Emilio Ichikawa
En este asunto del sistema o “complejo” de los viajes a Cuba
lo más colgado y epifenoménico que veo son los
académicos. Especialmente los identificados como “cubanólogos”,
mariposeando siempre alrededor del poder. Da lo mismo el poder que sea.
En primer lugar, en el sistema de políticos-empresarios-funcionarios
ellos (los académicos) son los de menos relevancia
estructural y recursos económicos (sobre todo, cuando como Profesores no
han llegado, o ya se han retirado); por lo que siempre viajan, comen y
se hospedan invitados por los primeros. Por esta razón su opinión está
subordinada y predeterminada. Comprada. Un académico invitado a un
evento de promoción de viajes a Cuba desde EEUU no puede oponerse a la
estrategia general de la convocatoria. Aunque solo sea por cortesía o
“urbanidad”.
Como de cualquier modo tiene que apoyar los viajes, manipulando para
eso el nombre de su universidad o instituto, el académico alquilado no
tiene que ejercer el pensamiento crítico, ni presentar pruebas, ni hacer
demostraciones … Es decir, no tiene que realizar ninguna de las
actividades que se esperan dentro del estilo del pensamiento científico.
En tanto académicos, no pueden aportar nada a un “evento científico” sobre las relaciones Cuba-EEUU porque no existe una ciencia
sobre esa materia. Se les usa acaso en el prestigio social. Pero eso no
tiene que ver con lo científico. Dado el caso, más efectivo sería
invitar a hablar sobre las relaciones Cuba-EEUU al pelotero Yasiel Puig o
a la cantante Laritza Bacallao. Aunque salga un poco más caro a los
organizadores del evento de lo que les cuesta un cubanólogo.
Ni el cubanólogo es Rousseau ni las compañías de viajes la Academia
de Dijon: Si el concurso es para promover el Saber o los viajes a Cuba,
hay que promover la Ciencia y los viajes a Cuba.
El show de supuestos académicos argumentando a favor de las “charteadoras” no tiene otro nombre que corrupción.
En otros contextos sería escandaloso. Ver a un profesor fuera del
contexto de la cubanología avalando retóricamente viajes a Hawai,
Copacabana o Nepal en máquinas de American Airlines o British Airways es
titular de primera plana o al menos de cabezal de WEB.
Por demás, eso de involucrar “científicos” a una jugada política es
algo obsoleto. En otros tiempos daba cierta legitimidad. En la época de la utopía positivista,
en que la ciencia tenía tanto prestigio social, hasta el simple acto de
poner un pitcher zurdo contra bateador zurdo era indiscutible si el
manager atribuía su decisión a “estudios científicos que se han
realizado”. Hablar en nombre de la ciencia equivalía a lo que en el
Medievo se conocía como “invocación”.
Eso ya es tonto. Porque ya tampoco a los científicos, como gremio, se
les considera personas desinteresadas, obsesionadas con la búsqueda de
la verdad y casi incapaces de experimentar bajas pasiones. Aquello de
Foucault por décadas mirando oscilar el péndulo, o los Curie pasando
frío en el laboratorio, o Einstein con una decenas de trajes iguales
para no distraerse, poca gente se lo toma en serio.
Los “científicos” han llegado al punto que instituciones
profesionales, como la Asociación de especialistas en Lenguas Modernas
tienen estatutos contra el plagio; muestra de que es una posibilidad
regular entre ellos. (MLA en EEUU: “…we adopt the definition of plagiarism given in Joseph Gibaldi’s MLA Style Manual…”, Etc.)
Desovar un equipo de supuestos especialistas en relaciones Cuba-EEUU
que funcionen como intelectuales orgánicos de las “charteadoras” y
agencias de viajes a la isla es vergonzoso. Mucho más vergonzoso que ser
un ideólogo del Partido Comunista de Cuba o del Tea Party.
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