La profunda crisis que afecta a Venezuela puede repercutir duramente en Cuba.
Ocurre que los venezolanos, hartos de vivir en la postergación mientras
su margen de libertad se ha ido achicando, han salido masivamente a
protestar a las calles a pesar de la condenable represión puesta en
marcha por el cuestionado gobierno de Nicolás Maduro.
Desde 2001, Cuba depende
de la enorme ayuda económica venezolana, que generó en los líderes
cubanos la ilusión de que podrían postergar indefinidamente los cambios
que exige su deteriorada realidad económica. Lo que ocurra en Venezuela
podría, en cambio, acelerar el abandono del perimido colectivismo
cubano.
El eje de la relación económica entre ambos países es
el acuerdo económico de 2000, que estipula que Venezuela suministra a
Cuba petróleo y derivados a cambio de servicios profesionales que
prestan en Venezuela miles de cubanos, especialmente médicos, pero
también personal militar y de seguridad.
Ese acuerdo se amplió y hoy se extiende hasta 2020,
pero sus términos son absolutamente inusuales por su desequilibrio. El
valor de los servicios cubanos está indexado por el precio del petróleo
porque Venezuela exporta crudo y derivados por 2800 millones de dólares.
Y Cuba exporta a Venezuela servicios a los que se atribuye
arbitrariamente un valor anual de 5400 millones de dólares. Con el
excedente, Cuba paga a Venezuela la importación de otros bienes.
Se habla de que habría unos 50.000 profesionales
cubanos en Venezuela. Cada uno de ellos generaría para Cuba un ingreso
de 135.000 dólares anuales. Estamos entonces claramente frente a un
subsidio de los venezolanos fundado en razones políticas. Cuba recibe
unos 105.000 barriles diarios de crudo venezolano. Destina el 62 por
ciento al consumo doméstico y el resto a su refinación y también a la
exportación, con gran margen, al resto del mundo. La mitad de los
barriles se los paga a Venezuela en 90 días y la otra mitad en un plazo
de hasta 25 años, con dos de gracia y una tasa de interés sobre saldos
del 1% anual. Una ganga, que también genera indignación en muchos
venezolanos. Y, pese a esas condiciones ventajosas, Cuba ha acumulado
una importante deuda con Venezuela que, dados sus antecedentes,
difícilmente pagará.
El gravísimo deterioro de la economía venezolana y la
situación de creciente vulnerabilidad de Maduro son para Cuba un grave
riesgo porque existe la posibilidad de que los subsidios venezolanos se
evaporen. Por ello, en esta emergencia los cubanos aparecen en medio de
la crisis de Venezuela alrededor de las fuerzas armadas, como
guardaespaldas, en el servicio exterior y en los servicios de seguridad
venezolanos, cuyos duros matones hoy actúan con técnicas que lucen
suministradas por los asesores cubanos. Las golpizas e insultos que
reciben en La Habana las Damas de Blanco no parecen demasiado diferentes
de las que Nicolás Maduro propina ahora constantemente a sus propios
estudiantes.
En otro andarivel, también hay que tener en cuenta la
relación de Venezuela con Rusia, que ha suministrado aviones, tanques,
equipos militares y hasta una fábrica de fusiles Kalashnikov a Caracas.
Estos arsenales se justificaron en función de una presunta invasión
externa, pero ahora podrían ser empleados en la represión doméstica. A
ello se agrega la preocupación por las conversaciones que sugieren que
se analizaría la posibilidad de instalar una base militar rusa en suelo
venezolano, lo que sería repudiable.
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