Que el Consejo de Ministros de Cuba se haya reunido en la noche de un viernes para hacer una Declaración acerca de los perfumes “Hugo” y “Ernesto” es todavía más ridículo que la idea de producirlos.
Pero además de ridículo es peligroso. Entre otras cosas por el
mensaje de fragilidad que envía en medio de un mundo virtual. La
Declaración del Consejo de Ministros muestra que el gobierno de Raúl
Castro es chantajeable, manipulable, trajinable. Si no por la oposición o
la invasión extranjera, al menos por “el qué dirán”.
Por añadidura, es injusto sancionar a un funcionario comunista que en
el peor de los casos (en el mejor se trataría de un homenaje sincero)
lo que deseaba era congratular y anotarse un punto con la elite
doctrinaria-militar, para poder conservar su puesto en la estructura de
la Cuba raulista.
En verdad, existen pocas acciones más desacralizadoras de la imagen
del Che Guevara que la de sus descendientes haciendo turismo por todo el
mundo en calidad de vendedores ambulantes de una mercancía barata
concretada en películas, conferencias y emociones actuadas sobre “Ese lindo futuro que tanto añoraba papá”.
Los cubanos no enmiendan errores por pragmatismo o humildad sino por
soberbia y temor al ridículo. Al papelazo. Para borrar hasta la misma
posibilidad de haberlos cometido y obtener licencia para cometer otros
errores más desastrosos todavía. Más honorable que “rectificar errores”
(o “tendencias negativas” en el perfumar) es persistir en los mismos y
arrastrarlos como una prueba de que cualquiera es falible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario