miércoles, septiembre 17, 2014

El post-castrismo y la prensa

Dr. Eugenio Yáñez
Sin prisa, pero sin pausa, se continúa preparando en silencio desde La Habana el paso al post-castrismo, esa etapa que debería desplegarse en su totalidad después del 24 de febrero del año 2018, cuando Raúl Castro ha prometido que se retiraría. De ser así, será la primera vez en casi sesenta años que la persona que ocupe, al menos en el aspecto formal, el cargo de gobernante cubano, no llevaría el apellido Castro.

Algunos, con todo su derecho, tendrán una opinión diferente, pero parece muy difícil que un descendiente de Raúl Castro, sean Alejandro o Mariela Castro Espín, pudieran hacerse cargo de la jefatura de la nación, independientemente de los cargos que ocupen en estos momentos. Mucho menos factible parece que la máxima autoridad recayera en vástagos de Fidel Castro, tanto de “Fidelito” Castro Díaz-Balart como de su medio hermano Antonio Castro Soto del Valle. Los otros ni siquiera cuentan.

Ese proyecto neocastrista, con la pretensión de crear un status quo de “aquí no ha pasado nada” y de que el crimen quede sin castigo, hace años se implementa ante la indiferencia, abulia, ignorancia y complicidad de muchos, lo que ha permitido que se hayan ido estableciendo lo que se podría llamar “verdades eternas” o “axiomas” alrededor del mito de la mal llamada revolución cubana, que se aceptan casi sin cuestionamiento por muchos, mientras los que saben que las cosas no son exactamente como las dibujan en La Habana no se interesan en combatirlas continuamente o a veces, simplemente, se agotan y no entran en el ruedo de las polémicas y choques de ideas en este sentido.

Estos axiomas que se mencionan no son solamente los más elementales y los que de alguna manera tienen un cierto sustrato material real y verificable en su fundamentación, como los clásicos mitos de la excelente calidad, sin ningún tipo de fisuras ni señalamientos, de los servicios de salud pública y educación en la Cuba de los Castro, sino otros muchos más sutiles y profundos, que se incorporan al imaginario popular y las leyendas urbanas casi sin cuestionamiento o como cosas hechas o actos de fe que no vale la pena si siquiera cuestionarse.

Por ejemplo, el mito de que el régimen subsidia a los cubanos, basado en todo lo que la población recibe a precios subsidiados y a la leyenda del Papá-Estado que se pasa el tiempo alimentando a los pichones, que solamente abren el pico para que les entreguen lo que “les corresponde”. Sin embargo, la realidad es exactamente lo contrario, porque es la población la que subsidia a un gobierno de parásitos ineptos que durante más de medio siglo han sido incapaces de tomar las indispensables medidas para elevar las condiciones de vida más elementales para la población.

Se repite continuamente, casi como un mantra, que el salario promedio de los cubanos se mueve alrededor de los 20 dólares mensuales, y no se asocia esa realidad al hecho de que aceptando, por las razones que sean y las culpas de quien sean, esos salarios de miseria, son los trabajadores cubanos los que están financiando a la camarilla del gobierno que se aferra a los mecanismos del poder y no pretende soltarlos hasta el fin de los tiempos.

¿Qué y cuánto producen instituciones parásitas como el Partido Comunista, los Comités de Defensa de la Revolución, la Central de Trabajadores de Cuba o la Federación de Mujeres Cubanas? ¿De dónde salen el dinero y los recursos para que esas instituciones existan y vegeten perennemente? ¿De dónde salen los recursos para mantener y hacer funcionar a las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior?

¿De dónde salen los recursos para que se den vida de reyes determinados inútiles parásitos de los que en algunas ocasiones se puede conocer algo, a pesar del cuidado que el régimen ha querido mantener siempre para proteger la vida “privada” de esos personajes? ¿Quién paga los gastos de los paseos de Antonio Castro o Mariela Castro por el mundo? ¿Quién paga por la afición fotográfica de Alex Castro, prácticamente devenido fotógrafo oficial de la momia de Punto Cero? ¿Quién paga por los antojos de Fidel Castro, sea sembrando moringa o recibiendo en su casa a un niño fanático que quiere ser como él? ¿Quién pagó la visita a New York de Vilma Rodríguez Castro, la nieta de Raúl Castro?

Todo eso y mucho más lo subsidian los cubanos con sus salarios de miseria y todos sus derechos coartados, mientras todos, en Cuba y en el extranjero, sea debido a buena fe, ignorancia, candidez o complicidad, repiten continuamente que el gobierno subsidia a los cubanos.

O el otro mantra permanente de considerar al gobierno dictatorial como si dispusiera de suficiente legitimidad para aparecer como si fuera la nación cubana misma, y encabezar todas las informaciones con titulares tales como que “Cuba rechaza la pretensión de Estados Unidos de…”, o “Cuba condena a Israel por…” o “Cuba celebra con júbilo el aniversario de…” o “Cuba reclama la liberación de los cinco héroes antiterroristas…”.

Si al menos la mayoría de los quince miembros del buró político del Partido Comunista decide aprobar o condenar cualquier cosa, sobre cualquier asunto, ¿por qué tantos periodistas, cubanos y extranjeros, automáticamente consideran que esa decisión expresa la voluntad, el deseo o el sentir de la nación cubana en su conjunto, y publican que fue “Cuba” quien hizo o dejó de hacer algo? ¿Quién eligió a esa camarilla partidista para hablar a nombre de Cuba, representar a Cuba, y mucho menos para mancillar a Cuba?

Porque si se observa bien, todos los titulares anteriores se refieren en realidad a acciones que decide y ejecuta el gobierno cubano exclusivamente, sin contar para nada en ningún momento con la opinión o los intereses de la población, a la que nunca se preocupa de consultar para intentar la aprobación de sus proyectos, que impone por la fuerza, y mucho menos en las formas universalmente aceptadas en el mundo moderno a estos efectos, que es a través de la realización de elecciones democráticas periódicas, multipartidistas, libres y sin coacciones. 

A todo este complejo diseño que se ha forjado paso a paso, primero desde Punto Cero y ahora desde “La Rinconada”, contribuyen voluntaria o involuntariamente diferentes factores que giran alrededor del tema cubano. Y aunque son varios los frentes en que se libra esta contienda, que de pacífica no tiene mucho, uno de los más significativos y de los que más influencia puede ejercer en corazones y mentes y en la conformación de opiniones en todo el mundo, es el grupo integrado por los periodistas y la prensa en su sentido más amplio, es decir, en todas las variantes en que se puede expresar: escrita, radial, televisiva y digital.

La prensa extranjera acreditada en Cuba

Uno de esos frentes, bastante visible, es el que está formado por el colectivo de los corresponsales de prensa extranjera acreditados en La Habana. Está claro que el precio que deben pagar las agencias de prensa extranjeras y sus corresponsales para lograr obtener y posteriormente mantener su acreditación en La Habana -con la nada escondida intención de estar presentes sobre el terreno cubano “el día que…”- supone manejar con mucho cuidado las informaciones que se emiten y la forma en que se escribe, y todos saben perfectamente que todo el tiempo y en todas partes están bajo la rigurosa lupa del Centro Internacional de Prensa del gobierno cubano, institución que cuando considere conveniente revocarle la acreditación o no renovársela a cualquier agencia o periodista que “se porte mal” lo hará sin miramientos.

Sin embargo, si no en todas al menos en demasiadas ocasiones, el exceso de prudencia en los enfoques de muchos corresponsales termina, quieran o no, en elaborar informaciones que resultan muy gratas a la dictadura y que en muy pocas ocasiones hacen un esfuerzo para darle un sentido más balanceado a la información que manejan.

Antes que todo está el conocido caso de la señora Andrea Rodríguez, corresponsal de la Associated Press (AP) acreditada en Cuba. Se dice que está casada y tiene hijos con un oficial de la inteligencia cubana, lo que ya podría indicar la orientación ideológica de esta “periodista”. Sus trabajos se han caracterizado últimamente por continuas “denuncias” de las terribles maldades que el gobierno americano lleva a cabo permanentemente contra la angelical dictadura cubana, que de inmediato reproduce y multiplica con todos los medios de divulgación a su alcance esos textos de la señora Rodríguez. Aunque a falta de evidencias específicas no sea correcto decir que sea una agente de la inteligencia cubana, seguramente se podría decir sin temor a equivocaciones que las actividades de esta periodista son lo que más se parece a lo que haría una agente de la inteligencia cubana.

Sin embargo, aunque ella es la más destacada en este aspecto, donde continuamente gana la “emulación”, hay otros corresponsales acreditados en La Habana con posiciones muy significativas que, en última instancia, elaboran informaciones que al final del camino resultan convenientes al régimen, aunque no tan escandalosamente como el caso citado.

Tal es la situación del señor Carlos Batista, de la Agencia Francesa de Prensa (AFP). El señor acostumbra reforzar sus informaciones desde La Habana ofreciendo criterios de académicos sobre el tema en cuestión, ya sea porque les pregunta directamente o porque cita textos de algunos de ellos.

Nada malo habría en esa práctica si el periodista fuera un poco más equitativo en la selección de sus fuentes de apoyo, pero el problema del corresponsal de AFP en La Habana es la frecuencia con que recurre a un pequeño grupo de peculiares personajes, donde se destacan especialistas  calificados como Carlos Alzugaray y Jesús Arboleya, a quienes se refiere siempre como académicos y ex-diplomáticos del gobierno cubano, lo cual es absolutamente cierto, pero parece que continuamente se obvia el hecho y no se hace referencia ni se menciona nunca ni de pasada que muchos consideran que también esos individuos con una extenso currículum en el servicio exterior cubano tienen que tener también una interesante hoja de servicios en el aparato de inteligencia del régimen.

