El yate Granma en 1956, más que desembarcar en Las Coloradas, naufragó, aunque la propaganda edulcoró la aventura para convertir el delirio en epopeya.
Ahora, en el 2014, otro Granma, órgano oficial del Partido Comunista cubano, tras un absurdo periplo de más de 48 años por el limbo conceptual, pretende desembarcar en la realidad económica cubana y lanzarse contra la ineficiencia, haciendo énfasis nada menos que en la agricultura. Dice el periódico:
“Como diría el célebre Sherlock Holmes: ¡Elemental, amigo Watson! Ningún negocio, establecimiento, entidad o timbiriche se crea para generar pérdidas. De ser así, su dueño no dudaría un segundo en cerrarlo o en transformar el perfil productivo o comercial para buscar la imprescindible solvencia económica. A pesar de constituir tal aseveración una verdad irrebatible, clara y evidente, ha costado mucho trabajo hacerla parte consustancial de la gestión empresarial, enmarañada en viejas prácticas con resultados casi siempre cuestionables en materia de eficiencia y rentabilidad”.
Naturalmente, siempre es mejor tarde que nunca, pero Granma no ha radicado en Saturno o Júpiter en las últimas décadas para “desembarcar” ahora en La Habana, y ha sido cómplice de quienes impusieron esas “viejas prácticas con resultados casi siempre cuestionables”. No pueden desconocerse las oportunidades sobre ese tema que el diario desperdició durante casi medio siglo al servicio del poder y no de la información: en la década de los sesenta, ante la polémica entre autofinanciamiento y financiamiento presupuestario, apoyó “el espíritu del Che” y pisoteó la eficiencia en la economía. En la de los setenta, cuando el primer congreso del Partido llamó a un nuevo sistema de dirección de la economía, Granma apoyó la retranca encabezada por Fidel Castro, que terminó en el llamado proceso de rectificación de errores y la antológica frase fidelista, casi 30 años después de haber comenzado, de que “ahora si vamos a construir el socialismo”.
¿A qué Granma creer? Uno de ellos, en diciembre de 1986, destacaba estas “visionarias” palabras de Fidel Castro a militantes del Partido: “Si no hay la competencia, si es imposible la motivación que tiene el propietario en la sociedad capitalista para defender sus intereses personales, ¿qué es lo que puede sustituir eso? Únicamente el sentido de la responsabilidad del cuadro, de los hombres, no solo ya del colectivo, por el papel que desempeñan los cuadros; ese hombre que está allí tiene que ser un comunista”.
O quizás sería mejor creer a otro Granma, el de enero del 2014 que señala: “Se trata de vincular los ingresos a los resultados que se obtengan, elevar la productividad, diversificar la producción y los servicios, incrementar los rendimientos, y buscar nuevas alternativas y variantes para desplegar al máximo las potencialidades de cada entidad”.
Naturalmente, quienes analizan estos asuntos con profundidad se dan cuenta que se está produciendo una transformación sustancial del paradigma “revolucionario” con esas posiciones que asume ahora el periódico del Partido, no porque desee hacerlo sino porque ha recibido la orden para ello, como parte del montaje del post-castrismo que se lleva a cabo para garantizar la tranquilidad de los sucesores. Por su parte, los abundantes camaleones ideológicos dirán que las aparentes diferencias de políticas de un momento histórico a otro solamente expresan la aplicación creativa de la dialéctica marxista, mientras que los ignorantes, como siempre, continuarán rebuznando.
Granma no ofrece periodismo profesional, sino la más pedestre y aburrida propaganda política, y sus periodistas no son tal, sino simples funcionarios del aparato partidista, de quienes no se espera que piensen ni escriban brillantemente, sino que contribuyan diariamente a la “educación política” de los cubanos, es decir, a su embrutecimiento sistemático. Así nació, así ha sido su existencia, y así será hasta el día que, afortunadamente, ya no circule más.
En los temas económicos, como en todos los demás, Granma siempre ha vivido de espaldas a la realidad y como apologista de las causas más espurias al servicio de la tiranía, tanto en temas nacionales como internacionales. Aunque no mienta escandalosamente, su presentación parcializada, tendenciosa e incompleta de las realidades confunde a sus lectores, transmitiéndoles continuamente información distorsionada. Puede apostarse, por ejemplo, contra los defensores de cifras e índices para todo, que Granma no dirá nunca que Cuba acaba de quedar en el penúltimo lugar mundial del Índice de Libertad Económica 2014, solamente por encima de Corea del Norte. Y en el poco probable caso que el periódico hiciera referencia al tema, lo haría descalificando a la institución que realizó la clasificación.
Para que algún día se pueda ver una supuesta diferencia de las posiciones y la conducta actual del periódico con su ignominioso currículum de casi medio siglo, hace falta mucho más que una solitaria golondrina pretendiendo hacer verano con un artículo de 586 palabras, escrito por encargo, como el que apareció en ese diario el lunes, bajo el título de “El pesado lastre de las pérdidas económicas”.
Porque el verdadero lastre, y muy pesado, más que las pérdidas económicas que se mencionan ahora, aunque existían desde hace más de medio siglo mientras Granma las ignoraba olímpicamente, radica en la tendencia distorsionadora de la realidad que caracteriza al órgano del partido comunista y a toda la prensa oficialista cubana, magnífico ejemplo de lo que es la prensa cuando existe un Ministerio de La Verdad orwelliano, que en Cuba se llama Departamento Ideológico del Partido.
De manera que, con este segundo desembarco del Granma, pretendiendo adivinar en el campo de la economía la respuesta correcta para el problema equivocado, no puede esperarse otra cosa que otro naufragio en Las Coloradas, agravado con el subsiguiente desastre de Alegría de Pío y la desenfrenada carrera de Fidel Castro —una vez más— abandonando a los suyos para salvar el pellejo.
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