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Las autoridades de Barcelona y sus policías han declarado la guerra a los finales felices. En Barcelona hay unos lugares donde dan masajes con final feliz. Por un precio módico, a conveniencia y gusto del cliente como debe ser, un final feliz. Es decir una paja o pajilla o masajillo testicular con su lógica consecuencia. No se me ocurre nada más sano ni más inocente ni más necesario en la vida. En medio de las reductoras y siempre hipócritas costumbres aprobadas, estos oasis de humanidad y su final feliz. Por un precio módico.
El único defecto de estos sitios es que sólo hay finales felices para los hombres. No hay finales felices para mujeres y eso es, desde luego, una discriminación una injusticia y un atraso. A ver si nos civilizamos un poco.
Las autoridades de Barcelona y sus policías (parece que no tienen nada más importante que hacer) han declarado la guerra a los finales felices. El objetivo es cerrar estos oasis dedicados a la felicidad y a la sanidad moral y a la alegría de vivir y al regocijo de ser humano. ¿Quién no quiere un final feliz? Cuando las autoridades y su policías empiezan a meterse en lo que hacemos con nuestras pollas y nuestros culos y nuestros chochos quiere decir que todo va muy mal y que sin duda todo empeorará.
En la vida, a largo plazo, no hay ningún final feliz, como sabemos.
Sólo tenemos pequeños y efímeros finales felices en la vida y hasta estos quieren quitarnos los moralistas y los censores.
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