miércoles, mayo 28, 2014

Ichikawa: Usar académicos como intelectuales orgánicos de las “charteadoras” de viajes a Cuba es corrupción

Emilio Ichikawa
En este asunto del sistema o “complejo” de los viajes a Cuba lo más colgado y epifenoménico que veo son los académicos. Especialmente los identificados como “cubanólogos”, mariposeando siempre alrededor del poder. Da lo mismo el poder que sea.
En primer lugar, en el sistema de políticos-empresarios-funcionarios ellos (los académicos) son los de menos relevancia estructural y recursos económicos (sobre todo, cuando como Profesores no han llegado, o ya se han retirado); por lo que siempre viajan, comen y se hospedan invitados por los primeros. Por esta razón su opinión está subordinada y predeterminada. Comprada. Un académico invitado a un evento de promoción de viajes a Cuba desde EEUU no puede oponerse a la estrategia general de la convocatoria. Aunque solo sea por cortesía o “urbanidad”.
Como de cualquier modo tiene que apoyar los viajes, manipulando para eso el nombre de su universidad o instituto, el académico alquilado no tiene que ejercer el pensamiento crítico, ni presentar pruebas, ni hacer demostraciones … Es decir, no tiene que realizar ninguna de las actividades que se esperan dentro del estilo del pensamiento científico.
En tanto académicos, no pueden aportar nada a un “evento científico” sobre las relaciones Cuba-EEUU porque no existe una ciencia sobre esa materia. Se les usa acaso en el prestigio social. Pero eso no tiene que ver con lo científico. Dado el caso, más efectivo sería invitar a hablar sobre las relaciones Cuba-EEUU al pelotero Yasiel Puig o a la cantante Laritza Bacallao. Aunque salga un poco más caro a los organizadores del evento de lo que les cuesta un cubanólogo.   
Ni el cubanólogo es Rousseau ni las compañías de viajes la Academia de Dijon: Si el concurso es para promover el Saber o los viajes a Cuba, hay que promover la Ciencia y los viajes a Cuba.
El show de supuestos académicos argumentando a favor de las “charteadoras” no tiene otro nombre que corrupción.
En otros contextos sería escandaloso. Ver a un profesor fuera del contexto de la cubanología avalando retóricamente viajes a Hawai, Copacabana o Nepal en máquinas de American Airlines o British Airways es titular de primera plana o al menos de cabezal de WEB.
Por demás, eso de involucrar “científicos” a una jugada política es algo obsoleto. En otros tiempos daba cierta legitimidad. En la época de la utopía positivista, en que la ciencia tenía tanto prestigio social, hasta el simple acto de poner un pitcher zurdo contra bateador zurdo era indiscutible si el manager atribuía su decisión a “estudios científicos que se han realizado”. Hablar en nombre de la ciencia equivalía a lo que en el Medievo se conocía como “invocación”.
Eso ya es tonto. Porque ya tampoco a los científicos, como gremio, se les considera personas desinteresadas, obsesionadas con la búsqueda de la verdad y casi incapaces de experimentar bajas pasiones. Aquello de Foucault por décadas mirando oscilar el péndulo, o los Curie pasando frío en el laboratorio, o Einstein con una decenas de trajes iguales para no distraerse, poca gente se lo toma en serio.
Los “científicos” han llegado al punto que instituciones profesionales, como la Asociación de especialistas en Lenguas Modernas tienen estatutos contra el plagio; muestra de que es una posibilidad regular entre ellos. (MLA en EEUU: “…we adopt the definition of plagiarism given in Joseph Gibaldi’s MLA Style Manual…”, Etc.)
Desovar un equipo de supuestos especialistas en relaciones Cuba-EEUU que funcionen como intelectuales orgánicos de las “charteadoras” y agencias de viajes a la isla es vergonzoso. Mucho más vergonzoso que ser un ideólogo del Partido Comunista de Cuba o del Tea Party.
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