Por Daniel Palacios
LA HABANA.- Mientras el enfrentamiento ante Rusia en la semifinal de
la Serie Mundial en Moscú se roba los cintillos noticiosos de la prensa
cubana, el boxeo retoma fuerzas como centro de apuestas clandestinas en
recónditos lugares como remembranza de una isla prerevolucionaria hasta
hoy olvidada.
Unos muy bien escondidos ranchones -construcciones de madera en forma
cónica y techadas con hojas secas de palma- en puntos intrincados de la
capital cubana acogen los fines de semana a peleadores que desatan
apuestas de miles de pesos.
Antes de 1959 eran abundantes las llamadas “arenas” en todos los
municipios y las carteleras de boxeo profesional. Tras la eliminación
del juego por parte del gobierno de Fidel Castro solo quedaron las más
populares, como es el caso de la Arena Trejo en el municipio capitalino
de Habana Vieja, pero al servicio de la academia municipal de este
deporte.
Ahora, están de vuelta en un mundo habanero donde el marginalismo y la ilegalidad están a la orden del día.
Mario -no es su verdadero nombre- pasó sus años juveniles en la
preselección nacional de boxeo, pero la vida le deparó situaciones
familiares que le impidieron continuar con su carrera deportiva. Hoy
hace de todo para mantener a su esposa e hijo y la tentación de ganar 10
mil pesos (416 dólares) haciendo lo que le apasiona, lo llevó a una
aventura pugilística en las afueras de la ciudad.
Carteleras planificadas
“Un día unos amigos vinieron a casa y me propusieron pelear contra
uno de Las Guásimas [barrio del municipio de Arroyo Naranjo] por 10 mil
pesos así que acepté. Pensaba que era algo particular entre él y yo,
pero al llegar ahí me di cuenta que era una de las cinco peleas de ese
día”, comentó Mario, sentado en la pequeña sala de su casa y lleno de
cautela por lo peligroso del tema en un país donde están prohibidos por
ley todos los juegos de azar y cualquier evento de apuestas.
Según el entrevistado, estas “carteleras” clandestinas de fin de
semana constan de una estructura en la que solamente quien quede en
mejores condiciones resulta triunfador.
El ganador es decretado si su rival no está en condiciones de
continuar el combate. Cuando hay heridas de consideración, los
peleadores son llevados al policlínico y los reportan como víctimas de
riña callejera.
“No hay un número límite de rounds y la pelea se detiene por knockout.
Hay dos jueces, uno en el ring y el otro debajo y cada uno de los
peleadores puede tener hasta tres [asistentes] en su esquina. Los
guantes son de peso profesional y no hay cabecera ni camisetas”, dijo.
A veces cuesta trabajo localizar el lugar destinado a las peleas por
el propio secretismo entre los asistentes. El ring improvisado puede
localizarse en el patio de vivienda intrincada en los suburbios de La
Habana o en una antigua valla de gallos donde caben a lo sumo unas 100
personas.
El cuadrilátero es más pequeño que el tamano oficial y se contruye de
madera, de forma artesanal, con tablas al descubierto. El piso suele
taparse con una lona. Los límites los están fijados por sogas gruesas,
como las que usan los barcos.
A sala repleta
A tenor de datos ofrecidos por otros asiduos a estos “programas” de
peleas, los lugares se mantienen repletos y cada vez son mayores las
apuestas.
“La mayoría de los que se inscriben fueron atletas y se llegan a
prepararse todo un mes para una pelea. Más de uno integraron las
selecciones nacionales en diferentes categorías. Da gusto verlos y sobre
todo si juegas al ganador”, afirmó Adonis, un botero de 25 años y
asiduo a las apuestas.
Mario nos comenta que el ganador se agencia el 80 por ciento de la
apuesta, mientras el otro 20 va a manos de los que hayan participado en
la preparación del púgil y la concertación de la pelea.
“Es como el boxeo profesional, mientras más fuertes los oponentes
mayores serán las apuestas, por eso se respetan cuestiones de peso
corporal y la calidad del contrincante”, agregó la fuente.
Hasta el momento se conoce que este fenómeno ocurre en la capital del
país, aunque no se descartan eventos en otros territorios del interior.
La divulgación no está tan extendida como las peleas de
perros,caballos, carreras de autos, o las tradicionales peleas de
gallos, muy frecuentes a las afueras de las ciudades y en los tiempos
libres de los altos dirigentes cubanos, pero se ha insertado dentro de
la lista de lugares para poner a “producir” dinero.
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