El ganado pastando en las pistas de atletismo del Estadio Panamericano/ Mas fotos en Cubanet |
LA HABANA, Cuba.- Lo más recordado del verano de 1991, en Cuba, tal
vez sean los XI Juegos Panamericanos, celebrados en La Habana entre el 2
y el 18 de agosto de ese año. No sé si “celebración” sea el vocablo más
acertado cuando el suceso involucró tanta angustia para el pueblo
cubano.
Casi medio millón de personas trabajaron sin descanso en las obras de
construcción de las instalaciones deportivas que habrían de acoger a
los deportistas de 39 naciones. A pesar de la crisis económica y
política, el país se movilizó en pleno durante largos meses, porque
había que regalarle a Fidel Castro el espectáculo soñado para celebrar
su cumpleaños 65.
No importaba que el socialismo se estuviera desmoronando o que, como
consecuencia del corte de suministros de alimentos y combustible
provenientes de Rusia, en las cocinas de los trabajadores no existiera
ni un pedazo de pan viejo para llevarse a la boca. El gobernante,
fanático de los deportes, deseaba un poco de circo y no vaciló en
malgastar las finanzas del país, en ruinas, en una pelea de gladiadores
donde el pueblo sería el verdadero objeto de sacrificio.
Miles de horas de trabajo obligatorio, no remunerado en ocasiones;
millones de brazos de mujeres, niños, hombres y ancianos levantando
estadios, hoteles y otras edificaciones que, al pasar los pocos días de
fiesta, no servirían para nada más; millones de dólares dilapidados en
cientos de kilómetros cuadrados de abandono y desolación; numerosas
familias, por más de una década, padeciendo hambre y enfermedades a
causa de la desnutrición para satisfacer el antojo de uno solo.
Transcurridos 23 años, cuando muchos cubanos atraviesan el túnel de
la Bahía camino hacia la zona este de la capital y observan lo que
fueran campos deportivos, plazas, monumentos e inmuebles hoy cayéndose a
pedazos, solo dan gracias, en primer lugar, al cielo por estar vivos a
pesar de tanta locura y, en segundo, al Comité Olímpico Internacional
por no haber permitido, en años más recientes, que celebraran una
olimpiada en Cuba, porque habría arrojado en sus hogares más penurias
que esas que cualquiera alcanza a ver donde quiera que torne la vista.
En su discurso en la inauguración de la Villa Panamericana, en julio
de 1991, quizás Fidel Castro solo dijo una verdad innegable cuando
señaló: “Por eso decimos que habrá dos épocas en la historia de nuestra
arquitectura: antes de los Panamericanos y después de los
Panamericanos”. Las desolaciones que ha captado nuestra cámara,
irónicamente, no le dejan mentir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario