lunes, mayo 26, 2014

La “empresa socialista” cubana, los mitos y la desmemoria histórica [III y final]

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Dr. Eugenio Yáñez
Los últimos años de Fidel Castro en activo

El período especial resultó de maravillas para el estilo de dirección de Fidel Castro. Con el pretexto de la fortaleza sitiada exacerbado al máximo, y la escasez de recursos materiales y financieros a lo largo y ancho de la Isla, lo que menos le interesaba al Comandante en Jefe era algo diferente a su estilo caótico, voluntarista, que los aduladores pretenden describir como “carisma”. Súmese a eso el hecho innegable de que la salud del dictador se iba deteriorando a causa de su edad y dolencias que arrastraba desde mucho antes, y se podrá perfilar la forma en que funcionaba el gobierno cubano en momentos tan críticos.

El quinto congreso del Partido Comunista, celebrado entre el 8 y el 10 de octubre de 1997, resultó, como de costumbre, en la imposición de los criterios de Fidel Castro por sobre los del resto de los aparatos de dirección partidista y la base de militantes. Siempre sustentados en sus delirios y fantasías, al mismo nivel de dislate que aventuras anteriores como el Cordón de La Habana, la zafra de los diez millones de toneladas de azúcar, o la meta de producir más leche por caballería que Estados Unidos o más queso que Holanda, los acuerdos del quinto congreso del partido expresaban que la eficiencia era el objetivo central de la política económica como elemento de mayor potencialidad en el país, de manera que utilizando adecuadamente los recursos, reduciendo los costos y elevando la productividad del trabajo se ampliarían las exportaciones y consiguientemente mejoraría el acceso a los mercados de capital e inversiones.

¿Suena conocido? Naturalmente, era la misma cantaleta comenzada desde 1959 y que nunca se lograba materializar por la ineficiencia propia de un sistema social implantado por la fuerza.

De manera que ese congreso resultaba un disparate más -a la vez que sería el último cónclave que presidiría Fidel Castro como máximo jefe, aunque en aquel momento no se sabía- y se planteaba objetivos y tareas más propios de una historia de Alicia en el País de las Maravillas que de un plan serio, efectivo y responsable para el desarrollo de la economía nacional en medio de un terrible y alucinante “período especial en tiempo de paz”.

Así, se señalaron por el congreso partidista lugares comunes y metas y tareas imposibles o absurdas, como las siguientes:

·         Los principales sectores, ramas y esferas que generaban divisas deberían lograr una creciente relación favorable entre ingresos y gastos que se tradujera en el incremento de aportes netos al país y permitieran financiar otras actividades y el desarrollo.
·         La agricultura no cañera debería contribuir significativamente al balance externo del país con mayores producciones exportables, tradicionales y nuevas.
·         La agroindustria azucarera debería recuperar su papel estratégico en la economía.
·         Los ingresos externos netos de ambas actividades agrícolas deberían financiar la importación de alimentos que no se pudieran producir nacionalmente y generar un excedente para su propio desarrollo y el de otros sectores.
·         Las exportaciones deberían diversificarse y modificar su estructura hacia productos con mayor valor agregado y servicios de alta calificación.
·         Debería enfatizarse en la disciplina laboral y tecnológica y en la eficiencia energética y productiva.
·         La política inversionista y su eficacia serían cruciales para incrementar la eficiencia.
·         Los recursos de inversión importados deberían obtenerse a partir de créditos externos a la entidad, sin afectar los aportes en divisas que los inversionistas deberían hacer a la economía.
·         La sustitución de importaciones y ahorros en el consumo material serían objetivos prioritarios para reducir costos de producción en recursos externos y nacionales.
·         La situación y manejo de los recursos financieros por las empresas estarían sometidos a las tensiones pronosticadas para el conjunto de la economía.
·         Se implementaría la introducción de instrumentos de pago descontables, el estímulo y sanción a deudores con descuentos e intereses por mora, el perfeccionamiento de la gestión comercial y financiera y otras fórmulas para acelerar la rotación del dinero
·         La cooperación entre empresas debería propiciar, mediante contratos de servicios, el uso efectivo de equipos, laboratorios y maquinaria en general, limitando la inversión irracional, en particular en equipamiento con costos de adquisición y mantenimiento no justificables.
·         Emplear técnicas modernas de gestión empresarial, adecuadas a las características cubanas, basadas en las mejores y más avanzadas prácticas contemporáneas, así como el amplio uso de todas las posibilidades de las tecnologías y servicios de información y telecomunicaciones, constituirían prioridad del país para la mayor eficiencia en la gestión y los procesos productivos.
·         Hacer estudios de mercado y practicar una política gerencial dinámica y coherente como condición indispensable para acceder a ingresos y segmentos de mercado para las exportaciones.
·         Toda producción debería ser planificada integralmente teniendo en cuenta la demanda solvente a cubrir y las características de los compradores, y respaldada por un plan de negocios desde la compra de materias primas hasta la realización de lo producido.
·         Incrementar acumulación de reservas estatales para asegurar estabilidad del desarrollo económico ante situaciones excepcionales.
·         La ciencia, innovación y asimilación de tecnologías serían esenciales en la elevación de la eficiencia y condición primordial para el desarrollo, por lo que seguirían siendo de máxima prioridad.
·         Elevación de la calidad de la producción para consumo nacional y exportación, que comprendería integralmente requerimientos de elementos utilizados en el proceso, como maquinarias, locales, materias primas y materiales, higiene y seguridad del trabajo, fuerza de trabajo y preservación del medio ambiente.
·         La estricta observancia de la legislación y regulaciones para la protección del medio ambiente, recuperación y reciclaje de materias primas, deberían convertirse en norma de conducta obligada de organismos, empresas y ciudadanía en general.

