Baldomero Vásquez
La “investigación” sobre los bares, indagaba sobre datos como ingresos brutos y ganancias (55% obtenía una insignificante ganancia de 25 pesos diarios), actitud revolucionaria (72% no estaban con la Revolución, de allí el interés de Castro en arruinarlos) y tipo de clientela que frecuenta estos negocios (la cual fue calificada despectivamente como de antisociales
El 13 de marzo de 1968, en las escalinatas de la Universidad de La Habana, Fidel Castro pronunció un discurso donde anunció la llamada etapa de la “Ofensiva Revolucionaria”, discurso que consideramos –desde el punto de vista ideológico- como el más importante entre su infinidad de alocuciones. (http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1968/esp/f130368e.html).
Vista
retrospectivamente, aquella fecha representó el despegue definitivo del
trágico viaje, sin boleto de retorno, que llevaría al pueblo cubano
hacia el totalitarismo socialista, hacia el infierno de miseria y
opresión en la que hasta hoy vive. Por décadas, hasta hoy, también se
harían sentir las catastróficas consecuencias sobre la economía cubana
de las medidas que anunció e implementó Castro y que arrasaron con el
tejido productivo de la pequeña propiedad urbana del país.
El Comandante en
Jefe comunicó, a dirigentes del Partido Comunista, de los CDR, líderes
estudiantiles, sindicales y de la Federación de Mujeres, que había
llegado:
“el momento de emprender a fondo una poderosa Ofensiva Revolucionaria”
Dejando a un lado
anteriores manipulaciones y engaños, donde juraba que no era comunista,
sabía que podía revelar las intenciones que siempre ocultaba tras su
frondosa barba porque ya controlaba en su totalidad, aparte de las
Fuerzas Armadas, la prensa, radio, televisión, sindicatos,
universidades y demás instituciones del país.
El objetivo de la Ofensiva era construir el socialismo, el comunismo en Cuba; y para ello afirmó:
“El capitalismo hay que arrancarlo de raíz”
Lo que el dictador cubano tenía en mente, lo dijo sin medias tintas:
“De
todas maneras hay que decir con toda claridad, hay que decir que no
tendrán porvenir en este país ni el comercio ni el trabajo por cuenta
propia ni la industria privada ni nada”
Lo que se
proponía, entonces, era extirpar toda la pequeña propiedad comercial
que quedaba en la isla, puesto que a las grandes y medianas empresas ya
las había expropiado. Confiscaría todos los pequeños negocios urbanos y
los pasaría a propiedad estatal, con lo cual lograba trocar a los
comerciantes en empleados del Estado -o suyos que era lo mismo.
Para desacreditar
el oficio de los pequeños comerciantes -y expropiarlos, Castro calificó
la actividad comercial como improductiva y parasitaria. Diría:
“Subsiste
todavía una verdadera nata de privilegiados, que medra del trabajo de
los demás y vive considerablemente mejor que los demás, viendo trabajar
a los demás. Holgazanes que montan un timbiriche, un negocito
cualquiera, para ganar 50 pesos todos los días…mucha gente se preguntara qué clase de revolución es esta que permite semejante clase de parásitos”.
La Revolución contra los bares
Dándoselas de
moralista, como buen comunista, Fidel Castro justificó la guillotina
que aplicaría a los pequeños negocios, basándose en unas encuestas del
Partido Comunista sobre los bares de La Habana y sobre los pequeños negocios en general.
Citamos textualmente para los incrédulos:
“Veamos
por ejemplo cosas increíbles…en La Habana quedan…ganando dinero a
troche y moche, consumiendo de todo, 955 bares privados.
Y la cifra la enfatizó con el histrionismo del que siempre hacia gala:
“¡Novecientos cincuenta y cinco bares!”
La
“investigación” sobre los bares, indagaba sobre datos como ingresos
brutos y ganancias (55% obtenía una insignificante ganancia de 25 pesos
diarios), actitud revolucionaria (72% no estaban con la Revolución, de
allí el interés de Castro en arruinarlos) y tipo de clientela que
frecuenta estos negocios (la cual fue calificada despectivamente como de
antisociales). Sobre la base de esa información, el estudio
recomendaba que “los bares deben ser intervenidos o cerrados”.
La Revolución contra todos los negocios
La encuesta del
Partido Comunista sobre las pequeñas empresas en La Habana arrojó datos
sobre la legalidad y condiciones higiénicas de los negocios, pero
también de sus propietarios: cuántos tenían solicitud de salida del
país y cuántos atendían directamente sus empresas.
Los datos
no avalaban la expropiación salvaje que se hizo de todos los negocios:
72% actuaba legalmente, 50% estaba en buenas condiciones higiénicas,
sólo 5,8% de los propietarios había solicitado permiso de salida del
país y el 88% de los dueños trabajaban en su negocio. Pero, nada de eso
importaba porque la decisión del dueño de Cuba estaba tomada. La
expresó con la siguiente frase:
“¡Señores,
no se hizo una Revolución aquí para establecer el derecho al comercio!
¿Cuándo acabarán de entender que esta es la Revolución de los
socialistas, que esta es la Revolución de los comunistas?
El fatídico “Marzo cubano” del 68
Así, para acabar
con “privilegiados”, “parásitos” y “holgazanes”, en marzo de 1968
Castro arremetió contra las pequeñas empresas privadas, hasta
confiscarlas a todas:
“55.636
pequeños negocios, muchos operados por una o dos personas. Entre ellos
11.878 comercios de víveres (bodegas), 3.130 carnicerías, 3.198 bares,
8.101 establecimientos de comida (restaurantes, friterías, cafeterías,
etc.), 6.653 lavanderías, 3.643 barberías, 1.188 reparadoras de
calzado, 4.544 talleres de mecánica automotriz, 1.598 artesanías y
3.345 carpinterías”
Esta razzia
comercial ha sido la principal causante de la pauperización que el
pueblo cubano vive hasta hoy y no el famoso embargo del imperialismo
norteamericano, como manipuladamente denuncia la propaganda castrista en
la ONU desde 1992 y de la cual se hace eco la izquierda en todo el
mundo.
Guión cubano en Venezuela: guerra a las empresas privadas
Nos recuerda Agnes Heller que “la historia, para bien o para mal, es un proceso de aprendizaje”.
Aprendamos de la infausta experiencia del socialismo cubano y
reconozcamos la importancia de la empresa privada para generar empleo,
ingresos y bienes y servicios que mejoran el nivel de vida de la
población. No cultivemos nuestros prejuicios antimercantiles, producto
del estatismo petrolero, porque le hacemos el juego a la guerra del
gobierno socialista contra las empresas. Hay que defender abiertamente a
la empresa privada para impedir que Venezuela se convierta en un
infierno socialista como el que el dinosaurio barbudo instauró en Cuba.
Heller padeció el comunismo en Hungría. Ante nuestras circunstancias, finalizo con unas orientadoras palabras de esta autora:
“Cuando la mayoría de la población
elige esas opciones estratégicas (como el socialismo) no han tenido
todavía ninguna experiencia personal sobre ellas, y luego ya no tienen
la menor posibilidad de cambiar de parecer”.
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