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Ha muerto en París Gina Pellón, pintora. La conocí gracias a mi amiga
Zoé Valdés, que me llevó una tersa mañana, recuerdo, a visitarla. En su
claro apartamento lleno de libros y cuadros conversamos un rato de
pintura y de la isla pavorosa, naturalmente. Gina Pellón pertenecía a
esa generación ya extinguida (¿queda alguien?) de cubanos decentes,
cubanos de otra época, cubanos poseedores de una elegancia moral y por
tanto física totalmente aniquilada por la dictadura castrista.
Exterminio de lo decente, eso y sólo eso es la llamada Revolución.
Gina Pellón, Lydia Cabrera, Gastón Baquero, Eugenio Florit, Leví
Marrero, Cundo Bermúdez, Jorge Camacho, cubanos así de otros tiempos
mantuvieron viva la decencia cubana y lo que podríamos definir tal vez
como lo cubano.
Pero ya no queda nada todo ha sido devorado por la bajeza y la
vulgaridad del castrismo. Toda exaltación del populacho y de lo
colectivo es siempre un asesinato moral y en Cuba durante más de medio
siglo ha imperado la exaltación del populacho y de lo colectivo con la
consiguiente aniquilación del ciudadano y de todo valladar moral por eso
tenemos, humanamente hablando, lo que tenemos: mierda.
Mueren los últimos cubanos y va quedando sólo la basura, es decir
nosotros. Los hijos del estercolero fidelista. Un estercolero que lo ha
infectado todo, del que nadie escapa, ni siquiera los que como yo
nacimos un poco antes (¡no lo suficiente!) de la inauguración del
estercolero.
Por eso al morir Gina Pellón, no hemos perdido solamente a una
pintora extraordinaria. También hemos perdido una de las últimas
muestras de la decencia y de la excelencia moral que fue capaz de
producir en el pasado ese estercolero ya irrecuperable que es la isla.
RICARDO VEGA
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