Está de más decir que todos esos propósitos y sueños de una noche de verano terminaron en la entelequia y el vacío absoluto, y prácticamente nada de lo que se pretendía se logró, porque a pesar de que las muy difíciles condiciones del período especial reclamaban precisamente lo contrario -creatividad, descentralización, iniciativas, nuevos mercados y nuevas formas de gestión- el congreso partidista prefirió más de lo mismo todo el tiempo, independientemente de la palabrería hueca y proyectos sin sentido con que se adornaban esos cónclaves, que todos los escribas domesticados de la prensa oficialista exaltaban.

Fidel Castro dejó de visitar las provincias y se contentaba con enviar a sus amanuenses del Grupo de Coordinación y Apoyo a informarse y reportar la situación. Muchas veces ninguno de esos funcionarios tenía mayor nivel que los controlados, aunque se les guardara pleitesía por su cercanía con el máximo jefe, lo que fue debilitando la disciplina jerárquica. Esto, de conjunto con las visitas de ministros sin poder real a los diferentes territorios del país, fue desvinculando al Comandante de las realidades en la base, y fortaleció al máximo el papel y el poder de los primeros secretarios provinciales del partido, que en la práctica se fueron convirtiendo en verdaderos jefes de aire, mar y tierra en sus territorios, donde funcionaban con una relativa independencia que les permitía prácticamente hacer lo que desearan, siempre y cuando no obstaculizaran la aplicación de las decisiones de Fidel Castro.

El Consejo de Ministros prácticamente dejó de funcionar, y las escasas reuniones que se realizaban en esta instancia eran del Comité Ejecutivo del consejo de ministros, integrado por los vicepresidentes del gobierno, pero muchas veces, ante la ausencia de Fidel Castro y del sustituto oficial, Raúl Castro, era Carlos Lage, en su condición de secretario de ese consejo, quien las presidía. Si Lage llevaba “las riendas” del gobierno era solo en los aspectos económicos, pues en realidad nunca tuvo acceso ni mando en actividades militares, del ministerio del interior, de política exterior, salud pública o del ministerio de cultura, que se consideraban atribuciones exclusivas de Fidel Castro.

Cuando en noviembre de 1999 apareció el niño balsero Elián González flotando sobre una cámara de neumático en las aguas cercanas a las costas de Estados Unidos, después de la salida clandestina de Cuba por parte de su mamá y otras personas, que terminó en naufragio, Fidel Castro volcó inmediatamente toda su actividad, energías y recursos hacia en el “rescate” del niño-balsero que declaraba secuestrado, y obligó al país a vivir meses de extraordinaria tensión y gigantescas movilizaciones populares, que paralizaban numerosas actividades económicas y docentes.

Comenzaba a gran escala una “batalla de ideas” que se mantendría, contra toda lógica y sentido de la eficiencia, hasta la salida por enfermedad de Fidel Castro de sus cargos en el gobierno y el partido a fines de julio del 2006. Las cosas llegaron al extremo de que fue designado uno de los recaderos de Castro, salido de las “hornadas” de jóvenes que él designaba a su alrededor, en el absurdo cargo de vicepresidente del gobierno para la batalla de ideas.

Decisiones disparatadas de ese tipo se repitieron con los programas de los “trabajadores sociales”, establecidos en el año 2000, que constituyeron una especie de “guardia castrista” formada por jóvenes a cargo de vigilar e impedir hechos de corrupción que se suscitaban en todo el país, como en la venta de combustible y otras actividades, llegando a constituir grupos de choque compuestos por jóvenes supuestamente “puros” para desarrollar lo que llamaron un ejercicio profesional competente profesionalmente y comprometido con el proyecto ideo-político de la Revolución. A la tarea original se le sumaron el estudio de niños con bajo peso y otros estudios genéticos en coordinación con el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, informes sobre personas pensionadas que recibían asistencia, la atención de campamentos de verano para niños con necesidades especiales, informes sobre personas discapacitadas, estudios de población en zonas de difícil acceso, colaboración internacional, y otras tareas definidas como “de alta sensibilidad”.

En junio del 2001 Fidel Castro anunciaba durante un discurso en Güines, provincia de La Habana, el comienzo de una “larga y difícil batalla” por la liberación de los espías de la Red Avispa condenados por espionaje en Estados Unidos. Después de unas dos horas de discurso, sufrió un desvanecimiento que desató de inmediato la alarma entre sus más cercanos colaboradores. Al rato reapareció en la tribuna señalando que se encontraba bien y que posteriormente hablaría, lo que hizo esa noche, culpando al esfuerzo de preparar su discurso y al calor por el desvanecimiento, y queriendo bromear señaló “cualquiera diría que me hice el muerto para ver el entierro que me hacían”. Sin embargo, para toda Cuba y el mundo quedó claro que la salud del Comandante estaba resentida.

