miércoles, diciembre 25, 2013

Las mulas y la economía oculta en Cuba

Ivan Garcia
www.elmundo.es
En un cuaderno, Romelio anota detalladamente los encargos que varios clientes le han hecho para su próximo viaje. Desde teléfonos inteligentes, tabletas, laptops, televisores de pantalla plana y videojuegos hasta ropa exclusiva.
Ya de antemano ha acordado el precio y la marca. A la semana, Romelio regresa con el encargo. En el domicilio de un usuario del municipio Diez de Octubre, acaba de entregar un televisor de 42 pulgadas, comprada por 267 dólares en un mercado cercano al Canal de Panamá. A su cliente habanero se lo vende en 550 pesos convertibles (CUC), poco más de 600 dólares.
“En cada viaje traigo tres televisores, igual número de videojuegos y hasta diez móviles inteligentes. Trabajo en una firma y suelo viajar dos veces al mes. Existen disposiciones aduanales sobre la importación de televisores, cocinas y lavadoras. Pero por debajo del tapete, cuando usted le pasa un billete de cien dólares al aduanero, el hombre mira hacia otro lado”, cuenta el negociante.
Según su relato, en un contenedor dispone de un metro cuadrado para traer cosas. Por ese espacio paga 250 pesos, 10 cuc, una vez al año.
“Importo de acuerdo a las necesidades de mis clientes: electrodomésticos, luces LED, pisos de cerámica. Hacer de ‘mula’ me reporta en cada viaje, descontando los pagos aduanales y sobornos, dos mil cuc limpios de polvo y paja”, cuenta Romelio.
No solo decenas de cubanoamericanos residentes en la Florida se dedican a trasegar con pacotilla textil o industrial. Empresarios, compradores, intelectuales, médicos, pilotos y azafatas, entre otros ciudadanos cubanos, se dedican de manera ilegal a la importación de artículos por encargos.
A pesar de pagar elevados gravámenes aduanales, el negocio deja beneficios suculentos. Yanelis, aeromoza, además de servir tragos y emparedados a los pasajeros de Cubana de Aviación, desde hace seis años se dedica a importar electrodomésticos, ropa y cosméticos de calidad.
“Con el dinero que he ganado monté una paladar, me compré un piso en el Vedado y pude arreglarle la casa a mi madre y mis hermanos”, expresa la aeromoza.
A ninguna de estas dos ‘mulas’, les preocupa las nuevas prohibiciones a los trabajadores particulares que venden prendas de vestir y artículos de ferretería, y que obligarán a cerrar cientos de pequeños negocios el próximo 31 de diciembre. Mientras el Estado mantenga precios exagerados en sus mercancías siempre habrá terreno fértil para el negocio.
Pablo, economista, opina que debido a la habitual escasez y sobre todo los altísimos impuestos de circulación -entre 240 y 400%- con los cuales el gobierno grava las mercancías ofertadas en moneda dura, siempre habrá importación de contrabando.
“Calculo que las ‘mulas’ de la isla, los cubanos que viven en Estados Unidos, Europa o América Latina, y los cooperantes que laboran en el extranjero, mueven de tres a cuatro mil millones de dólares anuales en mercancías. Las ‘mulas’ son una especie de ratones, constantes y laboriosos, que van desarticulando el embargo y los abusos comerciales que practican las autoridades cubanas”, argumenta el economista.
Osniel, dueño de un negocio de dulces, le compró a Romelio un televisor de pantalla plana para regalarle a su esposa. Según Osniel, “muchos dueños de cafeterías, bares y paladares adquirimos luces LED, televisores y bebidas mediante las ‘mulas’, ya sean de Miami o cubanos que trabajan en empresas. El precio entre unas ‘mulas’ y otras no varía demasiado. Y por supuesto, siempre es más barato que el Estado”.
Luego de dejar el televisor en casa de Osniel, Romelio revisa su cuaderno. Mira el reloj: “Aún debo hacer siete entregas más. Dos televisores, un videojuego y cuatro Samsung Galaxy. Para salir de la rutina, iré una semana a Varadero con mi familia”.
En Cuba, al igual que las monedas, desde hace 55 años cohabitan dos economías: la estatal, improductiva y mal remunerada, y la sumergida, donde usted por catálogo puede adquirir artículos Made in USA.

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