martes, agosto 05, 2014

Cuba: Oposición le(g)al y “Bullshit”

Hay gente de carne y hueso que deciden —antes de ponerse a construir en el aire “caminos de estabilidad y progreso”, como Roberto Veiga, o plantearse “dilemas de la lealtad”, como Lenier González— entrar al debate político por la única puerta desprovista de “los candados de la lealtad” que, como bien señala Armando Chaguaceda, cierran el paso a toda oposición legal.
Esa única puerta es el voto libre, igual y secreto que la Constitución y la Ley Electoral refrendan. Tal como explica Rafael Rojas, la oposición leal entraña lealtad a la Constitución, incluso para reformarla o abandonarla. Solo que no tiene que construirse, porque preexiste al juego lingüístico que viene dándosele en el espacio laical. Para comprobarlo basta ejemplificar con las cinco elecciones directas de diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular (AN).
Opositores le(g)ales
El gobierno hace campaña para que los electores voten por todos, algunos o al menos uno de los candidatos en lista única. Quienes anulan o dejan en blanco sus boletas manifiestan claramente su oposición de acuerdo con el voto libre, igual y secreto prescrito constitucionalmente. Hay también opositores entre quienes se abstienen de ir a votar, pero como no serían todos, al solo efecto del ejemplo se contarán todos para calcular el porcentaje de la oposición con respecto a los electores registrados y se indicará que en todo caso ese porcentaje sería menor.
  • 24 de febrero de 1993: No votaron 34 mil y 552 mil anularon o dejaron en blanco sus boletas (menos del 7,4 % de oposición).
  • 11 de enero de 1998: No votaron 133 mil y 398 mil anularon o dejaron en blanco sus boletas (menos del 6,7 % de oposición).
  • 19 de enero de 2003: No votaron 197 mil y 313 mil anularon o dejaron en blanco sus boletas (menos del 6,1 % de oposición).
  • 20 de enero de 2008: No votaron 264 mil y 392 mil anularon o dejaron en blanco sus boletas (menos del 7,7 % de oposición).
  • 3 de febrero de 2013: No votaron 754 mil y 444 mil anularon o dejaron en blanco sus boletas (menos del 13,9 % de oposición).
Haroldo Dilla trata con guantes de seda los juegos lingüísticos de oposición leal, nacionalismo revolucionario y otros que Veiga y González vienen manejando desde que el finado monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal abrió el frente del saber laical en el Arzobispado de La Habana. Su tesitura opositora, como advirtió el filósofo Emilio Ichikawa, no se orienta hacia la democracia, sino al despotismo ilustrado. Su clave sociopolítica no son ni los opositores le(g)ales entre los electores ni muchos menos los feligreses católicos, que amén de ser pocos suelen acordarse del Papa y Jesucristo al unísono con Santa Bárbara.
Bullshit
Dilla llama respetuosamente “acompañamiento crítico sistémico” a las tentativas de Veiga y González para comunicar impresiones favorables a un mandón con orejas (Ichikawa) o un tirano receptivo (Rojas). Esas tentativas de ilustrar al gobernante parecen encajar mejor en la noción de bullshit que pergeñó Harry G. Frankfurt (On Bullshit, Princeton University Press, 2005).
Bullshit es peor enemigo de la verdad que la propia mentira. El gobernante mentiroso, por ejemplo, tiene que saber más o menos cuál es la verdad para esconderla mejor al engañar a los gobernados; por el contrario, el practicante de bullshit no tiene interés alguno por la verdad, sino por adelantar determinada agenda impresionista.
Son bullshiters todos los disidentes a quienes el jefe de la SINA Jonathan Farrar preguntó sobre sus programas políticos y no tenían “plataformas diseñadas para llegar a un amplio sector de la sociedad”, sino agendas para conseguir recursos fuera y ripiarse entre ellos dentro.
Frankfurt subraya que los bullshiters se desfogan en juegos lingüísticos para impresionar a las audiencias y así es pura bullshit proferir que la oposición no es pacífica, sino cívica, o presentar como “iniciativa por la libertad en Cuba” el reciclaje del viejo disparate de hacer campaña por un plebiscito sin tener un solo diputado a favor en la AN, que es la única autoridad facultada por la Constitución para “disponer la convocatoria” de aquel (Artículo 75.u).
Así mismo es bullshit el intento de comunicar por cualquier medio la impresión de hacer política sin haberse atenido jamás a que una minoría activa tiene que movilizar a la mayoría indiferente. Ningún debate dentro ni alrededor del espacio laical podrá subsanar que es mucho más fácil cocinarse en salsa propia que meterle el coco a la situación política en la Isla para dar alguna salida práctica hacia otra Cuba mejor.
Mecánica popular
Como bien afirmó Rojas, la oposición leal a la Constitución tiene que serlo realmente con ánimo de reformarla y aun desecharla. La salida práctica sería entonces tomar el poder por vía electoral. Frente a la cruel dictadura y en medio de la crisis permanente de la economía, el pueblo de Cuba, amante de la libertad y la democracia, parece ser electorado propicio para que los líderes de la oposición legal concluyan en las urnas el exorcismo contra el miedo, la autoridad y el misterio.
  • En cada circunscripción, los electores postularían y elegirían a opositores le(g)ales como delegados a las Asambleas Municipales (AM)
  • En cada AM, los opositores le(g)ales electos como delegados serían mayoría para rechazar a los precandidatos a diputados propuestos por la Comisión de Candidaturas hasta lograr que la mayoría de los nominados sean también opositores le(g)ales
  • En la AN, los opositores le(g)ales electos como diputados tendría la mayoría de dos tercios para reformar la Constitución por votación nominal y convocar a referendo en confirmación de las reformas sustanciales, que pudieran llegar, como admitió Castro, a revocar el socialismo irrevocable (Biografía a dos voces, Debate, 2006, página 555).
La disidencia, oposición o resistencia elude esto como misión imposible y se excusa con la misma represión que enfrenta en nombre del pueblo de Cuba. Así desembocamos en la bullshit de líderes opositores sin masa, proyectos fútiles, organizaciones postalitas y alardes mediáticos que jamás conducirán a la otra salida posible: la revuelta popular. La gente en Cuba y en el exilio no se deja matar ya por ninguna idea ni llegaría hasta la muerte por ninguna pasión política.
Coda
Al concurrir al colegio electoral, cada elector registrado recibe una boleta de papel y entra a una cabina opaca para hacer con ellas lo que le dé la gana: marcar alguna casilla para votar por todos, algunos o al menos un candidato; dejar la boleta en blanco o anularla de algún modo, desde hacer un garabato hasta escribir un improperio contra Castro. Enseguida sale de la cabina con su boleta doblada para colarla por la hendija de un cajón también opaco y salir andando. Terminada la votación se abren las urnas para ver si la lista (de electores) coincide con el billete (electoral). Al contarse las boletas se van separando aquellas en blanco o nulas. Todo elector tiene derecho a presenciar los escrutinios y a dar tángana si nota fraude.
No hay que andarse con bullshit. Luego de casi dos décadas sin concurrir a elecciones, los cubanos dentro de la Isla se pasaron casi dos más votando solo por delegados locales, pero llevan ya dos décadas más votando en directo también por los diputados a la AN. Así que en las últimas cuatro décadas han tenido alrededor de 17 instantes de una primavera a lo Rousseau: ser libre al menos en el instante de depositar el voto. Si los cubanos no lo son ni siquiera en ese instante, tal como alega la oposición ante las votaciones abrumadoras a favor del gobierno, ¿cómo van a ser libres si no se alzan?

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