Entre otros proyectos descabellados de Fidel Castro en aquella época estuvo la “revolución energética”, comenzada en 2004, con la que se pretendía la sustitución de las viejas centrales termoeléctricas por generadores eléctricos y “grupos electrógenos” que deberían resultar más eficientes y evitar averías como las que continuamente se suscitaban en todos esos años del período especial, aunque la escasez de combustible y energía, y los consabidos “apagones” en el servicio eléctrico, habían sido una constante desde la década de los sesenta del siglo pasado.

Los extremos de ridiculez de este programa llegaron no solamente a la importación masiva de bombillos ahorradores de energía, lo cual sin dudas resultaba positivo. Sin embargo, en estos momentos hay un gran debate en Venezuela, porque se plantea que desde Cuba se le vendió a ese país millones de bombillos ahorradores de energía que contienen una nociva carga de mercurio que constituyen un peligro para la salud. No se dispone todavía de estudios demostrativos de esta denuncia en Venezuela, ni está claro en estos momentos si esos bombillos son similares a los distribuidos masivamente en Cuba, donde nunca se ha dicho nada en la prensa oficial, naturalmente, de un eventual peligro de tales bombillos distribuidos por órdenes de Fidel Castro.

El disparate se extendió hasta la absurda sustitución obligatoria de refrigeradores, cocinas eléctricas, ollas y ventiladores de origen estadounidense, fabricados en los años cincuenta, que todavía funcionaban en las viviendas de muchos cubanos, por artículos de fabricación china, llamados módulos de cocción eléctrica eficiente, vendidos a crédito a precios altísimos a la población, y que muchas veces terminaban rotos y fuera de servicio antes que se hubieran terminado de pagar. La guinda del pastel de esta peculiar revolución energética fue, sin dudas, la exhibición en la televisión nacional del Comandante en Jefe, primer secretario del partido comunista de cuba y presidente del consejo de estado y del consejo de ministros, explicando a las amas de casa cubanas cómo utilizar las ollas eléctricas y cómo cocinar arroz.

De más está decir que con ese disloque en el funcionamiento del país y la economía nacional era imposible pretender buscar lógica o estructura a un inexistente sistema de dirección económica, y ni por asomo se podía pensar en alguna autonomía empresarial. El voluntarismo y la improvisación, sin planes realmente bien definidos, hacían que la economía se moviera como si nadara en una piscina de leche condensada. Los planes no se conocían a ciencia cierta y mucho menos se cumplían, las actividades de planificación y control resultaban prácticamente un chiste de mal gusto, la interferencia partidista en las funciones de gobierno y Estado era cada vez más evidente, y las figuras “jóvenes” alrededor de Fidel Castro eran cada vez más los protagonistas de muchísimas acciones en la prensa y para la galería, aunque en realidad no tenían un verdadero poder, como se pudo comprobar posteriormente.

La salud de Fidel Castro se deterioraba continuamente. El 21 de octubre del 2004, al terminar un discurso en Santa Clara, tropezó bajando de la tribuna, cayó estrepitosamente y se fracturó al menos la rodilla, con fuertes contusiones también en la clavícula y el brazo. Se trataba de un sencillo tropezón, no un desvanecimiento como en el 2001, pero de nuevo volvieron a surgir rumores sobre su salud y sus capacidades, disparando una vez más las alertas de los colaboradores más cercanos y los aduladores.

Sin embargo, fue el 17 de noviembre del 2005, en la Universidad de La Habana, cuando anunció la posible reversibilidad del socialismo en Cuba, motivada por “errores propios” en la conducción revolucionaria, cuando por primera vez reconoció que todo no estaba tan consolidado como se decía, ni se podía contar incondicionalmente con un supuesto monolitismo de la dirección revolucionaria.   

Estas palabras que entonces pronunció, unidas a las evidentes muestras de su deterioro de salud, sí encendieron totalmente las alarmas:

¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario? Cuando los que fueron de los primeros, los veteranos, vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas generaciones de líderes, ¿qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros, al fin y al cabo, hemos sido testigos de muchos errores, y ni cuenta nos dimos”.

Los comandantes guerrilleros más cercanos a Fidel Castro, los más veteranos de la Sierra Maestra, conocían la realidad: estaba gravemente enfermo, y un desenlace fatal podría producirse en cualquier momento. Se comenzaron a tomar medidas para tal eventualidad, resaltando el papel y figura de Raúl Castro como el sustituto “natural” del Comandante, a la vez que se decía que el único sustituto posible para Fidel Castro era el Partido. Se reactivó a toda prisa el Secretariado del Comité Central, que había sido desactivado desde el cuarto congreso del PCC en 1991, con la misión -no declarada públicamente- de asegurar la dirección del aparato partidista tras la muerte del Comandante en Jefe.

La historia es conocida: Fidel Castro no falleció, pero de hecho tampoco siguió vivo. Cayó gravemente enfermó y limitado para desarrollar sus funciones. El 31 de julio del 2006 transfirió todos sus cargos “con carácter provisional” a Raúl Castro, y designó para algunas tareas que él atendía personalmente a cercanos colaboradores. Con el tiempo, la transferencia de poderes pasó de provisional a permanente, y poco a poco una parte de los colaboradores designados en la Proclama de transferencia de poderes fueron siendo separados de sus cargos y quedaron “fuera del juego”, por decisión de Raúl Castro.