Cita igualmente, con bastante frecuencia, al también académico Esteban Morales, un graduado de la Universidad Lomonosov, veterano investigador y fundador del Centro de Estudios sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana, institución que dirigió entre 1980 y 1999, y de la cual continúa siendo presidente honorario en estos momentos. ¿Puede alguien en su sano juicio creer que quien dirija ese Centro de la Universidad de La Habana que tributa todos sus resultados investigativos, de estudios y de contactos con personal norteamericano al Partido Comunista cubano, se podría limitar estrictamente a actividades de investigaciones académicas puras, sin ninguna relación con funciones de inteligencia y contrainteligencia a favor del gobierno cubano?

Para “balancear” el enfoque ideológico de sus informaciones, el corresponsal de la AFP no se limita a los funcionarios cubanos en el país, y busca también académicos cubanos en Estados Unidos. Pero, ¡oh sorpresa!, muchas veces utiliza a profesores cuyas opiniones son bastante coincidentes con las del gobierno cubano, y continuamente se decanta, demasiado, nada menos que por el profesor Arturo López-Levy, eterno aspirante a un doctorado que no acaba de culminar en Denver, Colorado, graduado del Instituto Superior de Relaciones Internacionales en Cuba, y a quien muchos consideran que nunca ha dejado de ser oficial de la inteligencia cubana.

Sin entrar en detalles que en estos momentos no conducirían a mucho más con relación al tema que se aborda, baste señalar que este académico, cuando se le consultó su criterio sobre el hecho de que la infanta Mariela Castro había votado en contra de la aprobación del Código del Trabajo en la Asamblea Nacional del Poder Popular, por considerar que no garantizaba adecuadamente protecciones para personas con orientación sexual alternativa, definió ese voto en contra de la hija de Raúl Castro como “un acto auténtico de la sociedad civil cubana”. Escandaloso. Algo que ni él mismo se lo debe creer.

Otros corresponsales, en posiciones menos evidentes que los mencionados anteriormente, también pueden contribuir y contribuyen a la distorsión de las realidades cubanas hiperbolizando el alcance de las “reformas” raulistas y, por ejemplo, dándole a quienes rellenan fosforeras, pasean perros, forran botones o pelan frutas, la categoría de “pequeños empresarios privados” o “emprendedores”.

En cierto sentido este es el caso de algunos corresponsales de Reuters en La Habana, que aunque elaboran trabajos muy interesantes y fundamentados, también se están refiriendo continuamente a la cantidad total de personas que han solicitado la licencia para trabajar por cuenta propia durante todo el tiempo que ha existido esa posibilidad en los últimos años, información que resulta algo muy conveniente, pero nunca mencionan cuántos de aquellos terminan devolviendo su licencia por la cantidad de limitaciones, extorsiones y coyundas, tanto de inspectores venales como de policías corruptos, bajo las que tienen que trabajar, lo cual termina reduciendo la cifra real -y nunca mencionada por el régimen- de los que ejercen la actividad por cuenta propia en un momento determinado a muchas menos personas que el número total de las que hayan solicitado la licencia.

Un caso aparte es el de Fernando Ravsberg y sus Cartas desde Cuba. Colaborador de la BBC londinense venido a menos, después de casi veinte años residiendo en La Habana y tras haber fundado una familia en la Isla, actualmente no está demasiado claro su estatus como corresponsal extranjero de alguna agencia de prensa, periodista freelancer, o simplemente un extranjero residiendo en Cuba que además de eso publica su propio blog.

Algunos cubanos que aparentemente le han seguido la pista señalan que en realidad no es un uruguayo, como se presenta, sino un salvadoreño, y además afiliado al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) -ahora en el poder en ese país- aunque eso no cambia su categoría profesional ni la calidad de su trabajo, ampliamente demostrada. Intenta ser “objetivo” en sus informaciones, con todos los riesgos que eso significa intentarlo desde La Habana, y muchas veces lo logra, aunque no es muy bien recibido desde las filas del anticastrismo, y otras veces parece estar tan interesado en quedar bien con la dictadura que propone absurdos tales como una especie de quid pro quo que implique liberar los presos políticos en la Isla a cambio de los terroristas detenidos por Estados Unidos en Guantánamo, a los que también sindica como presos políticos. Sin embargo, a pesar de esas veleidades y muchas otras, tiene un profundo conocimiento de la situación cubana y siempre resulta una fuente importante de información sobre las realidades de la Isla, más allá de los permanentes delirios de La Habana y Miami.

Otro grupo interesante de corresponsales escribe desde La Habana para Inter Press Service Cuba (IPS), mantienen un alto nivel periodístico en sus informaciones, trabajan en detalle temas de sociología, medio ambiente, cultura, género y población, salud y ciencia, y acostumbran dar participación en sus páginas a plumas respetables como la del laureado escritor cubano Leonardo Padura.

Sin embargo, siempre suelen quedarse cortos en los temas que ellos mismos clasifican como “política” y “economía”, donde, aunque trabajen con mucha seriedad, como es habitual en ellos, no pueden ocultar sus inclinaciones de simpatías hacia la izquierda, lo cual no es nada negativo per se, pero que terminan siempre, cuando quieren ser críticos y analíticos, como dicen los cubanos, jugando con la cadena, pero nunca con el mono.

Continuar leyendo en cubanalisis >>

No hay comentarios:

Publicar un comentario