Cuarenta personalidades cubanas y norteamericanas han hecho un llamado al presidente Barack Obama para que suavice el embargo a Cuba. La iniciativa tiene una notable excepcionalidad histórica. Universalmente, los opositores a las dictaduras piden a Washington que exija a los opresores el restablecimiento del Estado de derecho o, en caso mínimo, que suavicen la represión. Carlos Saladrigas, el Cuba Study Group y los firmantes de la petición apuestan, sin embargo, por la inversión y la supresión parcial o completa del embargo en aras de una hipotética construcción (¿en tres, quince años?) de la sociedad civil.
No debemos pensar en la asfixia de la dictadura más larga,
destructora y expansionista que hayan visto las Américas. En rigor, el
solo reclamo a un incondicional e inmediato retorno a la democracia y el
enjuiciamiento de los principales actores totalitarios es criminalizado
como una invitación al baño de sangre. So pena de ser considerado
anacrónico, contraproducente y, en suma, antipatriótico, el discurso ha
de inhibirse de los más elementales principios.
Máscara de más, máscara de menos, este gesto no apunta a la supresión
del embargo, sino a consolidar económicamente a Raúl y su mafia vasalla
antes de la supresión del embargo. Al pueblo llano, el comercio de
empanadas, la reparación de aires acondicionados y el divino arte de la
peluquería. A la elite, los grandes negocios que configuran la
superestructura económica de un país. Cheo con el paladar de la esquina.
Raúl y los suyos con el puerto del Mariel.
La idea de introducirle a Raúl el Caballo de Troya de una sociedad
civil económicamente independiente, en estrecha conexión con Estados
Unidos, ofende al sentido común. Aún así, el debido respeto a las
inteligencias de Saladrigas, sus asociados y sus defensores consigue
trasladar esta petición a Obama desde el terreno de las patológicas
estupideces al terreno de los repugnantes y fraudulentos enigmas.
En este tránsito del castrismo sin mercado al castrismo con mercado
se alista todo un ejército de intelectuales, blogueros, académicos,
curas, empresarios y mucha, mucha gente de prensa. Saladrigas y el Cuba
Study Group cabalgan a la vanguardia. Ahí están sus declaraciones y sus
hechos. La propuesta de salvar a Cuba concediéndole a la dictadura una
patente de perpetuidad y enriquecimiento marca un degradante hito.
Cierto que el desarrollo económico genera democracia. Pero solo allí
donde existe un Estado de derecho. A pesar de las sanciones de medio
mundo, Irán disfruta de un mercado pujante, con sectores de tecnología y
servicios sumamente competitivos. El auge del nivel de riqueza en
Vietnam y China no impide que la pena de muerte ajuste de manera cíclica
el espacio del pensamiento no oficial.
Notemos además que a las antiguas naciones comunistas de Europa del
Este no las liberó el comercio minorista, ni siquiera la sola acción de
los sindicatos independientes y los disidentes, sino la promesa de
Gorbachov de mantener en sus cuarteles a las ocupadoras divisiones de
tanques del Ejército Rojo.
Por último, ¿la proliferación de paladares ha fortalecido a la
disidencia? ¿El incremento de vendedores de figuras de yeso logró
contener la represión? ¿Conspiran contra Raúl los amoladores de tijeras?
¿Protestaron los forradores de botones por el asesinato de Oswaldo
Payá? ¿El millonario Silvio Rodríguez compone canciones para las Damas
de Blanco? ¿Los millones de Ramiro Valdés sostienen a un sector
aperturista?
Saladrigas se pregunta qué de malo pueda haber en que un cubano de
acá invierta en la incipiente empresa de un cubano de allá. Nada, por
supuesto. La aberración consiste en pedirle la solución a Obama y no a
Raúl. Basta con restaurar las plenas libertades civiles y económicas
para todos los cubanos. Con eso desaparece la ley Helms-Burton, que
determina el embargo. Extraña que mentes tan ágiles malinterpreten
dilemas tan simples.
En el sórdido rompecabezas de Cuba han encajado nuevas piezas. Si
Obama le concede este deseo a Raúl veremos el establecimiento de jugosos
negocios de líderes, herederos y agentes económicos del castrismo
situados en las dos orillas, en conjunción con capitales
cubanoamericanos y norteamericanos. Imposible saber si Saladrigas y sus
asociados van a ganar algo. Salta a la vista todo lo que han perdido.
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