La era de Raúl Castro: del 2006 hasta hoy

Mucho se ha hablado y escrito sobre las características del funcionamiento de la sociedad y la economía cubanas desde que Raúl Castro se hizo cargo del poder en Cuba; a veces con profundo conocimiento de causa, otras veces prácticamente sin saber lo que se dice. No vale la pena volver a describir aquí en detalles estos casi ocho años de gobierno del llamado general-presidente, tiempo de sobra en cualquier país democrático para que un presidente o jefe de gobierno culmine su período de gestión, independientemente de los resultados que haya podido lograr, o antes, si no obtiene resultados positivos.

Diremos, simplemente, a manera de resumen, que Raúl Castro ha intentado presentar un estilo de dirección diferente, pretendiendo, sin renegar de su héroe eterno Fidel Castro, desterrar la improvisación, el caudillismo extremo y las veleidades del Comandante en Jefe al frente del país, a la vez que le ha otorgado mucho más peso y protagonismo a las instituciones, por encima de  personalidades y múltiples “vacas sagradas” que existen en el país, y aspirando a lograr efectividad y eficiencia en la gestión para poder enrumbar la economía por derroteros más aceptables.

Y para un proyecto que implica una vigorosa reanimación de la economía, era fundamental reestructurar la empresa estatal, considerada por el gobierno de Raúl Castro como el eslabón fundamental y decisivo para el funcionamiento del ambiguo proyecto socialista que ha sido delineado en las alturas del parnaso neocastrista, ya que el régimen pretende concentrarse en las actividades mayores y más importantes, dejando el resto a los socios “menores”. Es decir, que alrededor de la empresa estatal, que se entiende tenga un nivel de autonomía necesario y suficiente, deben girar, depender y subordinarse las cooperativas, los campesinos privados y los cuentapropistas del país.

Para esas empresas estatales (unas 2,500 en todo el país, que controlan aproximadamente el 80% de la economía nacional) es fundamental un nivel tal de autonomía que posibilite, primero, su coordinación con las Organizaciones Superiores de Dirección Empresarial (OSDE), que son las nuevas instituciones cubanas que sustituyen y asumen las funciones empresariales que se desarrollaron desde los ministerios durante casi más de medio siglo. Y por consiguiente, que sea en las empresas y no en la administración pública donde se decidan los destinos de la economía socialista que se pretende, sin renunciar a que las líneas magistrales de desarrollo y los objetivos fundamentales de la economía nacional que establezcan las OSDE en base a una planificación central que deberá ser cada vez más indicativa y orientadora y menos directiva y restrictiva.

Que ese objetivo se haya logrado o no hasta este momento es lo que puede argumentarse y discutirse, pero aparentemente esas han sido las intenciones de Raúl Castro, declarando simultánea y continuamente que él nunca fue “electo” para desmontar el socialismo en Cuba, sino para “perfeccionarlo”, aunque casi todos saben, aunque no lo puedan decir en público en el país, que ese “socialismo” de corte totalitario es irreformable.

Para expresar lo más resumidamente posible las transformaciones en el funcionamiento de la economía introducidas en tiempos de Raúl Castro, puede verse a continuación este listado que ni pretende ser exhaustivo ni está expresado en orden cronológico ni tampoco en orden de prioridades o trascendencia, sino de manera sencillamente aleatoria.

 RESUMEN DE LOS CAMBIOS FUNDAMENTALES INTRODUCIDOS EN CUBA DURANTE LA ERA DE RAÚL CASTRO
 
  • Autorizar el trabajo privado a más de 440,000 cuentapropistas, aunque algunos rellenan fosforeras o pasean perros, y otros cientos de miles han devuelto sus licencias

  • Entregar tierras estatales en usufructo a trabajadores privados para utilización en la agricultura y la ganadería

  • Anunciar el proyecto de desaparición del peso cubano convertible (CUC) y volver a establecer el peso cubano (CUP) como única moneda circulante en el país

  • Autorizar a los trabajadores privados a contratar empleados

  • Permitir y fomentar el establecimiento de cooperativas no agropecuarias

  • Nueva ley de inversión extranjera

  • Emisión de bonos para financiar la deuda generada por el déficit presupuestario

  • Desactivar las falsas Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC)

  • Creación de la Zona Económica Especial de El Mariel

  • Disolución o reestructuración de Ministerios y creación de Organizaciones Superiores de Dirección Empresarial (OSDE)

  • Retirar al Estado de la administración de servicios personales (barberías, peluquerías, zapaterías, reparación de electrodomésticos, taxis)

  • Ofrecer créditos a la población para construcción y reparación de viviendas

  • Autorización de ventas a crédito para adquirir en las tiendas que venden en CUC ollas de presión eléctricas, arroceras, y de presión convencional, y cocinas eléctricas y su equipamiento

  • Establecer niveles de pago diferenciado a los deportistas, acabando el mito del “deporte aficionado”

  • Reconocer la propiedad de autos y viviendas, y permitir su compraventa

  • Comenzar la venta de vehículos nuevos y de uso, aunque a precios astronómicos

  • Autorización a inmobiliarias estatales y mixtas para rentar locales y viviendas a cubanos

  • Resoluciones para ampliar los marcos de la autonomía empresarial y deslindar y segregar funciones estatales y empresariales

  • Establecer el fin del igualitarismo social

  • Proclamar que cada cual reciba de acuerdo a lo que se gane con su trabajo

  • Restablecimiento de un sistema de impuestos para todos los trabajadores

  • Eliminar las escuelas en el campo

  • Eliminar las microbrigadas

  • Eliminar la “revolución energética”

