Los cubanos eran patriotas y revolucionarios antes
que llegara Fidel Castro
Aun con los problemas que había que superar, la Cuba anterior a 1959
era muy superior a la Cuba de hoy. Era más independiente, libre,
igualitaria, justa y próspera. Había fe y esperanza en el futuro.
Los cubanos jóvenes no arriesgaban su vida para huir de su país.
Afirmar lo que era cierto no es pretender volver a la Cuba de ayer,
eso es una imposibilidad histórica.
Ni tampoco los cubanos nos hemos sacrificado por más de cincuenta
años luchando contra el castrismo comunista para restaurar el
capitalismo en nuestro país.
Aunque ahora nos quieran hacer creer que el castro-capitalismo
(reformas sin libertad) es el rumbo prudente y sabio a seguir.
El capitalismo no es la solución de los problemas sociales de un
pueblo. El capitalismo es una forma de crear riqueza, no de
distribuirla o de hacerlo con equidad. Ni es el camino hacia la
libertad y la democracia.
No lo ha sido para China, Rusia o Vietnam, tampoco lo será para
Cuba.
El capitalismo sin una constitución democrática daría oxigeno a la
dictadura castrista como ha sucedido en otros lugares.
Nuestras metas siguen siendo las mismas de los revolucionarios
demócratas de la Cuba de ayer, mucho antes de que apareciera en
escena Fidel Castro.
Antes de Castro nuestra generación continuó con el compromiso de las
que nos precedieron: alcanzar justicia social para el pueblo y dar
fin a la corrupción y el atropello.
Ellos -como nosotros después- luchamos por lograr la libertad y
construir una democracia verdadera, sin castas ni grupos marginados.
Ellos -como nosotros después- luchamos por una democracia
pluripartidista donde se respetaran los derechos humanos, la
propiedad y la empresa privada. Una nación sin corruptos ni
explotadores.
La versión castrista de Cuba
Mucha gente, embaucada por la propaganda y por su propia ceguera, ha
creído por demasiado tiempo la versión de que cuando Fidel Castro
llegó al poder en 1959 Cuba era un desastre.
Un lugar donde el analfabetismo, la prostitución, el abuso a los
trabajadores y la corrupción eran males endémicos y sin solución,
sobre los que no se había hecho nada efectivo.
Un país donde mandaba la mafia y el gobierno estadounidense.
Cuba no era así.
Fidel Castro no enseñó a los cubanos a ser patriotas, ni a ser
valientes, ni justos, ni a defender la independencia de nuestra
nación de cualquier intromisión extranjera.
Antes de 1959 ya Cuba era Cuba
Antes que Cuba se independizara de España ya tenía una población
emprendedora y orgullosa de su cubanía.
Nuestra nacionalidad se forjó en las universidades, en las ciudades
y en el campo. Con la música de sus artistas y el canto de sus
poetas; en las luchas por la independencia y contra las injusticias
sociales y la discriminación racial.
El padre de la patria cubana, Carlos Manuel de Céspedes, liberó a
sus esclavos y los invitó a sumarse a la guerra por la independencia
contra España desde el primer día, el 10 de octubre de 1868.
Dos meses después, el 27 de diciembre de 1868, Ignacio Agramonte y
Loynaz, miembro de una familia acaudalada de Camagüey, abogado,
Comandante de las Fuerza Revolucionarias y delegado a la Asamblea de
Guáimaro, redactó la primera ley cubana contra la esclavitud, que
fue aprobada.
Durante el siglo XIX los cubanos combatieron en tres guerras contra
el colonialismo peninsular. En la última (1895–1898), España, en su
afán de mantener a la isla bajo control a cualquier costo, envió un
ejército de 200,000 soldados.
En esta contienda una tercera parte de la población campesina de la
Isla murió, y la economía cubana quedó desbastada.
En toda esa larga epopeya que se peleó a caballo y luchando contra
un ejército superiormente armado, el pueblo aprendió a admirar con
devoción a sus héroes.
El 26 de octubre de 1868 en Pinos de Baire cuarenta mambises se
lanzaron por primera vez a la carga al machete contra más de 200
soldados españoles.
José Martí, el escritor, poeta y arquitecto de la independencia,
murió en combate; también el más bravo de sus jefes militares, el
General Antonio Maceo.
La intervención de los Estados Unidos en esa última guerra logró la
rápida derrota de España, pero una serie de injustas condiciones
impuestas por el gobierno de Washington a la constitución de Cuba
creó una profunda molestia en una población nacionalista e
inteligente.
Desde esa independencia lastimada en 1902, cada generación tomó como
suya alcanzar la patria soñada por José Martí. Una nación con todos
y para el bien de todos.
La enmienda Platt fue finalmente derogada en 1934, mediante acuerdos
entre ambos gobiernos, que firmaron un
nuevo tratado en el que se mantenía la permanencia de la base naval
de Guantánamo
y la plena vigencia de las normas que la regían.
Las protestas de los cubanos por la intervención de EEUU en sus asuntos
internos, de claro matiz imperialista, provocaron varias
renegociaciones del tratado, y finalmente desembocaron en la
derogación de la Enmienda.
Cuba era Cuba antes de que Fidel Castro naciera, y los cubanos
sabían lo que querían y lo que había que rechazar y cambiar en su
sociedad.
Por lazos históricos, el comercio y la geografía, la influencia de
los Estados Unidos estuvo presente en la vida política de la isla.
Pero Cuba no era una colonia de los Estados Unidos. Ni la
prostitución era una institución de supervivencia para miles de
hombres y mujeres como lo es hoy en la Cuba castrista.
Cuando los cubanos empezaron a llegar como exiliados a Miami en 1959
no llegaron con complejos de inferioridad.
En la Cuba de antes de 1959 ya habían construido un país y habían
demostrado que podían competir con los estadounidenses y superarlos.
La Constitución social-demócrata de 1940 fue una muestra del
compromiso moral y social martiano que vivía intensamente en el
corazón de los cubanos.
De 1902 a 1959 Cuba avanzó económica y socialmente hasta convertirse
en uno de los países más prósperos de Latinoamérica.
Problemas por superar había, esperanza, organización y energía
también.
La leyenda castrista
Fue el golpe de estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952,
lo que impidió que se celebraran las elecciones de junio de ese
mismo año, en la que el Partido “Ortodoxo” de tendencia social
demócrata seguramente hubiera triunfado por el amplio apoyo popular
con el que contaba.
Un año después, el 26 de julio de 1953 un grupo de cubanos opuestos
a la dictadura de Fulgencio Batista trató de tomar el Cuartel
Moncada en la ciudad de Santiago de Cuba. Fue una improvisada y
desastrosa escaramuza militar.
Su jefe, Fidel Castro, como luego demostraría con frecuencia en la
Sierra Maestra, actuó ese día con suficiente prudencia y huyó a
tiempo mientras sus compañeros arriesgaron la vida con temeridad.
Castro fue descubierto en su escondite y detenido. No fue torturado
y asesinado con crueldad por los esbirros batistianos como muchos de
sus compañeros de asalto.
En un juicio en el que tuvo todas las garantías, Fidel Castro expuso
su programa de cambios dentro de la democracia. Su discurso fue
ampliamente difundido al pueblo por los medios de prensa.
A Fidel Castro se le condenó a 15 años de prisión. Gracias a una
amnistía del dictador Fulgencio Batista solo cumplió 22 meses en la
cárcel, y con un trato preferencial.
Quien era un desconocido en el país y un fracasado aspirante a algún
puesto de dirigente en el partido Ortodoxo se convirtió de la noche
a la mañana en un personaje en Cuba.
Ya en libertad, Castro viajó a los Estados Unidos y luego a México,
país en el que organizó un grupo de 85 hombres con los que salió en
un yate hacia Cuba.
Los expedicionarios no desembarcan en el lugar ni en la fecha
apropiada. Para apoyarlos el día 30 de noviembre se produjo un
levantamiento en la ciudad de Santiago de Cuba al mando de un
aguerrido joven de la ciudad, Frank País.
Fidel y sus compañeros llegaron a un lugar remoto de la costa sur de
la provincia de Oriente. Solo un pequeño grupo que logró mantenerse
unido se internó en la Sierra Maestra, donde comenzó la lucha en las
montañas y las ciudades de Cuba.
Durante la lucha guerrillera en más de una oportunidad su testarudez
y arrogancia casi cambian el rumbo de la guerra a favor de la
dictadura; creía saberlo todo, y con frecuencia daba órdenes
absurdas, insultaba a sus subordinados, y se mantenía a distancia de
los combates.
Quienes luchábamos a su lado conocíamos esos defectos porque eran
evidentes, pero jamás imaginábamos que Fidel aspirara a una
dictadura de por vida.
Los sucesos del Moncada, la posterior expedición que partió desde
México, y la guerra de guerrillas en las montañas estuvieron
marcados por el mismo patrón: audacia, desorden, improvisación,
suerte, y buena publicidad.
En todos estos casos un grupo de cubanos generalmente jóvenes,
sacrificados, valientes e idealistas, se lanzaron sin temor al
combate contra la dictadura.
La campaña publicitaria a su favor, potenciada por Herbert Mathew en
el New York Times y por la revista Bohemia en Cuba, elevó su figura
a niveles épicos.
Así nació el mito de un individuo con indiscutibles dotes de actor,
una oratoria combativa, un astuto oportunismo, absoluta crueldad
para tratar a quien creía le hacía sombra y una persuasiva capacidad
de manipulación.
La traición a la revolución y al pueblo
El 1o de enero de 1959 los revolucionarios llegamos al
poder. Fidel Castro, el Movimiento 26 de Julio, y el Ejército
Rebelde, tenían el compromiso público con el pueblo cubano de
iniciar una época de transformaciones respetando la libertad y la
democracia.
Una revolución como la que José Figueres había hecho en Costa Rica.
Fidel Castro tenía otros planes, quería mantenerse en el poder de
por vida y en un sistema democrático no habría podido lograrlo.
En un régimen democrático sus defectos habrían sido expuestos y
criticados. Habría tenido que rendir cuentas del manejo de la
economía del país, del resultado de sus decisiones equivocadas, y
corregirlas, o su popularidad habría empezado a desaparecer.
Fue entonces cuando Cuba cayó en el abismo. Cuando Fidel Castro
traicionó los postulados de la revolución democrática.
Cuando quiso dirigir la república como se manda a un campamento.
Peligro del que José Martí había advertido
al jefe insurrecto Máximo Gómez el 20 de
octubre de 1884, expresándole: “Un pueblo no se funda, General, como
se manda un campamento”.
En su afán de establecer una dictadura comunista en Cuba sobre la
que pudiera gobernar hasta su muerte, Fidel Castro provocó a los
estadounidenses.
No quería un arreglo inteligente con el principal socio comercial de
Cuba, quería un rompimiento total para poder justificar su giro
hacia el comunismo.
También atacó y confiscó a los propios empresarios cubanos que
habían financiado su guerra en las montañas, y a los campesinos que
fueron sus más leales colaboradores.
Castro destruyó la pujante economía cubana que había heredado
intacta cuando llegó al poder en 1959.
Las repuestas de los Estados Unidos siempre fueron parciales,
débiles y mal organizadas. Esto fortaleció y consolidó su poder en
Cuba.
La dictadura castrista durante más de medio siglo se ha mantenido a
base del terror totalitario que copió de la KGB soviética.
Con el mismo arrojo de los antepasados mambises los cubanos
demócratas se lanzaron a luchar contra el totalitarismo castro
comunista. Miles fueron fusilados, miles pasaron una buen parte de
su vida en prisión.
En toda la historia de las luchas contra las dictaduras y por la
democracia en Latinoamérica, no ha habido un solo pueblo que haya
pagado tan alto el precio de su afán libertario. Hasta el día de hoy
los crímenes y los abusos no han cesado.
Durante toda su permanencia en el poder el castrismo ha sido un
régimen económicamente improductivo.
Todos los supuestos y aplaudidos logros de la revolución en
medicina, salud, deporte y otros, fueron pagados con recursos
enviados a Cuba por la URSS.
Quienes en el mundo aplaudieron esos logros se dejaron engañar y
ayudaron a engañar a otros.
El régimen ha evitado el colapso económico total por las
subvenciones extraordinarias que le dio la URSS durante tres décadas
y por la de Venezuela hasta el día de hoy.
La Unión Europea ha facilitado también su supervivencia. Cuba le
debe
$31,681 millones al Club de París, que no puede pagarle porque el
país ni produce ni exporta.
El embargo de los Estados Unidos se ha podido mantener por la
insistente presión de los políticos cubanoamericanos en el Congreso;
esta medida nunca pudo ser efectiva por las subvenciones mencionadas
y porque Europa la neutralizó, vendiendo y supliendo al castrismo
todo tipo de equipo, mercadería y materia prima que ha querido
comprar.
A pesar de todo esto, el embargo se ha convertido en la pieza de
negociación que puede obligar a los herederos del castrismo a una
transición democrática en Cuba.
La lucha continua
Hoy el castrismo enfrenta a una población desconfiada, agotada y
frustrada. Una deuda externa que es la mayor de Latinoamérica, una
infraestructura obsoleta y semidestruida.
El pueblo cubano quiere un cambio real, un cambio hacia la libertad
y la democracia, un cambio de gobierno, y un cambio de retórica.
Los cubanos lo lograrán, porque en la lucha por la libertad no
conocen claudicaciones ni temen el sacrificio.
No tememos a los estadounidenses, tenemos suficiente capacidad y
dignidad para sostener una relación respetuosa con los Estados
Unidos.
No tenemos que acusarlos de enemigos para justificar nuestras
carencias y una demagogia populista que rechazamos.
Esperamos que los miembros de las Fuerzas Armadas cubanas sepan que
su enemigo no es el pueblo sino la cúpula desacreditada y corrupta
que lo explota.
Que cuando llegue el momento unan su voluntad a la de los cubanos y
ayuden a rescatar a la nación de esta demasiado larga y oscura noche
totalitaria.
Que no faciliten el escape de Raúl Castro y los responsables de esta
tragedia, para que sean ellos y nadie más, quienes tengan que
enfrentarse a los tribunales de una Cuba democrática.
¡Patria, Pueblo y Libertad, el pueblo de Cuba resiste y vencerá!
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Cinco comandantes formábamos la cúpula dirigente: Fidel Castro, Raúl
Castro, el Che Guevara, Camilo Cienfuegos y un servidor.
Entender el presente sin conocer el verdadero pasado de Cuba es una
tarea que conduce irremediablemente al error. Hay ciertamente una
Cuba antes de Castro y otra después.
De lo cual estábamos muy conscientes los cubanos, y por esta razón
participábamos en la lucha antes que apareciera en escena Fidel
Castro.
Julio 29, 2013
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En
Cuba hay cada vez menos temor y y más descontento. El fatalismo está
cediendo y el pueblo cubano está empezando a soñar con nuevos
horizontes.
El
castrismo está acorralado por circunstancias que no puede
controlar. Ha quedado rezagado por su manía de poder permanente.
El
régimen pretende una apertura bajo su control con la que cree que
puede ganar algún tiempo.
Los
que siguen al sistema son un grupo cada vez más reducido que intuyen
que el fin se acerca. Los demócratas cubanos triunfarán.
La
tiranía no tiene ni los recursos, ni la capacidad, ni la legitimidad
para dirigir una transición. Su único escape es reciclarse en la
inmoralidad y la corrupción del capitalismo salvaje.
Planean repartir el botín del cambio privatizando los activos de la
nación entre inversionistas foráneos y cómplices nacionales.
No
somos nosotros, sino el régimen, el que tiene miedo, porque sabe que
incursiona en un terreno peligroso, da pasos cortos cuando tendría
que correr antes de perder lo que le queda de oxígeno.
Los
demócratas no estamos desesperados ni tememos al futuro. Son los
represores del pueblo los que no saben qué hacer.
El
tiempo está a nuestro favor. La tiranía esta paralizada entre sus
contradicciones, su miedo y su ineptitud. A nosotros nos sobra la
esperanza y la energía, porque los simpatizantes y activistas de la
libertad crecen por día.
La
dictadura teme perder el petróleo de Venezuela que la mantiene en el
poder. Desde que secuestró al chavismo ha conducido a este
movimiento y a Venezuela al desastre político, económico y
financiero. Es lo único que saben hacer.
Conocen que pueden quedarse sin turistas y sin remesas el día en que
lancen sus esbirros a frenar con sangre un conato popular.
Ante un hecho así el mundo los condenará y la reacción en la isla
magnificará la indignación popular. No podemos olvidar la
indignación ante la muerte de Orlando Zapata y los abusivos
atropellos contra las Damas de Blanco.
Los
castristas temen a la juventud cubana que los desprecia y al pueblo
que no los quiere. Temen al exilo y a los congresistas
cubanoamericanos que no descansan. Temen a la prensa internacional
que ya no los ampara.
La
dictadura ya no confía en sus militares ni en los oficiales del
Ministerio del Interior. Saben que sus hijos y sus mujeres les
aconsejan que hay que irse de Cuba antes de que sea muy tarde.
Los
que no se pueden ir, que son la mayoría, no tendrán otra alternativa
que ponerse al lado del pueblo y defenderlo. Ellos lo saben y
nosotros también.
El
régimen teme a los cristianos que rezan por el respeto a los
derechos humanos y se aferran a su fe, predicándole al pueblo el
destierro del odio y el evangelio del amor. Temen a la Iglesia
Católica, ahora que Jaime Ortega ya no podrá manipularla más a su
favor.
Saben que el pueblo está empezando a ver un nuevo amanecer. Esto no
será la chispa que provocará un levantamiento popular, sino algo más
importante, será el inicio de la redención nacional. La luz de la
esperanza que iluminará al país antes del inicio de la Nueva
República.
La guerra que nosotros ganamos y el castrismo perdió
Hay
quienes se quejan por esta larga jornada. Otros siguen viendo un
fracaso donde hay un triunfo inevitable y algunos dibujan un paisaje
pesimista y lleno de nubarrones. Pareciera que se ha perdido la
perspectiva histórica y se considere, aunque no lo parezca, posible
a corto plazo, pero no lo será nunca.
Esta lucha no podría medirse por la vida de los hombres y las
mujeres que la iniciamos, ni tampoco puede medirse por la de los que
después se sumaron. No era para ganar nosotros, era y es para que el
pueblo triunfe, sin importar el precio o el tiempo.
Era
y es una cuestión de constancia y principios sin importar el
calendario. Las distancias entre las estrellas se miden en años luz,
y en siglos la lucha de los pueblos contra la esclavitud.
Los
que fueron fusilados o murieron peleando sabían que su sacrificio
era ejemplo para los que seguían. Los que todavía vivimos estábamos
convencidos de la fibra rebelde del pueblo cubano.
Si
el triunfo de la libertad no se daba en nuestra generación sería
realidad en la próxima o en alguna que le siguiera.
Aun
en los momentos más negros de la prisión la fe en nuestro pueblo y
la dignidad personal nos mantuvo plantados frente al castrismo.
Por
más de cincuenta años la dictadura ha tratado de destruir con
represión la tradición libertaria de nuestra gente. Ha sido una
confrontación permanente, sin pactos ni componendas de nuestra
parte.
Hoy
las filas de la oposición están más fuertes que nunca y cada día se
suman nuevos compatriotas. Hasta los hombres y mujeres que apoyaron
en el pasado al castrismo hoy lo rechazan.
No
existe una vieja oposición y una nueva oposición. Ha habido y habrá
un relevo permanente de los que caen, por otros que los sustituyen.
Esa
es la realidad, desde los fusilamientos y las largas condenas a
prisión hasta los actos de repudio y asesinatos silenciosos y
cobardes de estos tiempos.
Los jóvenes de hoy son los depositarios del amor a la libertad de
los miles de jóvenes de ayer que pagaron con sus vidas o con
estoicismo ejemplar el castigo de las prisiones. La oposición
presente es el resultado de la determinación y el esfuerzo de la
oposición de siempre.
En
Cuba y fuera de ella hubo en el pasado quienes se rindieron y
colaboraron con la tiranía. En esta etapa también los habrá, pero
quedarán en el camino. Serán páginas tristes que nadie querrá
recordar.
El triunfo del exilio cubano
Un
lugar de honor en la historia de este medio siglo lo tiene el leal
exilio cubano. De no ser por ellos esta contienda habría sido mucho
más difícil y más larga.
Todos los que luchamos y luchan en Cuba debemos en alguna forma la
vida y el nombre al siempre vigilante y siempre dispuesto exilio
cubano. El exilio ha sido el combatiente incansable de la lucha por
la libertad de Cuba en el mundo entero.
Denigrado en forma sistemática e injusta por la prensa y muchos
académicos de izquierda de los Estados Unidos y de todas partes.
Criticado por aquellos que desde sus torres de marfil lo consideran
obsoleto -histórico- y falto de imaginación, como si ser fiel al
ideal martiano fuese razón de vergüenza.
El
exilio nunca se ha rendido ni ha negociado, ha sido un bastión
inexpugnable, a pesar de la lucha de los intereses políticos y
económicos personales y de la infiltración de agentes del régimen.
El
exilio ha ganado una gran batalla, la de mantener el embargo hasta
que en Cuba no comience una transición auténticamente democrática y
la de demostrar que somos un pueblo trabajador, creativo y decente.
Los nuevos retos
Hoy, como ayer, y como siempre, hay suficientes cubanos dispuestos a
continuar y a terminar esta cruzada con éxito. Es ante la realidad
de un hecho histórico sin precedentes y ante el fracaso inminente
de los enemigos de la libertad que los cubanos podríamos evaluar un
cambio de estrategia.
El
régimen está desesperado y la inversión extranjera es lo único que
puede evitar su colapso final. Esa inversión no llegará a Cuba de
ninguna parte en las cantidades necesarias sin un acuerdo entre el
castrismo y los Estados Unidos.
Ante estas circunstancias, y ante un pueblo que se va sumando a la
oposición, ¿debemos propiciar el levantamiento del embargo, que
implica sin lugar a dudas el fortalecimiento de la dictadura?
¿Debemos pedir que los turistas estadounidenses visiten Cuba y
beneficien al régimen con miles de millones de dólares?
¿Debemos aceptar que los Castro participen en una transición
tramposa?
¿Debemos aceptar un cambio en la Posición Común de la Unión Europea
que facilite a la tiranía su maniobra?
¿Debemos hacerle caso a los cantos de sirena de una reconciliación
nacional con dos hermanos farsantes y traidores?
En
mi opinion sería un error.
Esto equivaldría a capitular estando cerca de la victoria
democrática. Esto daría a la tiranía lo que desesperadamente
necesita para sobrevivir un tiempo más.
