Dr. Eugenio Yáñez
Sin
prisa, pero sin pausa, se continúa preparando en silencio desde La
Habana el paso al post-castrismo, esa etapa que debería desplegarse
en su totalidad después del 24 de febrero del año 2018, cuando Raúl
Castro ha prometido que se retiraría. De ser así, será la primera
vez en casi sesenta años que la persona que ocupe, al menos en el
aspecto formal, el cargo de gobernante cubano, no llevaría el
apellido Castro.
Algunos, con todo su derecho, tendrán una opinión diferente, pero
parece muy difícil que un descendiente de Raúl Castro, sean
Alejandro o Mariela Castro Espín, pudieran hacerse cargo de la
jefatura de la nación, independientemente de los cargos que ocupen
en estos momentos. Mucho menos factible parece que la máxima
autoridad recayera en vástagos de Fidel Castro, tanto de “Fidelito”
Castro Díaz-Balart como de su medio hermano Antonio Castro Soto del
Valle. Los otros ni siquiera cuentan.
Ese
proyecto neocastrista, con la pretensión de crear un status quo
de “aquí no ha pasado nada” y de que el crimen quede sin castigo, hace años se implementa ante la indiferencia,
abulia, ignorancia y complicidad de muchos, lo que ha permitido que
se hayan ido estableciendo lo que se podría llamar “verdades
eternas” o “axiomas” alrededor del mito de la mal llamada revolución
cubana, que se aceptan casi sin cuestionamiento por muchos, mientras
los que saben que las cosas no son exactamente como las dibujan en
La Habana no se interesan en combatirlas continuamente o a veces,
simplemente, se agotan y no entran en el ruedo de las polémicas y
choques de ideas en este sentido.
Estos axiomas que se mencionan no son solamente los más elementales
y los que de alguna manera tienen un cierto sustrato material real y
verificable en su fundamentación, como los clásicos mitos de la
excelente calidad, sin ningún tipo de fisuras ni señalamientos, de
los servicios de salud pública y educación en la Cuba de los Castro,
sino otros muchos más sutiles y profundos, que se incorporan al
imaginario popular y las leyendas urbanas casi sin cuestionamiento o
como cosas hechas o actos de fe que no vale la pena si siquiera
cuestionarse.
Por
ejemplo, el mito de que el régimen subsidia a los cubanos, basado en
todo lo que la población recibe a precios subsidiados y a la leyenda
del Papá-Estado que se pasa el tiempo alimentando a los pichones,
que solamente abren el pico para que les entreguen lo que “les
corresponde”. Sin embargo, la realidad es exactamente lo contrario,
porque es la población la que subsidia a un gobierno de parásitos
ineptos que durante más de medio siglo han sido incapaces de tomar
las indispensables medidas para elevar las condiciones de vida más
elementales para la población.
Se
repite continuamente, casi como un mantra, que el salario
promedio de los cubanos se mueve alrededor de los 20 dólares
mensuales, y no se asocia esa realidad al hecho de que aceptando,
por las razones que sean y las culpas de quien sean, esos salarios
de miseria, son los trabajadores cubanos los que están financiando a
la camarilla del gobierno que se aferra a los mecanismos del poder y
no pretende soltarlos hasta el fin de los tiempos.
¿Qué
y cuánto producen instituciones parásitas como el Partido Comunista,
los Comités de Defensa de la Revolución, la Central de Trabajadores
de Cuba o la Federación de Mujeres Cubanas? ¿De dónde salen el
dinero y los recursos para que esas instituciones existan y vegeten
perennemente? ¿De dónde salen los recursos para mantener y hacer
funcionar a las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior?
¿De
dónde salen los recursos para que se den vida de reyes determinados
inútiles parásitos de los que en algunas ocasiones se puede conocer
algo, a pesar del cuidado que el régimen ha querido mantener siempre
para proteger la vida “privada” de esos personajes? ¿Quién paga los
gastos de los paseos de Antonio Castro o Mariela Castro por el
mundo? ¿Quién paga por la afición fotográfica de Alex Castro,
prácticamente devenido fotógrafo oficial de la momia de Punto Cero?