  • Eliminar los “trabajadores sociales”

  • Eliminar “la batalla de ideas”

  • Eliminar el Grupo de Apoyo al Comandante en Jefe

  • Autorizar a un grupo empresarial extranjero (brasileño) a administrar un central azucarero en Cuba

  • Reducir drásticamente el “trabajo voluntario” y los “domingos rojos”

  • Eliminar prohibiciones de acceso a hoteles y centros turísticos

  • Permitir a los cubanos poseer computadoras y teléfonos celulares

  • Autorizar acceso (restringido y de mala calidad) a Internet (a precios abusivos)

  • Raúl Castro anunció que el actual sería su último período de ejercicio en el poder

  • Establecer que ningún dirigente pueda estar más de diez años en el cargo

  • Nombrar a un civil “no histórico” segundo al mando en el Estado y el gobierno

  • Autorizar a la casi totalidad de los cubanos, incluidos muchísimos opositores, a viajar al extranjero y regresar posteriormente a su país

  • Autorizar a (cantidades limitadas de) emigrados a regresar a vivir a Cuba

  • Realizar mensualmente reuniones periódicas del gobierno e informar sobre ellas y sus acuerdos en la prensa (aunque con información incompleta y confusa)

  • Pedir a los dirigentes que no se sientan capaces de cumplir sus obligaciones que renuncien, sin que hacerlo se considere como algo vergonzoso.

  • Experimento para autorizar a algunas empresas a vender sus excedentes en el mercado interno

Todas estas medidas pueden ser evaluadas de muy diferente manera, siempre de acuerdo al cristal con que se miren: quienes desean ver que en la Cuba de Raúl Castro se están produciendo importantísimos cambios, querrán ver en cualquiera de ellas una muestra evidente de los cambios que se están produciendo en dirección hacia la economía de mercado. Algunos de los más entusiastas de este grupo, en base a ello, son capaces hasta de enviar cartas abiertas al presidente Obama pidiéndole que aplique medidas ejecutivas para ampliar “los cambios ya en marcha” en la relación con Cuba, y para ello sostienen que acciones de esa naturaleza representarían un claro apoyo a la sociedad civil en Cuba.

Sin entrar en la mordaz polémica que se ha desatado en los últimos días sobre el tema en todos los escenarios donde se discute el dilema cubano, es necesario señalar que, aunque las intenciones de los firmantes fueran las mejores con relación al futuro del pueblo cubano, -lo que en algunos casos estaría por demostrarse más allá de toda duda-, es difícil entender cómo algunas de las acciones que se solicitan al presidente Obama podrían funcionar sin tener el aval del gobierno de Raúl Castro. Un ejemplo sería el de que empresas privadas en EEUU sean autorizadas a exportar directamente a cuentapropistas en Cuba, bajo el principio de que esa sería una forma de fortalecerlos; lo que no queda claro es cómo esto sería viable en un país donde el comercio exterior, constitucionalmente, es monopolio estatal. Tampoco es comprensible por qué los promotores de esa iniciativa no le solicitan al gobierno de Raúl Castro medidas similares a esas como contraparte para poder completar la ecuación que se desea impulsar.

Por su parte, hay otros grupos que se niegan a ver avance o funcionalidad en cualquier medida que se tome por parte de la dictadura en el campo de la economía, porque nunca son acompañadas de las reformas políticas tan necesarias para el país. Algo que, visto sensatamente, puede ser un planteamiento de peso y trascendencia, comienza a perder fuerza y vigor cuando se intenta desconocer que, por ejemplo, la entrega de tierras en usufructo a trabajadores agrícolas puede contribuir no solamente a la elevación de la producción agropecuaria en el país, sino también a darle un sentido de autonomía a quien recibe esa tierra, que ya no debería depender tanto del todopoderoso Estado cuando tiene posibilidades de trabajar por su cuenta, plantearse sus propios objetivos y decidir en que forma organiza y administra su trabajo y sus recursos para poder lograr lo que se propone.

Igualmente, si bien es cierto que autorizar la compraventa de autos y viviendas en Cuba no puede considerarse que sea el inicio de un mercado de vehículos automotores y de bienes raíces, es indudable que esa medida flexibiliza en algo las continuas restricciones en que viven los cubanos y les dan ciertas posibilidades que no disfrutaron durante casi medio siglo, aun cuando los precios de esos bienes sean prácticamente inalcanzables si se calculan desde el salario promedio de los trabajadores.

En definitiva, cada una de las medidas del régimen dependen del punto de vista de quien analice, pero es indudable que en estos casi ocho años bajo las órdenes de Raúl Castro las condiciones no son exactamente iguales a las vividas durante los largos casi cuarenta y siete años del mando directo de Fidel Castro.  Por eso, para bien o para mal, aunque no hayan ocurrido sustanciales modificaciones políticas, las reglas bajo las que se funciona en la economía del “raulismo” son diferentes, y por tanto lo son también las conductas y los resultados de esa manera de funcionar.

Ya señalamos anteriormente que Raúl Castro se caracteriza por un estilo de dirección diferente al de su hermano mayor cuando destierra la improvisación, el caudillismo extremo y veleidades al frente del país; no pretende que alguien considere que él es “carismático”, y le ha otorgado más peso y protagonismo a las instituciones que a las personalidades, buscando más efectividad y eficiencia en su gestión. Eso explica el profundo interés que puso en celebrar el sexto congreso del partido comunista, que se desarrolló del 16 al 19 de abril de 2011 y se concentró básicamente en la aprobación de los llamados Lineamientos de Política Económica y Social del Partido y de la Revolución Cubana, mientras que los temas de vida interna partidista y los de las relaciones con el estado, gobierno y organizaciones políticas fueran relegados para una sesión diferida que fue denominada Primera Conferencia Nacional del Partido, celebrada los días 28 y 29 de enero del 2012.

Naturalmente, no tiene que coincidir necesariamente lo intentado con lo logrado por el gobierno hasta ahora, y pueden haber y de hecho hay diferentes interpretaciones, y los criterios, como es natural, no son unánimes Además, es de esperar, en aras de la buena salud del análisis y el razonamiento, que continúe la polémica seria, responsable y profesional alrededor de este tema.

Las regulaciones más recientes

Uno de los aspectos que más debate ha generado en los últimos tiempos ha sido la ley de inversión extranjera y la creación de la Zona de Desarrollo Especial de El Mariel (ZDEM). Curiosamente, estas decisiones no solamente han recibido el cuestionamiento por parte de los adversarios, sino también por parte de algunos oficialistas y de grupos que se consideran revolucionarios y socialistas, pero no comparten todas o muchas de las posiciones económicas del gobierno “raulista”.   

Para los oficialistas con más alma de lacayos, la ley de inversiones es la varita mágica que garantizará el desarrollo para un socialismo próspero y sostenible, consigna de moda, sin nada que cuestionar; otros oficialistas, sin embargo, consideran que la ley deja puntos pendientes que debieron haber sido aclarados, como el del por qué la intervención de una empresa estatal intermediaria para contratación de los trabajadores, “servicio” por el que apropia del 20% del salario contratado de cada trabajador en cualquier actividad donde exista inversión extranjera.  Para quienes cuestionan diversas aristas del sistema desde adentro, le ley se refiere al socialismo, pero en realidad abre muchas puertas al capital extranjero y al neoliberalismo; y para quienes se consideran adversarios, la ley se queda corta en muchos aspectos, uno de los más importantes prohibir la posibilidad de invertir en Cuba a los cubanos de la Isla y la diáspora, mientras que ofrece amplísimas garantías y posibilidades a los extranjeros.

Por eso es importante retomar el debate alrededor de la ley 118 de 1914, de inversión extranjera, aprobada el 29 de marzo de este año, que entrará en vigor a los noventa días de tal aprobación, y cuyo texto oficial fue publicado en la Gaceta Oficial a mediados de abril. Esta legislación es complementada por las modificaciones al Decreto Ley 252 del Consejo de Estado y al Decreto 281 del Consejo de Ministros, que se aplican a las empresas comprendidas en el llamado “perfeccionamiento empresarial”, así como por otras tres resoluciones, para todas las empresas del país, de los ministerios de Trabajo y Seguridad Social y de Finanzas y Precios.

Una de las primeras informaciones sobre la ley de inversión extranjera, fue la elaborada por un corresponsal extranjero en La Habana, muy devoto a solicitar opiniones a cubanos en el extranjero que generalmente tienen puntos de vista muy parecidos a los del gobierno en La Habana, o a clasificar como “analista” a personas que durante su vida no han dado muestras de analizar demasiadas cosas. Ese periodista señaló, erróneamente, que las empresas estatales acababan “de obtener autonomía por primera vez en medio siglo”, cuando en realidad todavía no han obtenido nada. Además, como se ha demostrado en esta serie de trabajos sobre el tema, no es la primera vez en Cuba que se anuncia que se dotaría a la empresa estatal con un cierto nivel de autonomía sin que eso se concrete.

Según este despistado corresponsal, un economista cubano que no quiso ser identificado señaló que “está aún por ver el poder de tomar decisiones de los gerentes cubanos, que están más acostumbrados a administrar recursos que a tener iniciativas, debido al miedo a perder el cargo por equivocarse”. Esta opinión del anónimo economista es, sin dudas, una que no debería despreciarse, aunque no sea la única percepción válida sobre el tema.

Sin embargo, en mi experiencia personal de más de catorce años trabajando ese tema como docente y consultor con muchos cientos de dirigentes de empresas estatales, “corporaciones”, y funcionarios de la administración pública, militares, y de órganos de gobierno provinciales y locales, llegué al convencimiento de que mis alumnos directores de empresas y corporaciones no tenían ningún miedo en abstracto, sino que sabían que si se salían del trillo indicado serían “tronados”. Sin embargo, deseaban con todas sus fuerzas que finalmente se les permitiera trabajar con autonomía, y se sentían muy capaces de hacerlo, porque muchos de ellos consideraban, aunque nunca pudieran o quisieran decirlo públicamente, que sus “superiores” en ministerios o en órganos locales del gobierno sabían menos del tema y tenían menos experiencia que ellos mismos, que estaban día a día tomando decisiones “en la concreta”.

En otras palabras, el miedo a la autonomía empresarial no existe tanto entre los directores de empresas y corporaciones como en la burocracia ministerial, provincial y municipal, que sabe perfectamente que si las empresas son facultadas para tomar todo un conjunto de decisiones que hasta ahora se les han impuesto siempre desde arriba, el resultado sería sencillamente que esa burocracia haría más evidente que nunca su carácter superfluo y su inutilidad, y tendría que desaparecer en aras de la racionalidad económica.

