadas en el primer
semestre de este año aún no alcanzan las 1.950.800 toneladas producidas
en 2007, cosecha que de todas formas no estuvo cerca de las necesidades
de la población”. Tanta palabrería para decir lo que todos sabemos: que
la producción no alcanza.
¿Qué decir si se comparara la producción
de 2014 o 2007 con la de 1989, cuando los subsidios de los “países
hermanos” eran constantes? Y si se comparara la producción agropecuaria
en cualquiera de los 55 años de “revolución” con la de 1958, cuando Cuba
lloraba, según la persistente propaganda del régimen. ¡Eso si es
“desaceleración”! ¡Y comenzó antes que el embargo!
Hay una
realidad que ningún periodista oficial toca ni con el pétalo de una
rosa: de enero de 1959 hasta hoy nunca el gobierno ha tomado en serio ni
la producción agropecuaria ni la economía: creen que Cuba funciona como
la finca de los Castro en Birán.
Y siguen creyendo, tras más de medio siglo de fracasos, que se puede dirigir la economía con eufemismos y consignas.
Quien lo dude, lea Juventud Rebelde.
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