Por Gabriela Calderón de Burgos
Recientemente hubo revuelo y confusión
ante la posibilidad de que la afiliación al Seguro General Obligatorio
del IESS sea obligatoria también para los trabajadores autónomos
(médicos, taxistas, etc.). Esta semana, el director de la institución
puso fin a la controversia aclarando que la “Afiliación obligatoria de
autónomos al IESS es voluntaria”. Pero lo interesante son las
inquietudes que este incidente provocó: ¿Están en problemas las finanzas
del IESS que necesita desesperadamente nuevos afiliados? Si el seguro
social estatal es tan bueno, ¿por qué los trabajadores deben ser
obligados a afiliarse?
Estas interrogantes vienen desde hace
mucho tiempo. Es mi opinión que el sistema de seguridad social del
Ecuador está condenado a la quiebra y no se salvará de ella con medidas
parche como las que se suelen mencionar –aumentar la tasa de la
contribución y la edad de jubilación, incrementar la cantidad de
afiliados y/o reducir las pensiones–. Incluso si esas medidas paliativas
lograsen aplazar la crisis del seguro, son inaceptables e injustas para
los trabajadores afiliados, a quienes generaciones de políticos le han
hecho y le seguirán haciendo promesas sin financiamiento, si no se
reforma el sistema de manera integral.
El trabajador afiliado al IESS no es
dueño de sus ahorros. Otros deciden en qué se invierten y gastan por él.
El trabajador ecuatoriano dependiente es un cliente cautivo del
sistema, no tiene libertad para elegir entre distintas opciones y por lo
tanto el IESS es un poderoso monopolio estatal, no disciplinado por la
competencia. Esto resulta en que los incentivos de los políticos
encargados de decidir en qué invertir o gastar el ahorro de la mayor
parte de los trabajadores no estén alineados con el interés de los
trabajadores.
El IESS es un sistema piramidal que
parece funcionar bien siempre y cuando haya más aportantes que
pensionados. Es similar al negocio del notario Cabrera, con la
diferencia de que este no gozaba del monopolio de la fuerza al momento
de intentar obtener nuevos aportantes. El problema es que nos estamos
poniendo viejitos: el estudio de la consultora Actuaria estimó que la
relación aportantes/pensionados era de 7 aportantes por cada pensionado
en el año 2010, pero que para el 2050 será de 3,5 afiliados por cada
pensionado. Uno pensaría que entonces la solución es simplemente
conseguir la mayor cantidad posible de afiliados, pero resulta que el
sistema es tan perverso que cada afiliado adicional empeora el déficit
actuarial del IESS a largo plazo –y la cantidad de afiliados se triplicó
entre el 2010 y 2013–. Entre el 2003 y 2010 el déficit actuarial del
IESS se duplicó hasta llegar a $ 5.142 millones, aunque podría llegar
hasta $ 11.000 millones si no se hace algo al respecto.
Finalmente, al no ser dueños de sus
ahorros, los contribuyentes al sistema muchas veces perciben los aportes
como un impuesto y no tienen el incentivo de ahorrar más (considere
cómo todo el que pudo corrió a retirar el dinero que había en los fondos
de reserva). En cambio, bien dice el refrán que “el ojo del amo engorda
al caballo” y es así que en los países latinoamericanos que realizaron
exitosamente la transición hacia un sistema financiado con cuentas
individuales para la jubilación —como Chile, Colombia, Perú y México— se
redujo la percepción de los aportes como un impuesto, incentivándose
así el ahorro.
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