Es por eso que Pavel Vidal, un joven y reputado economista cubano que actualmente es profesor en la Universidad Javeriana de Cali, Colombia, especificó que esa “es de las tareas más complejas que enfrenta la reforma y donde menos evidencia internacional concluyente existe. No parece existir suficiente evidencia, ni siquiera en las reformas de Vietnam y China, de cómo hacer eficiente y crear los incentivos adecuados en el sector empresarial estatal” en un país comunista. Vidal, sin dudas, entiende mucho mejor el problema que el corresponsal arriba citado, que aparentemente le entrevistó.         

Con las nuevas regulaciones que flexibilizan la definición del objeto social de las empresas y que se deben implementar paulatinamente, los directivos empresariales podrán trabajar con mejores condiciones para tomar decisiones, pues decidirán qué actividades secundarias y de apoyo realizar, además de poder comercializar sus excedentes a precios de oferta y demanda.

Los indicadores directivos se reducirán a siete: ventas netas, utilidad del periodo, encargo estatal, ventas para exportación, aporte por rendimiento de la inversión estatal, rotación del capital de trabajo, y aporte en divisas (mientras exista la dualidad monetaria). Habrá que ver si el gobierno central es capaz de limitarse a estos indicadores directivos y, lo que resulta más importante aun, si estos estarán conjugados desde su origen y, por lo tanto, podrán interactuar adecuadamente sin crear distorsiones para la economía nacional o para las empresas.
La aprobación del Plan de la empresa, que hasta ahora correspondía al Ministro o al presidente del Consejo de Administración Provincial, la realizará el Presidente de la Organización Superior de Dirección Empresarial (OSDE). Las empresas podrán distribuir el salario hasta el límite de sus posibilidades económicas y financieras mientras no se sobrepase el gasto de salario por peso de valor agregado planificado, si son empresas comprendidas en el proceso de “perfeccionamiento empresarial”. Para todas las demás, esas decisiones corresponderán a las OSDE. De cualquier manera, son atribuciones de las que ya no dispondrían ni los organismos de la Administración Central del Estado (ACE) ni los órganos locales del poder popular.
Las empresas podrán retener hasta el 50% de las utilidades después de impuestos, lo que constituye un 20 % más de lo establecido hasta ahora. Crearán reservas para incrementar capital de trabajo, financiar inversiones, investigación y desarrollo, capacitación, y para amortizar créditos bancarios. Además, podrán distribuir utilidades como estímulo a los trabajadores si la empresa ha pasado una auditoría financiera con resultados satisfactorios en los últimos 18 meses, si cumplió los indicadores directivos y ha mantenido la correlación ingreso medio-productividad. Para las instancias “superiores” pues, quedaría, en el mejor de los casos, la realización de auditorías financieras y la comprobación del cumplimiento de los indicadores directivos (siete en total) y la correlación ingreso medio-productividad. Con estas regulaciones, como se comprenderá, evidentemente empiezan a sobrar desde ya muchos burócratas que vegetan en la ACE o los órganos locales de poder.

De acuerdo a lo declarado por el régimen, el proceso de “perfeccionamiento” del modelo económico ha entrado en su etapa “más compleja” con estas medidas que se comenzarán a implementar. Sin embargo, la cúpula gobernante podría estar, tras esas nuevas regulaciones, en peligro de morderse la cola, en caso de que no lograra superar el círculo vicioso que atenaza la economía cubana desde hace mucho tiempo. Ahora más que nunca necesita aumentar la producción y la eficiencia empresarial para que se pueda disponer de más recursos, pero eso no puede lograrse “a lo Machado Ventura”, pidiendo continuamente más esfuerzo y más ingerencia del partido comunista. Ya se sabe que eso no funciona.
Es imprescindible y fundamental para lograr los objetivos que se plantea el gobierno que las empresas estatales, además de la autonomía que aparentemente se otorga con la nueva legislación, reciban del Estado recursos materiales y financieros suficientes para poder aumentar la producción y la productividad, y por lo tanto la eficiencia. Simultáneamente, tendrían que coordinar todas sus actividades productivas con lo que en Cuba se empeñan en llamar “sector no estatal”, integrado por las cooperativas, campesinos y actividades privadas (cuentapropistas) que estuvieran en condiciones de actuar como complemento de sus actividades, para que realmente se justifique el rol preeminente que se les asigna a priori a las empresas estatales, pero que deberán demostrar en la práctica diaria.

