Termino de trabajar muy contento, he puesto a Oscar D´León y he
bailado bastante pintando. Oscar D´León, el más grande, un venezolano
que toca la música pavorosa mucho mejor que los pavorosos. Ni música
para mover el culo hacen ya bien en esa isla espeluznante su mayor
aporte filosófico mover el culo en esa isla y también lo van perdiendo.
Es la Revolución. Pero lo que quería decir es que después de lavar los
pinceles veo que mi hermano me ha mandado la grabación de un programa de televisión de Miami.
En el programa han entrevistado a un esbirro que toca la guitarra,
creo, y berrea algo, siempre entrevistan a estas gentes en Miami como si
tuviera algún valor hablar con esa gente, gente muy vulgar y mediocre
por lo general. Ya Miami es una ciudad controlada absolutamente por la DGI
cubana y no sólo la usan a manera de mina de la que extraen el dinero
necesario para mantener la dictadura sino que también la utilizan para
hacerse propaganda. Miro el programa y pienso que debo alejarme aún más,
mudarme a Tokio tal vez. Sale en el programa además un tipo llamado
Carcassés, quién coño es Carcassés, pienso. Nadie, otro esbirro. Mierda.
En el programa es evidente que le han lavado el cerebro a los pobres exiliados con el cuento de la intolerancia no no digas eso
que parecemos intolerantes, como si en vez de exiliados políticos
fueran participantes de un concurso de tolerancia o de sabe dios qué
coño. La oposición a la dictadura se ha reducido a este concurso absurdo
y a Uva de Aragón que lloriquea nostálgica
mientras come sin parar plátanos fritos. Se ha reducido a un fraude en
el que el enemigo ocupa las plazas en la ciudad donde se han refugiado
las víctimas y mediante un sofisma elemental no sólo las desarma sino
que las usa.
Respeto, dice Carcassés y el Sr. Cao lo repite y asiente grave.
Pero. ¿Por qué hay que respetar al patán que viene a propagar en Miami
el mantra más efectivo de la policía cubana: el del perdón, el respeto,
la reconciliación y el amor con la dictadura? ¿Por qué el Sr. Cao pacta
con el otro patán y acepta “llevarlo suave” y “no hablar de política”.
¿Si viniera un nazi a su programa aceptaría el Sr. Cao no hablar de los
campos de concentración? Supongo que no. Porque de lo único que hay que
hablar con un nazi es de los campos de concentración y de la maldad
nazi.
Pues con estos emisarios de la buena nueva del perdón y el respeto
que debe imperar entre la dictadura cubana y sus víctimas, lo mismo: de
lo único que hay que hablar con ellos es de los crímenes y de la
ausencia de libertad bajo la dictadura y de la vileza de la dictadura y
del daño que ha causado a los cubanos esa dictadura a la que sirven esos
emisarios y de la que, evidentemente, forman parte.
A estas alturas, y aún las víctimas de la dictadura cubana no saben
reconocer al enemigo. Pero ya les digo yo como reconocerlos: todo el que
venga de Cuba hablando de amor, de reconciliación, de tolerancia, de
perdón y de que la familia es más importante que denunciar el castrismo:
ese es el enemigo.
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