Mauricio Gándara Gallegos
La
revolución cubana fracasó hace ya mucho tiempo. Por admiración a Fidel
Castro, su tutor, el coronel Chávez trató de sostenerla regalándole
petróleo, pero hoy Venezuela y Cuba se hunden juntas: han fracasado
económica y políticamente. Lo que no cabe es que el Gobierno del Ecuador
les siga apoyando mientras el Gobierno de Maduro reprime
sangrientamente a su pueblo, sostenido por las Fuerzas Armadas que han
sido politizadas, por fuerzas paramilitares organizadas desde el poder y
por decenas de miles de cubanos que se encuentran instalados en la
administración venezolana, incluido el Ministerio de Defensa. Al pueblo
ecuatoriano le corresponde decidir si se continúa o no por la fracasada
senda del Socialismo del Siglo XXI.
En lo económico, Venezuela vive la paradoja de contar con las mayores
reservas de petróleo del mundo, de que el petróleo se venda a más de
cien dólares por barril, ¡y no tener divisas con las cuales importar los
alimentos que ella ya no produce porque ha destruido las unidades
productivas! En lo político, como consecuencia de lo económico,
solamente con la fuerza bruta están tratando de mantener tapada la olla
de presión de las gentes acosadas por el hambre. Tal es la desesperación
del Gobierno, que ha empezado a tratar de esconder la realidad sacando
del aire a las televisoras internacionales que le presentan al mundo las
protestas y la represión salvaje de esas protestas. Ya antes canceló
licencias de operación de la mayor televisora nacional y de varias
radios. Los muertos, los heridos y los presos son cada vez más
numerosos.
Como lo hace el animal herido, el Gobierno venezolano se revuelve
furioso contra todo aquel que lo invita a cesar la represión y dialogar
con la oposición. Muy difícilmente los organismos regionales como la
OEA, la Unasur, podrán actuar con eficacia, porque Latinoamérica se
encuentra dividida por razones ideológicas y de conveniencia por el
petróleo venezolano; de todas maneras, una reunión de estos organismos
podría hacerle comprender al Gobierno que se encuentra bajo la mirada
del mundo y que con la represión no solucionará los problemas.
La oposición propone pasos sensatos para encontrar una solución:
propone la mediación de la Iglesia; obviamente condiciona todo diálogo a
la liberación de los presos políticos, al desarme de los grupos
paramilitares, a la descriminalización de la protesta. Creo que la
solución durable no puede ser otra que la de recurrir a la decisión
directa del pueblo.
Es innegable que el llamado Socialismo del Siglo XXI ha fracasado.
Solo ha servido para que sus líderes, agrupados en la ALBA, se perpetúen
en el poder. Todos han cambiado las reglas del juego con las que fueron
elegidos para optar por la reelección. Los que lucharon contra los
dictadores vitalicios, como los Batista y los Somoza, no han hecho otra
cosa que reemplazarlos en el solio dictatorial.
Creo que el pueblo del Ecuador ya está consciente del fracaso de las
transformaciones propuestas por Castro y Chávez; al Gobierno le toca
interpretar el pensamiento del pueblo ecuatoriano o, mejor todavía,
consultarle directamente si quiere o no continuar con esta asociación
con la ALBA.
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