María Gabriela Chávez durante el encuentro con Fidel Castro en Punto Cero, el pasado abril. |
Por Juan Reynaldo Sánchez*
La reciente visita a La Habana de María Gabriela Chávez Colmenares,
la hija predilecta del ex mandatario venezolano Hugo Chávez, da mucho
que pensar y dista bastante del mensaje de evocación al difunto con que
trató de presentarse en los medios oficiales cubanos.
Esta visita fue para hablar del futuro de Venezuela.
No creo en absoluto que la entrevista de María Gabriela con Fidel
Castro estuviera únicamente dedicada a recordar a Chávez. Conociendo las
maniobras y la voluntad de adelantarse a los acontecimientos que
caracterizan a los viejos zorros del poder castrista, me atrevería a
asegurar que esta visita tuvo un propósito mucho más profundo y actual
que hurgar en la personalidad del desaparecido.
No debió faltar sobre la mesa de intercambio el análisis de la actual
crisis que atraviesa Venezuela y, de paso, los horizontes políticos del
chavismo, léase el relevo del actual mandatario Nicolás Maduro.
Crisis de gobernabilidad
Aunque el gobierno cubano le ha dado sostenidos espaldarazos ante la
erosión de gobernabilidad que sacude al país, los jerarcas de La Habana
están totalmente convencidos de que Maduro ha perdido seguidores y en un
futuro no muy lejano pudiera no contar siquiera con el apoyo de los más
feroces chavistas dentro del gobierno.
Los Castro saben que el país aliado necesita preparar otra figura
menos comprometida, menos viciada, a la hora de una situación de
recambio en el poder. Ni Diosdado Cabello, ni el canciller Elías Jaua ni
el vicepresidente Jorge Arreaza son ya piezas estratégicas para asumir
el liderazgo del país.
Cabello es ya es una figura desgastada del actual régimen, asociada con el despotismo castrense.
Un militar que no cuenta con suficientes simpatías populares, con una
imagen de confrontación y violencia verbal que no encaja en una lógica
de normalización y convivencia política.
Pero la obsesión castrista es prolongar el mito del chavismo, con su
carga mesiánica y su legado ideológico. ¿Y quién puede ser mejor
continuador de esa misión, una vez terminado el mandato de Maduro en el
2019 si no una figura como María Gabriela?
En cualquier circunstancia, termine o no termine Maduro su mandato
completo, o de cara a un nuevo proceso electoral, María Gabriela parece
una ficha clave para el futuro del chavismo, de la mano de los hombres
fuertes de La Habana.
La candidata elegida
De todos los actuales seguidores de Chávez es ella la que más
potencial tiene para asumir las riendas del proceso bolivariano a
mediano plazo.
Hay varios factores que apuntan en esa dirección. En primer lugar, la
ola presidencialista de mujeres en América Latina y el factor de
contrapeso que pudiera jugar María Gabriela frente a una carismática
figura de la oposición como María Corina Machado, algo que no ha pasado
inadvertido por los estrategas cubanos.
Maria Gabriela reúne todas las condiciones para ser la candidata
preferencial de La Habana. Si no lo fue antes, además de su juventud, se
debió a que los Castro confiaron en Maduro como persona educada,
entrenada y controlada por Cuba desde mucho tiempo antes de la llegada
de Chávez al poder.
Pero la idea de María Gabriela como sucesora de Chávez se valoró
desde los primeros momentos y cobró fuerza en la medida en que se fue
convirtiendo en su más cercana colaboradora. Para los Castro, el papel
que ella jugó cuando tomó la iniciativa de llamar por teléfono a su
padre cuando la intentona de golpe de estado de abril del 2002, fue
definitorio para catapultarla como la favorita. En esa ocasión fue ella
la que habló directamente con Fidel Castro y denunció a nivel
internacional lo que estaba ocurriendo con su padre en Fuerte Tiuna.
“Ha sido un golpe de Estado de una dictadura de extrema derecha. Mi
padre no renunció”, denunció María Gabriela ante los medios
internacionales.
Fidel Castro la exaltó entonces como “la heroína”.
La mejor alumna de papá
Desde el 2004, luego de la separación de Chávez y Marisabel
Rodríguez, María Gabriela comenzó a asumir funciones de primera dama y
como tal representó a Venezuela en numerosos eventos internacionales,
la Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de gobierno en Santiago
de Chile, en el 2007.
Tiene ahora 33 años, edad suficiente para ser candidata presidencial, según la Constitución venezolana.
Se trata, para decirlo en un lenguaje estrictamente castrista, de “un
cuadro político en ascenso”. La mejor alumna de su papá en términos de
formación ideológica, y fiel admiradora de Fidel Castro y de la
(aún llamada) revolución cubana.
La nota del encuentro con Fidel Castro en Punto Cero, publicada y
replicada por los medios oficiales cubanos, tuvo un propósito claro de
legitimación de la hija de Chávez como personalidad política. Si alguna
duda queda, merece echar un vistazo a los comentarios de foristas que
aparecieron en el diario Juventud Rebelde, con fecha del 29 de abril:
“LA PRÓXIMA Y PRIMERA MUJER PRESIDENTA y CHAVISTA DE VENEZUELA.
ESCRIBANLO MAJUNCHES… Qué Alegría ver a M.G. con el gran Gigante que es
Fidel. Dios los Bendiga”.
“Bueno mi guajirita como te decía tu padre, creo que te quedan muchos
retos por delante, caerías como anillo al dedo si te postularas a las
próximas elecciones Presidenciales ya que mi Comandante dejó un enorme
vacío, lo ùnico malo que veo son los buitres que se quieran aprovechar
de tu pureza sea del bando que sea, para ser Presidente no es solo ganar
elecciones, si no tener la malicia y suficiente madurez, rasgos que si
no se tiene queman a uno. Políticamente, sé que si te lo propones por
sobre encima de quien sea, lo lograras, esos caminos son muy riesgosos
pero satisfactorios, así que mi Guajirita te deseo suerte”.
El chavismo necesita una figura fresca y ligada a la estirpe de su
fundador. Aunque María Gabriela no cuenta aún con suficiente
experiencia política para asumir la presidencia del país, veremos en lo
adelante otras movidas de apuntalamiento de su figura.
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Que más quisiera yo, por el bienestar de Venezuela, que el tiempo no me diera la razón.
*Juan Reynaldo Sánchez fue escolta personal de Fidel Castro entre
1968 y 1994, con grados de teniente coronel. Fue destituido y cumplió
prisión en Cuba. Logró abandonar la isla en el 2008 y actualmente reside
en Miami. Un libro sobre su experiencia en la seguridad personal del
gobernante cubano saldrá este año con el sello de una editorial europea.
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