Por Wilfredo Cancio Isla
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Obligados a creer
¿Cómo definirías la juventud cubana de hoy? ¿Qué la caracteriza a diferencia de tus (nuestros) años juveniles?
Comparar las actitudes de los jóvenes en dos épocas diversas suele
provocar equívocos, sobre todo cuando quien hace el balance ya no es
joven. Nuestros padres decían cosas de nosotros que no nos gustaban, y
que podían ser injustas, y seguramente nosotros diremos cosas de los
jóvenes que llevan la marca de nuestros deseos y no de los suyos… Pero
puedo recordar, por ejemplo, que en nosotros, los que nacimos en los 50 y
principios de los 60 había un nivel de inocencia y credulidad (en todos
los sentidos) que hoy no existe, aun cuando ahora se vean más
crucifijos y collares de santería en los cuellos de los jóvenes. Los
tiempos son diversos, el país es distinto, y a nosotros nos obligaron a
creer, pero hoy la mayoría no cree en nada, porque el mejor ejemplo para
no creer lo dan los miembros de nuestra generación, con la suma de
fracasos y frustraciones que llevan encima.
Nosotros creímos, y mucho, en la superación personal, y el resultado
fue que muchísimos terminamos siendo graduados universitarios, porque
pensábamos que el ascenso social estaba ligado al ascenso intelectual,
profesional. Hoy muchos jóvenes en Cuba saben que haciendo trampas,
manejando un “almendrón”, vendiendo tomates –y robándole a todos los
clientes- se vive mejor que siendo maestro, o incluso médico, para no
decirte que mucho mejor que siendo un humanista.
La sociedad cambió y las estrategias de éxito también lo hicieron.
¿Cómo alguien puede tener un celular, en Cuba, que le cuesta 100 pesos
mensuales si trabajando gana 400 o 500 pesos? ¿Qué aspiraciones puede
tener el joven de 18 años que vende tomates frente a mi casa y cada
cinco libras que dice vender, en realidad entrega cuatro y gana 6 pesos
en esa operación… que cuando se multiplica por, digamos, 60 libras –tres
cajas de tomate- significa que ganó, solo robando, casi cien pesos…
mientras un médico gana 600 al mes? Todo eso ha provocado, creo, un
vacío sentimental, ideológico, humano y la sociedad, lejos de ser mejor
–para lo que se trabajó por años- es más despiadada y benévola con los
más listos y no con los más capacitados…
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