No es común enterarse por un general de la Fuerza Aérea que sobre
territorio enemigo en Angola, quedándose sin combustible y sin campo
donde aterrizar su Mig, las rodillas le temblaron y el sudor le corría a
chorros por el cuerpo. No es lo que uno espera en las películas de
guerra con personajes “duros”.
Cuando finalmente logró aterrizar,
gracias a su pericia, en una franja de hierba junto a una aldea, y
estableció contacto con aliados del lugar, Rafael del Pino supo que lo
había hecho en la aldea natal de Jonás Savimbi, jefe de UNITA y bestia
negra de las tropas cubanas, y que solamente el día anterior los
militares amigos de los cubanos habían tomado la aldea, que hasta
entonces controlaban tropas del líder rebelde.
Historias como estas narra del Pino en Los años de la guerra.
No escuchó rumores o alguien le contó: las vivió durante las
expediciones cubanas en África en las que Fidel Castro involucró a las
FAR, en complicidad con la URSS, para imponer el totalitarismo en el
continente.
Mientras edulcoradas leyendas en La Habana muestran
geniales decisiones del mando cubano, leyendo a del Pino conocemos del
desastre estratégico en la sitiada Cangamba en 1983, donde el Comandante en Jefe,
dirigiendo desde La Habana, ordenó enviar de refuerzo, a campo
traviesa, desde más de 320 y 445 kilómetros de distancia, dos columnas
blindadas que, como era de esperar, no superaron los numerosos ríos y
arenales y quedaron atascadas sin combustible y a riesgo de ser
aniquiladas. Finalmente, tras tanto fracaso, cuando se pudo, fueron
evacuados los cubanos de Cangamba, y los angoleños abandonados a su
suerte, que terminarían masacrados por UNITA.
¿Heroísmo en las
misiones africanas? Abundante. Del Pino cuenta del médico que estando en
Luanda entregando el cargo al concluir su misión, supo de dificultades
en el frente, interrumpió el traspaso y viajó allá a curar heridos y
salvar vidas, hasta fallecer por fuego de artillería sobre el puesto
médico. Y del enfermero que curaba heridos al tacto, en la oscuridad, no
porque faltara la luz, sino porque por la misma explosión que mató al
médico había quedado ciego y no lo sabía.
Se conocerán errores
garrafales de mando en Etiopía, y en la isla caribeña de Granada frente a
las tropas norteamericanas. Y faltas colosales de los mandos de la
Defensa Antiaérea y Fuerza Aérea cubana en Angola, como enviar aviones
al combate contra la aviación surafricana sin estar artillados, utilizar
cohetes aire-tierra contra blindados para atacar infantería, bombardear
desde aviones de transporte, o no alistar helicópteros para búsqueda y
rescate de pilotos derribados en combate.
El lector conocerá
timoratos esperando órdenes para combatir mientras verdaderos líderes
militares se lanzaban al combate. Situaciones inéditas y sorprendentes,
como un diálogo años después de la guerra entre un general de la fuerza
aérea cubana con otro de la surafricana, discutiendo estrategias y
tácticas utilizadas, trampas que se tendían, resultados de combates, y
puntos fuertes y débiles de cada lado.
O documentos muy secretos,
como el análisis en plena guerra con el jefe de las fuerzas soviéticas
en Angola tras la pérdida en combate de una escuadrilla de modernísimos
Mig-23 entregados a los cubanos poco tiempo antes. O el de
experimentados pilotos cubanos en La Habana sobre negligencias de jefes
de la aviación cubana en Angola. Y también documentos del enemigo, como
el testimonio de un tanquista sudafricano en la batalla de
Cuito-Canavale. O militares chilenos que escuchaban en el terreno
transmisiones en lenguaje claro de mandos cubanos para traducirles a los
surafricanos. O la carta de un piloto surafricano, derribado en
combate, al piloto cubano que le derribó, invitándolo a volar juntos
alrededor del mundo como mensaje de concordia y paz, sin discutir quién
ganó o perdió o quiénes tenían razón y quiénes no.
Y documentos
para la historia, como la rigurosa lista de aviones y helicópteros
cubanos y surafricanos perdidos en Angola, cada uno con cantidad de
bajas y nombre de los pilotos, así como fotos de combates aéreos tomada
desde los aviones atacantes, o croquis de combates aéreos y terrestres
elaborados por participantes en las acciones.
Rafael del Pino no
escribió un libro de historia militar en sentido riguroso del término,
ni un análisis político-militar de las campañas cubanas en África, ni
pretendió hacerlo. Da testimonios de las características, actitudes,
condiciones y vicisitudes del arma más poderosa en cada combate,
siempre: los seres humanos que participan, esos que entre pólvora,
disparos, combustible, técnica y gritos, viven sentimientos, ilusiones,
temores, frustraciones, pensamientos, recuerdos. Y, sobre todo,
esperanzas.
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Rafael del Pino: Los años de la guerra. ISBN: 978-1481179805. (2013). 464 páginas. Disponible en Amazon.
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