miércoles, marzo 19, 2014

Cuba, del relativismo y la inmoralidad cultural

Francis del Río
Francis del Río
Armando Añel
En el caso cubano, no queda más remedio que acudir cuchillo en boca al tema de la inmoralidad cultural, como hiciera el periodista Andrés Reynaldo en un reciente artículo. Porque el relativismo se ha generalizado tanto y tan profundamente que ya opera como coartada de la represión. Y lo peor es que muchos de los reprimidos, de las víctimas, ni siquiera son capaces de detectar esa coartada. La trampa del relativismo justifica, indirectamente, la represión. Uno quisiera lucir “civilizado”, “cordial”, “underground”, pero es que la muerte aguarda en esa carroza, invitando al carnaval. Uno no puede subirse a esa carroza.
El caso del cantante Francis del Río y  su defensa en la televisión de Miami de cinco terroristas condenados en Estados Unidos, o el intento, por parte de numerosos intelectuales y artistas exiliados, de convertir a un trovador condecorado por Fidel Castro en un disidente –caso reciente de Santiago Feliú—, demuestran que la inmoralidad cultural, más conocida como doble moral, ha calado lo suficientemente hondo como para convertirse en una valladar casi infranqueable para la aspiración, compartida por millones de cubanos, de vivir en libertad en Cuba. Porque mientras las víctimas no sean capaces de, al menos, desaprobar a los cómplices, no habrá futuro para ellas. “Tanta culpa tiene el que mata la vaca como el que le aguanta la pata”. No se trata de ningún descubrimiento, lo sé, pero nunca está de más subrayarlo.
Quienes se la pasan cantándole al amor y la reconciliación deberían saber que ellos, el amor y la reconciliación, también necesitan un escenario para realizarse. No son cosa abstracta todo el tiempo. Y las personas que como Santiago Feliú y Francis del Río contribuyeron o contribuyen a que ese escenario sea dinamitado, conviviendo con depredadores y secuestradores, o llamando héroes a asesinos y soplones, deben ser objeto de algún tipo de desaprobación por parte de quienes aspiran a una Cuba en estado de derecho. El odio y la muerte como política deben tener algún tipo de precio moral para quienes la sostienen. El papel de artistas como los mencionados ha sido y es determinante para que el castrismo se mantenga en el poder, maquillándolo y justificándolo en todos los países y escenarios. No se puede subestimar el rol de la cultura domesticada en la perpetuación de esa dictadura, como tampoco la coartada del relativismo con que algunas de sus víctimas, indirectamente, justifican la represión.
¿Cuántos miles de muertos carga ya sobre sus hombros la llamada “revolución cubana”? ¿A alguien le sobran los dedos para contarlos?
A ver si le cantamos a ellos también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario