Un grupo de prominentes ciudadanos norteamericanos —entre los que se
encuentran varios notables empresarios de origen cubano—, le ha escrito una carta pública al presidente Barack Obama
solicitándole que suavice las medidas encaminadas a agravar la difícil
situación económica de la dictadura comunista de los hermanos Castro.
La carta no es el resultado de una oscura maniobra de La Habana,
aunque el régimen y sus servicios de inteligencia la vean con deleite
porque coincide con sus intereses, sino la consecuencia de una
indiscutible verdad: nadie sabe cómo acelerar desde fuera el fin de una
dictadura como la cubana o la de Corea del Norte. Sus autores están
convencidos de que la antigua estrategia norteamericana está equivocada.
Es un viejo debate. Quienes redactaron la carta —presumiblemente los
empresarios cubanoamericanos— piensan que la estrategia de abrazar al
enemigo e intentar fortalecer a la sociedad civil redundará en el
debilitamiento de la tiranía.
¿Logrará su propósito esa carta? No lo creo. No debiera por las siguientes siete razones:
- La incoherencia tiene sus límites, más allá de los cuales hay que hablar de esquizofrenia. Washington acaba de declarar oficialmente que el Gobierno cubano es terrorista y Raúl Castro le ha dado la razón enviándole a Corea del Norte armas de guerra camufladas bajo toneladas de sacos de azúcar. ¿Por qué abrazar a un régimen terrorista cuando se aprueban sanciones contra Rusia o Venezuela por comportamientos antidemocráticos?
- En el momento en que se divulgaba la carta de marras, el coronel Alejandro Castro Espín, hijo del dictador Raúl Castro, firmaba un acuerdo de cooperación en Moscú con los servicios de inteligencia de Putin. Luego pasó por La Habana el Jefe del Estado Mayor del ejército chino, presumiblemente a formalizar una gestión parecida. En el pasado, Fidel Castro, en Teherán, había advertido que todos juntos podían poner de rodillas al enemigo imperialista.
- Según afirma Raúl Castro, una y otra vez, y reiteran sus más altos funcionarios, las "reformas" económicas,tienen como fin perfeccionar la dictadura comunista de partido único. ¿Por qué Estados Unidos debe cooperar con una vieja y fallida tiranía que intenta superar las dificultades y consolidarse en su peor momento económico y psicológico, cuando toda la estructura de poder en la Isla sabe que el marxismo-leninismo es un fracaso?
- El régimen cubano es un enemigo tenaz y permanente de Estados Unidos. Sus líderes están convencidos de que todo lo malo que sucede en el planeta es culpa de Washington. No se cansan de decirlo. En el pasado, La Habana pactó con la URSS y hasta pidió el bombardeo atómico preventivo durante la Crisis de los Misiles. Hoy Cuba se pone de acuerdo con Irán, Corea del Norte, Rusia y los países del llamado Socialismo del Siglo XXI para perjudicar a sus vecinos. ¿Tiene sentido un trato benevolente con semejante gobierno?
- Existe, también, el ángulo ético. Durante todo el siglo XX, con razón, Estados Unidos fue acusado de indiferencia moral por el buen trato que le daba a dictaduras como la de Trujillo, los Somoza, Batista o Stroessner. Ahora está en el lado correcto de la historia. En Cuba se violan los derechos humanos brutalmente. El año pasado se duplicaron las detenciones a los disidentes. Los cubanos no tienen acceso a Internet. A las tres horas de haber aparecido 14ymedio, el diario digital de Yoani Sánchez, bloquearon la señal dentro de Cuba. Estados Unidos no debe volver a la indiferencia moral que tanto afectó la buena imagen del país.
- Hay que tomar en cuenta la razón electoral. La Casa Blanca debe escuchar a los legisladores cubanoamericanos y no necesariamente a los empresarios. De alguna manera, expresan el sentir mayoritario de los cubanos radicados en EEUU. El importante senador demócrata Bob Menéndez, los senadores republicanos Marco Rubio y Ted Cruz, los congresistas demócratas Albio Sires y Joe García, y los congresistas republicanos Ileana Ros y Mario Díaz Balart, discrepan en muchas cosas, pero están de acuerdo en mantener una política de firmeza frente a la dictadura.
- El objetivo de Estados Unidos debe ser que en Cuba se instaure una democracia plural y próspera que deje de expulsar a sus ciudadanos hacia el vecino del norte, con la cual desarrollar unas relaciones respetuosas y normales. El sentido común indica que eso no se logra ayudando a la tiranía de Raúl Castro en medio de una crisis.
Y tres razones cubanas para oponerse a la reconciliación incondicional de EEUU y Cuba:
- A los cubanos demócratas no les interesa ni conviene que la dictadura de los Castro se salte a la oposición y entable una negociación política con Estados Unidos. El problema esencial de Cuba no es la rivalidad entre los dos gobiernos, sino el hecho de que en la Isla existe una dictadura de partido único de corte estalinista que no escucha a la sociedad. Las transiciones comienzan cuando el poder reconoce la existencia de opositores legítimos. El paso previo a la reconciliación EEUU-Cuba debe ser la admisión de que en la Isla existen unos cubanos que tienen derecho a opinar sobre el destino del país.
- La reconciliación incondicional entre EEUU y Cuba envía una poderosa señal internacional que confirma que la dictadura de Raúl Castro es un gobierno normal con el que se debe y puede establecer cualquier tipo de vínculo. Tras la normalización de los lazos entre los dos países vendrán diversos tipos de ayudas y subsidios económicos impulsados por intereses que carecen de resortes morales. Esto reforzará la permanencia de la dinastía militar en el poder.
- Esa cordial entente entre los dos países dejaría aún más solos a los disidentes, presos políticos y, en general, a los demócratas de la oposición que desean y buscan un cambio político pacífico, pero real. Lo verían como una traición a los ideales de la libertad y el respeto por los Derechos Humanos que Estados Unidos dice defender. Es esencial que la dictadura ratifique oficialmente el compromiso de respeto a los Derechos Humanos que en el 2007 hizo con la ONU el entonces canciller Felipe Pérez Roque. Entonces se comprometió a que el Gobierno cubano suscribiría el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos aprobado en 1976 por Naciones Unidas. Sería una débil señal de rectificación, pero por algo se comienza. En todo caso, hasta que la disidencia democrática no dé su visto bueno, Washington no debe moverse. Es lo que les conviene a los norteamericanos y a los cubanos.
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