Lo primero que dice haber hecho Fidel Castro cuando se enteró del asesinato de Jonh F. Kennedy - ocurrido el 22 de noviembre de 1963 en Dallas - fue contactar a las autoridades Estados Unidos para explicarles que él no tenía ninguna responsabilidad en el asunto. El atentado se producía tras dos años de conflicto sostenido entre Washington y La Habana: en abril de 1961 había tenido lugar la invasión de Bahía de Cochinos y en octubre de 1962 se desató la Crisis de los Misiles. Lee Harvey Oswald, el hombre detrás del gatillo, había hecho público su apoyo a la revolución que en 1959 se puso en marcha en Cuba. Castro, preocupado por una invasión de tropas estadounidenses a la isla, se apresuró a despejar las dudas que lo incriminaban y, en los años siguientes, comenzó a elaborar sus propias teorías conspirativas, hasta concluir que Oswald no actuó solo.
“Fue un día muy triste cuando todo esto ocurrió”, dijo hace tres años el expresidente al periodista estadounidense Jeffrey Goldberg durante un almuerzo en La Habana. “Nunca lo olvidaré. Tan pronto como escuchamos la noticia, todos corrimos al radio a escuchar”. No fijaron aquella cita para hablar del asesinato de Kennedy, explica Goldberg en un artículo publicado este 20 de noviembre en The Atlantic, pero fue la oportunidad elegida por Castro para compartir su tesis: “He llegado a la conclusión de que Oswald no pudo haber sido el que mató a Kennedy”.
Para Castro, el resultado de las investigaciones que lideró el jefe de justicia Earl Warren y que indica que Oswald no recibió ningún tipo de asistencia en la planificación o en la ejecución del asesinato, fue “una historia elaborada para gente tonta”. Esta sospecha es tal vez lo único que comparte Castro con un amplio sector de la opinión pública de Estados Unidos, pero con inmensas diferencias: mientras que Castro cree que el crimen fue responsabilidad del propio Gobierno de Washington, muchos estadounidenses creen aún que el asesinato fue planeado por Castro.
Fidel Castro era, en aquella época, el enemigo más enconado de Jonh F. Kennedy en el mapa regional de la Guerra Fría. Su revolución, enclavada en pleno mar Caribe, servía de plataforma física e ideológica a los intereses de la Unión Soviética. Esta rivalidad tuvo dos momentos cumbre en los años inmediatamente anteriores al asesinato del presidente. Pocos días después de su toma de posesión, en febrero de 1961, Kennedy autorizó la invasión de Bahía de Cochinos. Comenzó a planearse en marzo 1960, se ejecutó en abril 1961 y acabó en un rotundo fracaso. Luego, en octubre de 1962, estalló la Crisis de los Misiles: 13 días de amenaza de guerra nuclear que concluyeron con la firma de un pacto entre Kennedy y el líder soviético Nikita Jruschov para retirar de Cuba los proyectiles instalados allí por Moscú.
Lee Harvery Oswald, el autor material del magnicidio de Kennedy, no ocultó nunca sus simpatías por Castro. Solía repartir panfletos a favor de la revolución cubana en las calles de su natal Nueva Orleans. Y pocas semanas antes del asesinato del presidente, visitó la embajada de Cuba en Ciudad de México para pedir una visa de entrada a la isla que le fue negada. Quienes sostienen que la mano de Castro estuvo siempre detrás del plan, creen que fue entonces cuando Oswald pudo haber entrado en contacto con la inteligencia cubana.
Fidel Castro, sin embargo, ha negado siempre su supuesta participación en el complot y ha dicho que, por el contrario, la trama provino de Washington. “Había gente en el Gobierno de Estados Unidos que pensaba que Kennedy era un traidor porque no invadió Cuba cuando tuvo la oportunidad, cuando se lo estaban pidiendo. Él nunca fue perdonado por eso”, afirmó Castro en la misma entrevista con Goldberg, donde dijo incluso haber intentado recrear las circunstancias en las que fueron disparados los proyectiles que mataron al presidente de Estados Unidos y que a partir de entonces concluyó que “fue imposible para un solo hombre hacer esto”.
