En el año 1992 escaparon de las instalaciones del Parque Zoológico
Nacional, de Boyeros, una pareja de monos verdes hacia los bosques
colindantes del Instituto de Ecología y Sistemática del CITMA (finca La
Chata). En esos terrenos la especie se reprodujo libremente durante 22
años hasta conformar una manada perfectamente estructurada.
En septiembre del pasado año, Jorge Luis Herrera, pequeño agricultor
de la CCSF Lino Álvarez de las Mercedes, del municipio de Boyeros,
escribió a Granma alarmado ante los destrozos que la familia de primates
le ocasionaba a los sembrados localizados en los alrededores del
Zoológico Nacional y la finca La Chata. Pocos días después el actual
director general del Zoológico Nacional, Miguel L. Abud Soto, respondió
mediante la sección Cartas a la dirección “estar en la mejor
disposición, de conjunto con el remitente, de ayudar para dar solución a
esta vieja problemática”. El diario Juventud Rebelde publicó un
reportaje, en octubre del 2013, donde se ofrecieron los pormenores del
asunto.
Hoy Granma regresa sobre el tema ante el anuncio de la captura de los
últimos ejemplares de los monos verdes y para ello dialogó con el
responsable de la operación, Ángel Cordero Sánchez, especialista
principal del Foso de los leones del Parque Zoológico Nacional y con el
pequeño agricultor Jorge Luis Herrera, promovente de la queja.
¿CÓMO ATRAPAR a UN MONO VERDE?
Los monos “fugitivos” no tienen depredadores naturales en el
archipiélago cubano, pero sí las condiciones ideales para su
reproducción y alimentación, especialmente en los árboles de La Chata.
Según el criterio de algunos especialistas del Zoológico Nacional, una
supuesta caza furtiva — cuyos reportes se mencionan en la Respuesta de
la institución publicada en septiembre del pasado año en este diario—
podría haber ocasionado que la manada se disgregara y llegara hasta los
cultivos vecinos. Otros opinan que al crecer en familia expandieran su
territorio hasta los sembrados de los campesinos, ocasionándoles
notables daños que impedían el logro de algunas cosechas y su entrega
puntual a la cooperativa.
Pero Ángel Cordero (Pachi) recuerda que cuando la primera pareja
escapó los terrenos de La Chata eran más extensos. “Hoy parte de esa
propiedad ha pasado a manos de los campesinos. Al ver sus ‘dominios’
reducidos los primates bajaron de los árboles a buscar el sustento en
los cultivos”.
Los monos verdes (chlorocebus aethiops) tienen una longitud
cabeza-cuerpo de 41 a 62 cm y un largo de cola de 53-72 cm, el pelaje
gris o amarillo-oliva claro con partes inferiores blanquecinas. Esta
especie omnívora —que puede alimentarse de animales y plantas— está
considerada como muy inteligente. En vida libre pueden vivir entre 6 y
10 años. En cautiverio entre 14 y 16.
Las direcciones anteriores del Parque trataron en algunos momentos de
capturar a los monos, pero ante los esfuerzos infructuosos (o bien
porque les robaron las trampas y el cebo, o porque no poseían los
conocimientos necesarios para una captura de esa envergadura) no se le
dio un seguimiento sistemático al tema, como se hizo en la actualidad,
comenta Ángel Cordero.
“Me dieron la tarea de atraparlos debido a la experiencia laboral
acumulada en el manejo de animales salvajes, a pesar de que soy el
especialista principal del Foso de los leones, no de primates. La
Dirección me ofreció todo el apoyo y me pidió que lo hiciera en el menor
plazo posible para ayudar a los campesinos con la producción de sus
cosechas.
“La encomienda no fue fácil, tuve que ir hasta el bosque a estudiar
su conducta y movimientos. Lo primero que hice fue tratar de contarlos a
todos. No había consenso en el número de la manada. En un principio se
dio un estimado de hasta 50 animales sueltos, algo que considero
erróneo, imposible de lograr biológicamente de una pareja. Contabilicé
diez ejemplares.”
