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La noche del pasado sábado asistí, accidentalmente, a un concierto brindado en Miami por un par de conocidos músicos de Cuba que, de cierto modo, han sido los pioneros de un movimiento muy particular que se ha iniciado en los últimos años gracias a los “cambios controlados” a los que la junta militar cubana se ha visto obligada a proponer dada la horrible crisis económica, moral y ética por la que atraviesa el país.
La pandilla de forajidos que se apoderó del poder en 1959 pregonaba, a voz en cuello, su intención de acabar con las clases sociales y prometió que crearía una sociedad regida por el postulado marxista “de cada cual según su capacidad a cada cual según su trabajo”. Al final, nunca fue así.
Pusieron en práctica con todas sus fuerzas y recursos el implantamiento del terror y la desconfianza entre sus ciudadanos, al igual que otro axioma: “sobre las ruinas del capitalismo construiremos la sociedad socialista”.
En definitiva, la evidencia lo demuestra, lo que lograron fue destruir hasta los cimientos un país que se encontraba a la cabeza de América Latina y que se igualaba y, en casos, sobrepasaba, los estándares de calidad de vida y desarrollo de muchos países de Europa. Pero eso no ha sido lo peor. Junto con la destrucción física del país destruyeron la fibra moral, la infraestructura social, moral y religiosa sobre la cual se basaba la sociedad y le permitió que sus ciudadanos se comportaran de acuerdo a las reglas del mundo civilizado.
Pienso que la destrucción física es lo de menos pues, con más o menos dinero invertido, esto se puede sanar a corto o mediano plazo. El problema es quién que no sean los aprovechados aventureros europeos y latinoamericanos que invierten el dinero y que burlan al fisco en la isla-finca, estarán dispuestos a invertir en un país donde “todo se vale” y el fin justifica los medios.
Un resultado evidente es la prostitución del individuo, no solamente en el aspecto del mercadeo del sexo que, lamentablemente, prolifera en el país donde, realmente, no hay el hambre que se encuentra en otros países con un índice mucho menor de prostitución adulta e infantil que en Cuba. El dilema está en que, acostumbrados y entrenados a mentir desde la infancia, son incapaces de sostener un criterio y una posición frente a la injusticia pagando el precio por la defensa de su dignidad individual.
Es positivo el trabajo que tanto las iglesias católica y protestante han estado haciendo por reconstruir el tejido moral y ético de los cubanos. Por supuesto que me refiero a los párrocos de barrio y a los pastores de pueblo, ya que es evidente que sus jerarquías se han plegado a los tiranos por las migajas que les han tirado.
Por eso, con la mayor naturalidad (a lo que no me opongo) se está dando el fenómeno de los “Ni de aquí ni de allá” que van y vienen, mantienen casa en ambas orillas y tienen negocios en ambos países. Estos cubanos dicen en Cuba lo que tengan que decir para complacer al sátrapa con tal que les permitan vivir como privilegiados y exitosos “cuentapropistas”. Aunque pronuncian algunas frases “contestatarias” para ser simpáticos al público de Miami, cuando se les pregunta por algún colega músico encarcelado por “pasarse de la raya”, dicen desconocerlo y no muestran el más mínimo sentido de solidaridad con su gremio. Pero si la pregunta va un poquito más allá, y llega a las libertades individuales o el férreo poder absoluto del régimen, se molestan en la mayoría de los casos y, si las dan, sus respuestas son evasivas, pero lo que siempre muestran es enfado por haber sido confrontados con preguntas que cualquier periodista en cualquier parte del mundo haría.
¿Cuáles creo que son las consecuencias a corto y mediano plazo de este movimiento “Ni de aquí, ni de allá”?
Cuando un emigrante se inserta de manera permanente en una sociedad, lo usual es que inicie un proceso de adaptación donde, sin renunciar a sus valores personales, si los tiene, comience a adoptar las normas y usos de la sociedad en la cual vive, a disfrutar sus derechos y a cumplir con sus deberes ciudadanos. Cuando este elemento de inmersión no ocurre, tampoco, consecuentemente, hay estímulo para mejorar los hábitos.
La peor consecuencia de este fenómeno la paga Miami donde aparecen costumbres las cuales la sociedad soporta, pero no aplaude. No es un accidente que seamos la “Capital del fraude al Medicare” ni hayamos conseguido el bochornoso galardón de la comunidad con más casos de fraude hipotecario del país ¡Qué vergüenza!
Según un estudio conducido por la Universidad Internacional de la Florida en el 2011 la cifra de cubanos emigrados a Estados Unidos viviendo en Miami arribados después de 1994, si consideramos su edad media, prácticamente supera a los exiliados llegados antes de esa fecha, y en demasiados casos difieren en hábitos de conducta y visión de la situación política en Cuba.
Se rumora, aunque no ha podido probarse con certeza, que el régimen entrena a individuos y los envía a Miami a fundar “cliniquitas” para estafar al gobierno federal. Es cierto que algunos cubanos llegados en épocas anteriores también han entrado en ese “jueguito” y que algunos han pagado por ello. Lo que es alucinante es el número de “recién llegados” que, a pocos meses o años de su arribo, y sin ninguna experiencia en el campo de la medicina se convierten en exitosos empresarios de clínicas de accidente, del dolor, de distribución de equipos médicos y de un largo etcétera.
Aclaro que, afortunadamente, no constituyen la mayoría. Pero son demasiados.
La comunidad cubana se ganó el éxito en esta ciudad a fuerza de tesón, trabajo y sacrificio. Tuvimos durante más de 40 años el menor índice delictivo y número de encarcelados porcentualmente de todos los iberodescendentes del país; porcentualmente tenemos más funcionarios electos y no electos a nivel condal, estatal y federal que ninguna otra minoría; nuestros ejecutivos han alcanzado posiciones cimeras en un sinnúmero de corporaciones multinacionales; hemos creado empresas locales , nacionales e internacionales que son nuestro orgullo. Es cierto que algunos de nuestros políticos nos han defraudado. Pero siguen estando en minoría. Los cubanos han logrado un nombre y han demostrado que son capaces de vivir en una sociedad del primer mundo cumpliendo sus normas y reglas.
No me importa si alguien quiere ser de “aquí” o de “allá” o “ni de aquí, ni de allá” pero sugiero que “aquí” se comporten y no dañen el prestigio que sudor y lágrimas han costado conseguir para este grupo humano del cual me siento orgulloso de pertenecer. ¿A Ud. no le parece? A mi, sí.
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