El periodista estadounidense Philip Shenon, autor del libro “A Cruel And Shocking Act: The Secret History of The Kennedy Assassination” (Un acto cruel e impactante: la historia secreta del asesinato de Kennedy) que salió a la venta el pasado octubre, descarta que el líder cubano haya tenido responsabilidad alguna en el crimen. “No hay ninguna evidencia creíble de que Castro estuviese involucrado personalmente en la orden de asesinato”, sostiene Shenon. De acuerdo a sus investigaciones, Fidel Castro arregló un encuentro con la Comisión Warren, a bordo de un yate estacionado en aguas cubanas, para contar su versión. Porque había elementos para sospechar que era culpable, y él bien lo sabía.
“Fue un día muy triste cuando todo esto ocurrió”, dijo hace tres años el expresidente al periodista estadounidense Jeffrey Goldberg durante un almuerzo en La Habana. “Nunca lo olvidaré. Tan pronto como escuchamos la noticia, todos corrimos al radio a escuchar”. No fijaron aquella cita para hablar del asesinato de Kennedy, explica Goldberg en un artículo publicado este 20 de noviembre en The Atlantic, pero fue la oportunidad elegida por Castro para compartir su tesis: “He llegado a la conclusión de que Oswald no pudo haber sido el que mató a Kennedy”.
Para Castro, el resultado de las investigaciones que lideró el jefe de justicia Earl Warren y que indica que Oswald no recibió ningún tipo de asistencia en la planificación o en la ejecución del asesinato, fue “una historia elaborada para gente tonta”. Esta sospecha es tal vez lo único que comparte Castro con un amplio sector de la opinión pública de Estados Unidos, pero con inmensas diferencias: mientras que Castro cree que el crimen fue responsabilidad del propio Gobierno de Washington, muchos estadounidenses creen aún que el asesinato fue planeado por Castro.
“Había gente en el Gobierno de EE UU que pensaba que Kennedy era un traidor porque no invadió Cuba. Él nunca fue perdonado por eso”
Lee Harvery Oswald, el autor material del magnicidio de Kennedy, no ocultó nunca sus simpatías por Castro. Solía repartir panfletos a favor de la revolución cubana en las calles de su natal Nueva Orleans. Y pocas semanas antes del asesinato del presidente, visitó la embajada de Cuba en Ciudad de México para pedir una visa de entrada a la isla que le fue negada. Quienes sostienen que la mano de Castro estuvo siempre detrás del plan, creen que fue entonces cuando Oswald pudo haber entrado en contacto con la inteligencia cubana.
Fidel Castro, sin embargo, ha negado siempre su supuesta participación en el complot y ha dicho que, por el contrario, la trama provino de Washington. “Había gente en el Gobierno de Estados Unidos que pensaba que Kennedy era un traidor porque no invadió Cuba cuando tuvo la oportunidad, cuando se lo estaban pidiendo. Él nunca fue perdonado por eso”, afirmó Castro en la misma entrevista con Goldberg, donde dijo incluso haber intentado recrear las circunstancias en las que fueron disparados los proyectiles que mataron al presidente de Estados Unidos y que a partir de entonces concluyó que “fue imposible para un solo hombre hacer esto”.
El periodista estadounidense Philip Shenon, autor del libro “A Cruel And Shocking Act: The Secret History of The Kennedy Assassination” (Un acto cruel e impactante: la historia secreta del asesinato de Kennedy) que salió a la venta el pasado octubre, descarta que el líder cubano haya tenido responsabilidad alguna en el crimen. “No hay ninguna evidencia creíble de que Castro estuviese involucrado personalmente en la orden de asesinato”, sostiene Shenon. De acuerdo a sus investigaciones, Fidel Castro arregló un encuentro con la Comisión Warren, a bordo de un yate estacionado en aguas cubanas, para contar su versión. Porque había elementos para sospechar que era culpable, y él bien lo sabía.
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