¿Quién paga por los antojos de Fidel Castro, sea sembrando moringa o
recibiendo en su casa a un niño fanático que quiere ser como él?
¿Quién pagó la visita a New York de Vilma Rodríguez Castro, la nieta
de Raúl Castro?
Todo
eso y mucho más lo subsidian los cubanos con sus salarios de miseria
y todos sus derechos coartados, mientras todos, en Cuba y en el
extranjero, sea debido a buena fe, ignorancia, candidez o
complicidad, repiten continuamente que el gobierno subsidia a los
cubanos.
O el
otro mantra permanente de considerar al gobierno dictatorial
como si dispusiera de suficiente legitimidad para aparecer como si
fuera la nación cubana misma, y encabezar todas las informaciones
con titulares tales como que “Cuba rechaza la pretensión de
Estados Unidos de…”, o “Cuba condena a Israel por…” o
“Cuba celebra con júbilo el aniversario de…” o “Cuba reclama
la liberación de los cinco héroes antiterroristas…”.
Si
al menos la mayoría de los quince miembros del buró político del
Partido Comunista decide aprobar o condenar cualquier cosa, sobre
cualquier asunto, ¿por qué tantos periodistas, cubanos y
extranjeros, automáticamente consideran que esa decisión expresa la
voluntad, el deseo o el sentir de la nación cubana en su conjunto, y
publican que fue “Cuba” quien hizo o dejó de hacer algo? ¿Quién
eligió a esa camarilla partidista para hablar a nombre de Cuba,
representar a Cuba, y mucho menos para mancillar a Cuba?
Porque si se observa bien, todos los titulares anteriores se
refieren en realidad a acciones que decide y ejecuta el gobierno
cubano exclusivamente, sin contar para nada en ningún momento con la
opinión o los intereses de la población, a la que nunca se preocupa
de consultar para intentar la aprobación de sus proyectos, que
impone por la fuerza, y mucho menos en las formas universalmente
aceptadas en el mundo moderno a estos efectos, que es a través de la
realización de elecciones democráticas periódicas, multipartidistas,
libres y sin coacciones.
A
todo este complejo diseño que se ha forjado paso a paso, primero
desde Punto Cero y ahora desde “La Rinconada”, contribuyen
voluntaria o involuntariamente diferentes factores que giran
alrededor del tema cubano. Y aunque son varios los frentes en que se
libra esta contienda, que de pacífica no tiene mucho, uno de los más
significativos y de los que más influencia puede ejercer en
corazones y mentes y en la conformación de opiniones en todo el
mundo, es el grupo integrado por los periodistas y la prensa en su
sentido más amplio, es decir, en todas las variantes en que se puede
expresar: escrita, radial, televisiva y digital.
La prensa extranjera acreditada en Cuba
Uno
de esos frentes, bastante visible, es el que está formado por el
colectivo de los corresponsales de prensa extranjera acreditados en
La Habana. Está claro que el precio que deben pagar las agencias de
prensa extranjeras y sus corresponsales para lograr obtener y
posteriormente mantener su acreditación en La Habana -con la nada
escondida intención de estar presentes sobre el terreno cubano “el
día que…”- supone manejar con mucho cuidado las informaciones que se
emiten y la forma en que se escribe, y todos saben perfectamente que
todo el tiempo y en todas partes están bajo la rigurosa lupa del
Centro Internacional de Prensa del gobierno cubano, institución que
cuando considere conveniente revocarle la acreditación o no
renovársela a cualquier agencia o periodista que “se porte mal” lo
hará sin miramientos.
Sin
embargo, si no en todas al menos en demasiadas ocasiones, el exceso
de prudencia en los enfoques de muchos corresponsales termina,
quieran o no, en elaborar informaciones que resultan muy gratas a la
dictadura y que en muy pocas ocasiones hacen un esfuerzo para darle
un sentido más balanceado a la información que manejan.