Como observación importante Pachi acota que no todas las pérdidas de
los campesinos se les debe achacar a los animales, pues algunas personas
inescrupulosas hurtaban en los sembrados con un modus operandi similar
al de los primates para inculparles.
“Diseñé una jaula trampa de tres metros de largo, por 1,80 de alto y
1,60 de ancho, fabricada con cabillas y forrada con malla pirle. Desde
Matanzas traje a un animal entrenado de la misma especie. Los monos son
territoriales, estos ya conformaban una manada perfectamente
estructurada de animales salvajes donde había un jefe, un vigía, crías y
hembras dominantes. Cuando vieran al extraño se acercarían a
desplazarlo.
“Y así ocurrió. En octubre pasado coloqué el mono entrenado en la
trampa y algunos ejemplares se acercaron a él, a desalojarlo, y cayeron
apresados tres de ellos. Al suceder esto con los primeros tuve que parar
porque los demás comenzaron a mostrarle miedo a la trampa. Entonces
regresé con el artefacto para el Parque por espacio de un mes y
medio, luego volví al bosque para continuar sociabilizando con los
animales.
“Por muy rápido que lo intentara no funcionaba, ese es un trabajo de
iniciativas y mucha paciencia. Llegaron a conocerme, a esperarme cuando
sentían el ruido de mi moto. Les llevaba diariamente alimentos —algunos
que no conocían, como el maní y frutas que no se cultivaban por allí,
les enseñé a comerlos—, todo eso aplicando los métodos aprendidos en el
Parque, como el de no mirarlos de frente porque la vista fija puede ser
interpretada como provocación, agresividad. Debía estar dentro de ellos
como si yo no existiese. Los primeros días también trataron de
desplazarme del grupo, después me aceptaron y esperaban mi llegada. Tuve
que construir una segunda jaula porque conocieron el peligro que
representaba la primera. En febrero de este año, aprovechando la
cercanía creada los fui capturando, uno a uno. Ya apresados un disparo
de cerbatana con un sedante los adormecía para hacer el proceso menos
traumático.
“Capturé el último ejemplar el 15 de febrero. Atrapamos 10 monos
verdes, cuatro machos y seis hembras. Durante todo ese tiempo no hubo
muertes ni lesiones, aunque si encontramos al menos dos cadáveres de la
especie. Debo señalar el apoyo brindado por el personal del Instituto de
Ecología y Sistemática del CITMA en el proceso, a quienes agradezco su
esfuerzo.
“Ahora todos están en la clínica, en cuarentena. Se les hacen
chequeos médicos, antes de llevarlos a la colección”, finaliza Pachi.
DEL OTRO LADO DE LOS CULTIVOS
Desde su vivienda en el reparto Parajón, en Boyeros, Jorge Luis
Herrera mostró su beneplácito ante la noticia de la captura de los
transgresores a sus sembrados.
Antes de comenzar a trabajar los terrenos que me entregaron, que
pertenecían al Instituto de Ecología y Sistemática, escuchamos
comentarios de vecinos que en la zona existían monos sueltos, pero no
los habíamos vistos aún, afirma. “Nos percatamos de la veracidad de los
rumores cuando cosechamos la guayaba enana, que es una producción muy
rápida y ellos comenzaron a afectarla. Las cosechas predilectas de estos
primates eran las de mango, plátanos en vías de maduración, el maíz,
tomates y habichuelas.
“Es real que ya no hemos vuelto a ver a ningún otro mono en la zona.
Se acerca la etapa de las frutas, fundamentalmente el mango, y si
hubiera quedado algún ejemplar suelto sería ahora cuando lo
comprobaríamos. En estos momentos no tenemos sembrado ni maíz ni tomate y
por eso no hemos visto nada”, acota.
Más de dos décadas después que una puerta, irresponsablemente
abierta, dejara escapar a la pareja de primates precursora de la
discordia, el largo capítulo de los monos verdes parece llegar a su fin.
No obstante, Ángel Cordero, con paciencia y perseverancia ancestral,
aún mantiene una de sus jaulas preparada en los bosques de La Chata. La
última palabra la dirá el tiempo.
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