sábado, marzo 15, 2014

Venezuela, Cuba y el Eje del Mal - Juan F. Benemelis

Juan F. Benemelis
www.cubasi.cu
En toda su historia política el sub-continente latinoamericano se ha definido a partir de dos ejes: el de Cuba-Venezuela y el de Argentina-Brasil. Desde hace un par de décadas el polo Cuba-Venezuela se ha hecho de la iniciativa estratégica ante la indolencia de Washington.
En 1959, Fidel Castro propuso al entonces presidente venezolano Rómulo Betancourt erigir una alianza política-petrolera no solo para apoderarse del continente sino para confrontar a Estados Unidos. Pero el presidente Betancourt rehusó y un airado Castro desató la violencia guerrillera.
Tras la debacle del bloque soviético Castro desempolvó su antiguo plan, esta vez con la complicidad de la “izquierda” venezolana, a la cual demandó que le brindara apoyo irrestricto en las siguientes elecciones presidenciales a un ex golpista: Hugo Chávez.
El anónimo coronel propulsado por los Castro, Hugo Chávez, ganó las elecciones en 1998 gracias a un equipo de expertos cubanos en computación y al venenoso bolsillo de La Habana.
De inmediato, Fidel Castro convenció a Chávez de comprar con petrodólares los votos de países del Caribe y de África, para asegurar primero una cómoda mayoría en la OEA, neutralizando cualquier acción futura de Washington y disponer, además, de un amplio apoyo en la ONU para hipnotizar a Europa.
A la vez se promovía en el poder a radicales como Evo Morales, Rafael Correa o Daniel Ortega, quienes se integraron de inmediato a la alianza energética: Venezuela-petróleo, Bolivia-gas, Ecuador-petróleo, Irán-petróleo.
Cabría decir que en este engranaje Cuba se sitúa como el centro logístico para el trasiego ilegal de servicios, finanzas, petróleo, armamentos, tecnología; así como sede de compañías ficticias rusas, iraníes, venezolanas, etc., prestas a evadir las restricciones internacionales.
Cuba y Venezuela establecieron la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), una alianza económica de América del Sur y El Caribe, como alternativa al NAFTA norteamericano. A sugerencia de Castro, Venezuela compró la deuda externa de Argentina asegurando la confluencia de la dinastía bonaerense de los Kirchner.
En el marco del ALBA la empresa cubano-venezolana PetroCaribe, que opera desde La Habana, aseguró la dependencia energética de 18 países del Caribe y América Central, seduciéndolos con precios muy bajos.
En los años noventa, Castro y Chávez desplegaron una campaña con los petro-países de América Latina, Rusia y el Medio Oriente, a fin de incrementar lo más posible el precio mundial del crudo y, como lado oscuro, dislocar las economías de Estados Unidos y Europa. Desde ese momento se cuadruplicaría el precio del barril.
Para lograr este fin la diplomacia cubana introdujo a Chávez en África, en el mundo islámico, en China y en países antagónicos a Estados Unidos como Irán, Siria, la Libia de Muamar Gadafi, Corea del Norte, Palestina, etcétera, y con las del extinto bloque soviético, como Rusia y Belarús.
Una vez consolidada el control cubano en Venezuela, La Habana presionaría a los integrantes del ALBA a establecer alianzas extra-continentales. Así, toma cuerpo con el apoyo venezolano propiciar la irrupción de los rusos y los chinos en el hemisferio.
La conexión ruso-venezolana se articula con más de 45 protocolos, incluyendo un reactor nuclear, un banco mutuo con capital inicial de $12,000 millones, una línea directa Moscú-Caracas y la asociación de PDVSA con los consorcios petroleros Gazprom, Roseneft y Lukoil para explotar las colosales reservas del Orinoco, suspendiendo con ello compromisos con las corporaciones petroleras norteamericanas.
La manifestación más palpable de esta interacción política ha sido el acuerdo militar de Vladimir Putin con Cuba y Venezuela por $4,500 millones, que garantiza puertos de ambos países para la marina de guerra rusa.
Venezuela e Irán conformarían un banco común con sede en La Habana,  establecerían una red de entidades comerciales en Caracas, firmando un acuerdo militar que incluía al programa nuclear, la compra de armamentos fabricados por Cuba y Venezuela y una base de entrenamiento de iraníes en Zuata. Y todo esto está implicado con PDVSA, la cual supliría la necesidad iraní de gasolina, violando el embargo de la ONU.
Esta infraestructura iraní propiciada por La Habana y Caracas le permitiría ocultar manejos ilegales con organizaciones terroristas en el sub-continente, sobre todo desde la Isla Margarita. En este sentido, los iraníes utilizan pasaportes venezolanos para desplazarse y hacen uso del sistema bancario ecuatoriano para manipular sus finanzas.
Yendo más allá, Raúl Castro ha planteado reiteradamente que Rusia, China, Cuba y Venezuela son socios estratégicos en cuanto al petróleo y la tecnología militar.
Nos inclinamos a concluir que ante el vacío de presencia y proyección de la actual administración en la Casa Blanca, se ha puesto en marcha la estrategia de reemplazar a Estados Unidos en América Latina tanto en hegemonía política como en economía, inversiones, finanzas y tecnología.
Ha sido el petro-dólar venezolano la herramienta habanera para elevar al poder a “déspotas de Indias” los cuales no podrían subsistir sin tales subsidios. De ahí que una trasformación política regimental en Venezuela puede salvar el continente de su actual regresión democrática.


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