Antes que todo está el conocido caso de la señora Andrea Rodríguez,
corresponsal de la Associated Press (AP) acreditada en Cuba. Se dice
que está casada y tiene hijos con un oficial de la inteligencia
cubana, lo que ya podría indicar la orientación ideológica de esta
“periodista”. Sus trabajos se han caracterizado últimamente por
continuas “denuncias” de las terribles maldades que el gobierno
americano lleva a cabo permanentemente contra la angelical dictadura
cubana, que de inmediato reproduce y multiplica con todos los medios
de divulgación a su alcance esos textos de la señora Rodríguez.
Aunque a falta de evidencias específicas no sea correcto decir que
sea una agente de la inteligencia cubana, seguramente se podría
decir sin temor a equivocaciones que las actividades de esta
periodista son lo que más se parece a lo que haría una agente de la
inteligencia cubana.
Sin
embargo, aunque ella es la más destacada en este aspecto, donde
continuamente gana la “emulación”, hay otros corresponsales
acreditados en La Habana con posiciones muy significativas que, en
última instancia, elaboran informaciones que al final del camino
resultan convenientes al régimen, aunque no tan escandalosamente
como el caso citado.
Tal
es la situación del señor Carlos Batista, de la Agencia Francesa de
Prensa (AFP). El señor acostumbra reforzar sus informaciones desde
La Habana ofreciendo criterios de académicos sobre el tema en
cuestión, ya sea porque les pregunta directamente o porque cita
textos de algunos de ellos.
Nada
malo habría en esa práctica si el periodista fuera un poco más
equitativo en la selección de sus fuentes de apoyo, pero el problema
del corresponsal de AFP en La Habana es la frecuencia con que
recurre a un pequeño grupo de peculiares personajes, donde se
destacan especialistas calificados como Carlos Alzugaray y Jesús
Arboleya, a quienes se refiere siempre como académicos y
ex-diplomáticos del gobierno cubano, lo cual es absolutamente
cierto, pero parece que continuamente se obvia el hecho y no se hace
referencia ni se menciona nunca ni de pasada que muchos consideran
que también esos individuos con una extenso currículum en el
servicio exterior cubano tienen que tener también una interesante
hoja de servicios en el aparato de inteligencia del régimen.
Cita
igualmente, con bastante frecuencia, al también académico Esteban
Morales, un graduado de la Universidad Lomonosov, veterano
investigador y fundador del Centro de Estudios sobre Estados Unidos
de la Universidad de La Habana, institución que dirigió entre 1980 y
1999, y de la cual continúa siendo presidente honorario en estos
momentos. ¿Puede alguien en su sano juicio creer que quien dirija
ese Centro de la Universidad de La Habana que tributa todos sus
resultados investigativos, de estudios y de contactos con personal
norteamericano al Partido Comunista cubano, se podría limitar
estrictamente a actividades de investigaciones académicas puras, sin
ninguna relación con funciones de inteligencia y contrainteligencia
a favor del gobierno cubano?
Para
“balancear” el enfoque ideológico de sus informaciones, el
corresponsal de la AFP no se limita a los funcionarios cubanos en el
país, y busca también académicos cubanos en Estados Unidos. Pero,
¡oh sorpresa!, muchas veces utiliza a profesores cuyas opiniones son
bastante coincidentes con las del gobierno cubano, y continuamente
se decanta, demasiado, nada menos que por el profesor Arturo
López-Levy, eterno aspirante a un doctorado que no acaba de culminar
en Denver, Colorado, graduado del Instituto Superior de Relaciones
Internacionales en Cuba, y a quien muchos consideran que nunca ha
dejado de ser oficial de la inteligencia cubana.
