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LA HABANA, Cuba.- La muchacha reposa a mi lado, tan desnuda como un
país sin derechos. Se prostituye los fines de semana para mantener con
vida a su madre, que enfermó de VIH ejerciendo el mismo oficio, hace más
de una década.
-Mi mamá lo tuvo que hacer para criarme, cuando la cosa se puso dura en los noventa. Ahora me toca a mí.
Puede llamarse Adriana, Yusimi, Anisley…La prostitución tiene miles
de rostros; muchos son femeninos y otros tantos masculinos o
transexuales. Le pregunto si sabe algo sobre una cumbre regional de
jefes de estado que tendrá lugar aquí, casi a finales de enero. Ella
pone rostro de incredulidad y responde:
-Algo de eso vi en Telesur, pero yo no le veo beneficio ninguno a que
se reúnan. A otros países puede que les vaya mejor, pero aquí vamos
para abajo, cada día es peor…
Próximamente, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC) se reunirá por cuarta ocasión; esta vez lo hará en una
empobrecida Habana. Raúl Castro y su corte de generales intentan
combinar el arte del “Jineteo Político” y las “técnicas de la
Garrapata”, al lomo de los grupos de integración económica. Ahora que la
Comunidad Económica Europea “parece hacer remilgos” a la derogación de
la Posición Común, la CELAC emerge para la cúpula castrista como el
perro lanudo ideal.
Los chinos, por su parte, entran a jugar el papel de adelantados en
el puerto de Mariel. No estarán solos, pero quieren asegurarse un cómodo
trampolín para su comercio exterior en el área del Caribe y hacia
Latinoamérica.
Todo esto se lo explico a la chica, que me observa extrañada. Luego
de escucharme con atención (eso creo), se vira bocabajo y me pide que le
rasque la espalda. Cuando pienso que no me va a decir nada, entonces
confía:
-Este gobierno sabe que como único puede seguir es vendiendo el país. Lo que está haciendo es crear un paraíso donde los yumas van a ganar un montón de dinero y el pueblo cubano va a seguir jodido.
-Todos esos presidentes –sigue ella- vienen a ver cómo se van a
repartir el pastel que los de aquí le están ofreciendo, y el resultado
de este asunto será más dinero para el gobierno y más pobreza para
nosotros.
Luego, la muchacha estira el cuerpo, y suspira con esa
despreocupación de quien sabe que no tiene nada que perder salvo,
quizás, el minuto siguiente.
Me mira y se sonríe:
-La mayoría de los hombres ni siquiera me hablan. Tú al menos
intentas que me sienta cómoda. Las putas no podemos darnos el lujo de
ser nobles, en la misma medida que no podemos dejar de cobrar. Yo, del
cuello para arriba, no dejo pasar a nadie…Lo que vendo comienza aquí-,
y se coloca ambas manos a la altura de las clavículas.
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