lunes, marzo 24, 2014

El Circo de Venezuela

Manuela Zarate
No hizo falta que el Consejo Permanente de la OEA fuese público. Los breves instantes en que el organismo transmitió su sesión fueron suficientes para demostrar que el sistema interamericano no funciona, que la democracia en la región está en crisis y que para la diplomacia actual es más importante cuidar la permanencia en el poder de un aliado político, que los principios democráticos. Cuando uno por uno los representantes de los países miembros fueron votando dejando en claro sí, no su posición frente a un principio, sino su lealtad a un proyecto político fue un momento triste, porque quedó en evidencia que más pueden ciertos intereses que el verdadero espíritu de un sistema que fue creado para combatir justamente lo que ha sumido a Venezuela en una las crisis más graves de sus historia: el militarismo, el abuso de poder, el irrespeto a los derechos humanos y la violación de los principios democráticos.
Es desolador ver naciones que como Brasil, que sustenta como un gigante latinoamericano una posición que le da gran responsabilidad en la región, no hagan el esfuerzo por permitir que se esclarezcan situaciones en las que se han comprometido los derechos humanos. Pesan más los negocios, las alianzas políticas, las complicidades ideológicas y las estrategias comerciales que cualquier otra cosa.
El representante de Brasil pidió que se hiciera privada la audiencia porque no quería que se convirtiera el Consejo Permanente en un circo. No hizo falta que aclarara que el circo se refería a la delegación venezolana conformada por la diputada María Corina Machado, la madre de Geraldine Moreno, Carlos Vargas y un representante de los trabajadores petroleros, quienes tendrían derecho de palabra gracias a los esfuerzos de Panamá. El circo para este diplomático sería el hecho de presentar de forma pública su exposición en la que darían testimonios y pruebas de los eventos ocurridos en Venezuela desde el 12 de febrero y los problemas que han llevado a una gran parte de la población a tomar las calles.
Hablarían de marchas, de torturas, de persecuciones. Hablarían de bombas lacrimógenas, perdigones y tiros  lanzados a edificios. Detenciones y allanamientos sin las necesarias órdenes judiciales. Hablarían de censuras a la prensa. De la forma como se han ahogado a los comercios y a la actividad económica, como se ha favorecido a los empresarios ligados al régimen quienes consiguen dólares preferenciales con empresas de maletín y así estafan a la nación. Hablarían de los enfermos que no consiguen medicinas, incluidos los pacientes de enfermedades terminales que ven como su vida se va a apagando lentamente por no poder tener acceso al cuidado que requieren, en una de las naciones más ricas del mundo. Hablarían de contrabando, de muertes violentas, de presos políticos.
Eso para Brasil es un circo. Estudiantes fallecidos, torturados, periodistas secuestrados. Que a una familia le haya caído una bomba lacrimógena en su vivienda, para Brasil es un circo. Que hayan golpeado a una mujer en la cara con un casco para Brasil es un circo. Civiles que mueren en protestas con tiros en la cabeza, una joven que muere porque le disparan en la cara a quema ropa, es un circo. Es un circo hablar de ello y someterlo a un debate público. Porque es mejor mantener estas cosas escondidas y que las víctimas sufran en silencio. Porque es mejor que quienes padecemos estos atropellos aprendamos que para la política internacional los gobiernos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario, no así los ciudadanos. Una diputada, un trabajador, una madre de familia y un estudiante, ellos son sospechosos y sus intenciones dudosas. No vale la pena escucharlos, mucho menos darles la palestra para que hablen, para que además sirvan de ejemplo a otras naciones. Porque vamos a estar claros, en Venezuela el caso será más grave, pero no es la única nación. Los gobiernos en su mayoría, se comprometen en papel a salvaguardar derechos y después no cumplen.
No es sólo un interés económico. Es además el miedo de que si algún día ellos mismos pierden el poder no puedan acudir al mismo mecanismos. Es pensar que tal vez algo parecido pueda suceder en sus países. Es pensar que sus propios ciudadanos puedan exigir el derecho a ser escuchados por un continente.
La OEA es un “club de presidentes”, tal vez no en papel, pero sí en la práctica. Es un espacio donde se habla mucho y se hace poco. Donde pesan los formalismos y los apretones de mano hipócritas, y donde lo que se defiende son las apariencias. Para estos embajadores quedó claro que la prioridad es que se mantengan las caretas y no se hable de lo que nos importa a los ciudadnos, que no se toquen temas sensibles y que a cualquier precio no se investigue ningún hecho que pueda causar escozor a algunos gobiernos.
Lo que para los venezolanos es un sufrimiento, una angustia, una forma de vida insostenible. Estas semanas de frustración, dolor y rabia. Estos eventos que han terminado de aplastar el valor más importante que tiene una sociedad, que es la libertad, la aniquilación de la otredad y la violación de todos los principios democráticos son para Brasil y para la OEA un circo. Lástima que aquí cuando salen los malabaristas a protestar y los payasos a reprimir nadie ríe.


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