Los
cubanos quieren evitar la violencia porque por medio siglo han sido
y son víctimas diarias de la violencia del régimen.
La transición sin violencia hacia la democracia auténtica
Hay
que buscar una salida pacífica, práctica y justa que nos lleve a la
institucionalidad democrática sin el peligro de una nueva traición y
una nueva frustración.
Quienes desde sus posiciones de gobierno quieran evitar un final
violento y quienes en nombre del pueblo estén dispuestos a
representarlo con lealtad, pueden convenir en un gobierno de
transición que garantice con hechos el transito sin demoras a un
sistema democrático.
Los
hermanos Castro deben estar excluidos totalmente.
Desde el 10 de diciembre de 2009 Cuba Independiente y Democrática
(el CID) ha propuesto el Proyecto de la Nueva República. Un esfuerzo
de salvación nacional “integrado por civiles y militares con
funciones de gobierno provisional en reemplazo del poder de la
tiranía”.
Es
una “alianza patriótica del pueblo y los militares cubanos, para
viabilizar la transición hacia una sociedad democrática y civilista,
con economía abierta”.
Debemos evitar una agenda que la tiranía necesita para que le sirva
como coartada internacional en su propósito de que se levanten el
embargo y otras medidas restrictivas que penalizan la continuidad de
la violación de los derechos humanos en Cuba.
El
Proyecto de la Nueva República incluye doce premisas y treinta y dos
proposiciones concretas, entre ellas:
a)
Libertad de todos los presos por motivos políticos y revisión
general de causas.
b)
Implementación de todas las libertades públicas propias del sistema
democrático.
c)
Disolución inmediata de los organismos represivos.
d)
Enjuiciamiento -en presencia o en ausencia- de los grandes
responsables de la traición y crímenes contra el pueblo y la nación
cubana.
e)
Expulsión de todos los extranjeros vinculados al régimen castrista,
sean terroristas, narcotraficantes, o personas contrarias al interés
nacional.
f)
Disposiciones de emergencia para garantiza el orden público y
proteger vidas y bienes.
g)
Llamado a la reconciliación nacional. La justicia no puede
confundirse con la venganza o la impunidad para la violencia.
h)
Prohibición general de toda acción de desalojo.
i)
Respeto al derecho de propiedad privada y la libertad de
contratación.
j)
Eliminación de toda medida discriminatoria en perjuicio del pueblo
cubano.
k)
Eliminación de las restricciones arbitrarias que impiden a los
cubanos la libre entrada y salida del país, así como el derecho a
desplazarse dentro del territorio nacional.
l)
Plena vigencia de los derechos consagrados en la Declaración
Universal de los derechos humanos.
No
estoy proponiendo esta agenda para que los demás la sigan, sino para
que la conozcan, la critiquen y la mejoren. Para que quede claro
que, conversar por conversar, sin objetivos claros y precisos,
conduce por mal camino.
Negociar con Raúl Castro o con cualquier Castro es darle
credibilidad a la dictadura, a sus métodos y a sus intenciones.
No
es recomendable tener de mediador a un gobierno cuyos empresarios
son socios de los Castro con miles de millones de dólares invertidos
en Cuba. España no puede ser mediador ni juez porque es parte.
Los
que se repliegan no ponen las condiciones, sino quienes marchan
hacia la victoria.
La
primera condición para conversar y evitar un final violento a la
violencia castrista, debe ser dos acuerdos con los militares.
Primero, que Fidel y Raúl Castro sean llevados a los tribunales y
juzgados por sus fracasos, sus robos, su traición y sus crímenes.
Segundo, la retirada de Venezuela de todos los militares y agentes
de inteligencia y contrainteligencia que sostienen al chavismo.
Si
empezamos bien terminamos bien.
El
pueblo de Cuba resiste y vencerá.
Junio 3, 2013
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