Sin
entrar en detalles que en estos momentos no conducirían a mucho más
con relación al tema que se aborda, baste señalar que este
académico, cuando se le consultó su criterio sobre el hecho de que
la infanta Mariela Castro había votado en contra de la aprobación
del Código del Trabajo en la Asamblea Nacional del Poder Popular,
por considerar que no garantizaba adecuadamente protecciones para
personas con orientación sexual alternativa, definió ese voto en
contra de la hija de Raúl Castro como “un acto auténtico de la
sociedad civil cubana”. Escandaloso. Algo que ni él mismo se lo debe
creer.
Otros corresponsales, en posiciones menos evidentes que los
mencionados anteriormente, también pueden contribuir y contribuyen a
la distorsión de las realidades cubanas hiperbolizando el alcance de
las “reformas” raulistas y, por ejemplo, dándole a quienes
rellenan fosforeras, pasean perros, forran botones o pelan frutas,
la categoría de “pequeños empresarios privados” o “emprendedores”.
En
cierto sentido este es el caso de algunos corresponsales de Reuters
en La Habana, que aunque elaboran trabajos muy interesantes y
fundamentados, también se están refiriendo continuamente a la
cantidad total de personas que han solicitado la licencia para
trabajar por cuenta propia durante todo el tiempo que ha existido
esa posibilidad en los últimos años, información que resulta algo
muy conveniente, pero nunca mencionan cuántos de aquellos terminan
devolviendo su licencia por la cantidad de limitaciones, extorsiones
y coyundas, tanto de inspectores venales como de policías corruptos,
bajo las que tienen que trabajar, lo cual termina reduciendo la
cifra real -y nunca mencionada por el régimen- de los que ejercen la
actividad por cuenta propia en un momento determinado a muchas menos
personas que el número total de las que hayan solicitado la
licencia.
Un
caso aparte es el de Fernando Ravsberg y sus Cartas desde Cuba.
Colaborador de la BBC londinense venido a menos, después de casi
veinte años residiendo en La Habana y tras haber fundado una familia
en la Isla, actualmente no está demasiado claro su estatus como
corresponsal extranjero de alguna agencia de prensa, periodista
freelancer, o simplemente un extranjero residiendo en Cuba que
además de eso publica su propio blog.
Algunos cubanos que aparentemente le han seguido la pista señalan
que en realidad no es un uruguayo, como se presenta, sino un
salvadoreño, y además afiliado al Frente Farabundo Martí de
Liberación Nacional (FMLN) -ahora en el poder en ese país- aunque
eso no cambia su categoría profesional ni la calidad de su trabajo,
ampliamente demostrada. Intenta ser “objetivo” en sus informaciones,
con todos los riesgos que eso significa intentarlo desde La Habana,
y muchas veces lo logra, aunque no es muy bien recibido desde las
filas del anticastrismo, y otras veces parece estar tan interesado
en quedar bien con la dictadura que propone absurdos tales como una
especie de quid pro quo que implique liberar los presos
políticos en la Isla a cambio de los terroristas detenidos por
Estados Unidos en Guantánamo, a los que también sindica como presos
políticos. Sin embargo, a pesar de esas veleidades y muchas otras,
tiene un profundo conocimiento de la situación cubana y siempre
resulta una fuente importante de información sobre las realidades de
la Isla, más allá de los permanentes delirios de La Habana y Miami.
Otro
grupo interesante de corresponsales escribe desde La Habana para
Inter Press Service Cuba (IPS), mantienen un alto nivel periodístico
en sus informaciones, trabajan en detalle temas de sociología, medio
ambiente, cultura, género y población, salud y ciencia, y
acostumbran dar participación en sus páginas a plumas respetables
como la del laureado escritor cubano Leonardo Padura.
Sin
embargo, siempre suelen quedarse cortos en los temas que ellos
mismos clasifican como “política” y “economía”, donde, aunque
trabajen con mucha seriedad, como es habitual en ellos, no pueden
ocultar sus inclinaciones de simpatías hacia la izquierda, lo cual
no es nada negativo per se, pero que terminan siempre, cuando
quieren ser críticos y analíticos, como dicen los cubanos, jugando
con la cadena, pero nunca con el mono.
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