LA HABANA, Cuba, noviembre de 2013, www.cubanet.org. – Juan Lázaro Ávila Herrera, un impedido físico (tiene lisiada la pierna derecha), está arrepentido de haber pertenecido en su juventud a un pelotón de fusilamiento en la fortaleza de La Cabaña.
Cuando militaba en la Asociación de Jóvenes Rebeldes, con tan solo 18 años, fue captado para pertenecer a los pelotones de fusilamiento. Recuerda que junto a él captaron a un grupo de 23 jóvenes, todos con edades entre 16 y 20 años.
Según afirma, a veces los ejecutores se apoderaban de sortijas y otras prendas de los fusilados.
Una vez fue acusado de contrarrevolución y llevado a la prisión del Príncipe. Cuenta que en el juicio estaba tan asustado que se defecó en los pantalones. Pensó que sería fusilado, pero salió absuelto. A pesar de ello, luego que salió de la cárcel, durante una semana tuvo que ir a firmar todos los días a una unidad de la policía.
“Estuve infiltrado en una banda contrarrevolucionaria y participé en varios operativos. En uno de ellos detuve a un cura, a quien le fueron confiscados en el sótano de la iglesia, explosivos y armas, además de un mapa donde estaban plasmados los lugares que serían volados”, refiere.
Dice estar arrepentido de haber estado a punto de asesinar a un hombre llamado José Díaz cuando lo detuvo en su vivienda, donde le ocuparon 14 AK y varias pistolas Makarov. “Le puse la pistola en la frente y apreté el gatillo. Si no lo maté, fue porque el arma se trabó”, dijo.
Fungió como investigador del MININT en la unidad policial de Guanabacoa, atendiendo casos de robos de autos y violaciones en la zona de las playas del este de la capital. Recuerda que una vez, cuando investigaba un caso de violación de una menor de 12 años, se violentó y con la culata de su pistola golpeó en la cabeza al detenido que interrogaba.
Ávila perteneció además a la Marina Mercante. Dice haber transportado armas y azúcar a varios países, entre ellos Angola, Nicaragua y Honduras. Afirma que a este último país, una vez fueron enviadas 10 mil toneladas de azúcar, que no fueron para el pueblo hondureño sino que fueron transportadas a un barco norteamericano que se encontraba fondeado cerca de su barco.
“Fue un error haberle dedicado casi toda mi vida a la revolución. Me pregunto a cada instante para qué luché”, dijo a este reportero.
Ávila Herrera se retiró con 279 pesos de pensión. Vive agregado en una vivienda que es un pasillo con cocina y baño. Se decidió a contar su historia a la prensa independiente porque se siente muy decepcionado con el gobierno al que sirvió y por el que estuvo dispuesto a morir y matar.
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