No puede verse a esos otros sectores, como hacen algunos entre los más retrógrados del régimen y la burocracia, como mal necesario que no queda más remedio que tolerar por necesidades imperiosas. Parece un enfoque más sensato, aunque desde el punto de vista conceptual no sea necesariamente correcto, el planteado por Miguel Díaz-Canel, primer vicepresidente del Consejo de Estado y del gobierno cubano, al señalar: “No es el sector no estatal de una economía neoliberal; éste es un sector no estatal que vemos como un complemento de la economía estatal”.
Sin embargo, fundamentalmente en el sector de las cooperativas no agropecuarias (CNA) existen bastantes problemas que deben ser solucionados con urgencia, siendo el primero el hecho de que esas CNA dependen para su funcionamiento de la dirección y regulaciones de los mismos ministerios y órganos locales que durante medio siglo han dificultado la acción y el funcionamiento de las empresas estatales, y no van a modificar fácilmente sus hábitos y malas conductas de siempre por el hecho de que se trate de cooperativas. Solamente ahora, después de tanto tiempo de autorizarlas, se comienzan a dictar las normas para que las CNA puedan establecer cuentas bancarias y utilizar otros servicios financieros.
Tantas han sido las trabas, requisitos y dificultades establecidas para la constitución y funcionamiento de las cooperativas, que de 498 propuestas solamente se aprobaron 246, es decir, menos de la mitad. Como regla, el proceso desde la presentación inicial hasta la aprobación definitiva tarda más de un año: los documentos exigidos deben ser elevados primero al Consejo de Administración Municipal, que los revisa y aprueba para enviarlos al Consejo de Administración Provincial, que también tiene que aprobarlos, para entonces pasarlos al ministerio correspondiente en dependencia de la actividad que vaya a realizar la cooperativa.
Si finalmente el burócrata del ministerio que revisa la propuesta le da el visto bueno, debe elevarla a su vez al ministro para que la firme y sea enviada a la Comisión de Implementación de los Lineamientos de Política Económica y Social del Partido y de la Revolución Cubana, donde se revisan todos los documentos. En el proceso, los cooperativistas deben llenar más formularios todavía, pues cada instancia tiene documentos propios además de los establecidos por la ley. Finalmente, si la propuesta sobrevive toda la parafernalia que ha sido establecida, deberá ser aprobada por el Consejo de Ministros, que ya es el paso final que se requiere para crear una cooperativa de barberos y peluqueras, de plomeros, de reparación de calzado, de pintores de brocha gorda o de peluqueros de perros.

Como resultado de todo ese absurdo laberinto burocrático, ya comenzó a suceder lo de siempre. Los aspirantes a cooperativistas renuncian a esos tortuosos caminos establecidos por irracionales regulaciones, y se asocian “clandestinamente” o “sin papeles”; obtienen licencia de cuentapropistas y comienzan a trabajan asociados entre ellos con las mismas reglas que lo hacen los cooperativistas “legales”; elaboran estatutos colectivos, eligen a su liderazgo y reparten beneficios, aunque a efectos de la legislación esa cooperativa sin autorización de la burocracia “no existe”. Como vemos, el enfoque autista y la glorificación del absurdo siguen siendo elementos clave para entender el alcance del “perfeccionamiento del modelo” neocastrista. 

A pesar de dificultades como las señaladas, es indudable que esta legislación recién aprobada bajo la dirección de Raúl Castro aspira a poner en práctica el sistema de dirección de la economía (aunque el régimen no desee llamarlo así). Como ese sistema incluye la correspondiente autonomía empresarial, requisito sine qua non para que pueda funcionar y tenga oportunidades de obtener algún éxito, es el proyecto económico más avanzado, profundo, serio y radical que se haya planteado en Cuba durante más de cincuenta años de revolución dicen que socialista.
Nunca el llamado Nuevo Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (NSDPE), copiado del fracasado modelo soviético retocado con tímidas reformas que se intentaron en 1965 bajo Leonid Brezhnev, se planteó avanzar tanto ni llegar tan lejos, a pesar de que había sido lo más serio y profundo que se había intentado antes de la era de Raúl Castro.
Mucho menos tiene que ver con el supuesto proyecto de “financiamiento presupuestario” en la década de los sesenta del siglo pasado, con las empresas consolidadas como bandera, que se decía que respondía al “espíritu del Che”, y que la leyenda atribuyó desde el punto de vista teórico al economista soviético Yevsei Liberman: una falsa atribución, pues el argentino quería  hacer funcionar la economía, casi exclusivamente mediante estímulos morales, esfuerzo y satisfacción del deber cumplido, características que deberían definir al utópico hombre nuevo socialista cubano que falleció antes de haber nacido.
Y menos aún todavía que ver con la aberración llamada “Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”, que encabezó Fidel Castro personalmente a partir de 1986, con los “contingentes” como modelo empresarial paradigmático, del que no se ha podido ni se podrá encontrar nunca un sustrato teórico, porque no existe ni puede existir un dislate conceptual de esa magnitud, que pasará a la historia como la forma más eficiente, rápida y segura de destruir cualquier economía en cualquier parte del mundo.
Lo cual no garantiza de ninguna manera que el proyecto que se lleva a cabo en Cuba en estos momentos pueda tener éxito automático, aunque se implementara en las mejores condiciones posibles, cosa que se sabe que es prácticamente imposible en una Cuba que, por mucho que lo intente, no logra diferenciarse demasiado del Macondo de Cien años de Soledad.
A causa del estilo de dirección de los viejos guerrilleros que controlan el poder, aunque cada vez hayan dejado más la administración del día a día a personas mucho más jóvenes y preparadas que ellos.
A causa de la permanente injerencia del partido comunista en todas las actividades de la economía nacional, la dirección empresarial y la sociedad en su conjunto.
Y, más que nada, por una razón muy sencilla que no acaba de aceptar la gerontocracia aferrada al poder ni la izquierda carnicera en todo el mundo, que se proclama “amiga de Cuba” cuando en realidad no es más que amiga del régimen.
Y esa razón es que, por mucho que se intente y todo lo que se haga, el “socialismo real” ha sido, es y será irreformable. Así de sencillo.

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