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A pesar de algunas declaraciones triunfalistas durante el evento, no había razón para el optimismo entre los jefes de estado y gobierno que asistieron a la XXIII Cumbre Iberoamericana de Panamá. Los analistas insisten en hablar de “agotamiento” y de “riesgo de extinción” al referirse a la cita de los gobernantes de los países de lengua española y portuguesa de América, que se reúnen cada año con los más altos representantes de España, Portugal y Andorra.
En primer lugar, la reunión quedó deslucida por la notable ausencia de muchos de ellos. Si se exceptúan, por razones médicas muy justificadas, las del rey Don Juan Carlos y la presidenta argentina Cristina Fernández, no se pueden considerar serios los motivos alegados (o no) por los gobernantes de Uruguay, Chile, Brasil, Perú y Guatemala para declinar la asistencia al cónclave de Panamá. Pero la ausencia en bloque de los representantes de los países de la Alianza Bolivariana, Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, fue un aspecto de especial significación. Podría afirmarse que los dirigentes de la izquierda rabiosa del continente no le dieron importancia a esa Cumbre, ni siquiera como foro para sus sistemáticos ataques contra el “imperialismo yanqui” y “sus aliados europeos”.
Por otra parte, la reunión quedó aligerada de enfrentamientos como los sostenidos en la Cumbre de Cádiz el año pasado entre Evo Morales y Sebastián Piñera por la exigencia boliviana de una salida al mar a través de territorio chileno. Este año, la ausencia de los presidentes Mujica y Cristina Fernández impidió que saliera a la luz la controversia de Buenos Aires con Montevideo por la contaminación industrial en el río Uruguay. La ausencia de Daniel Ortega le quitó calor al tema que enfrenta a Costa Rica y Nicaragua por una isla en el río San Juan y a las pretensiones del gobierno de Managua de extender su plataforma continental más allá de las 200 millas náuticas de su costa en el Caribe, afectando a Colombia, Costa Rica, Jamaica y Panamá.
En esta ocasión, ninguno de los mandatarios ha aireado demandas territoriales, más allá de la tradicional reivindicación argentina sobre las Malvinas, y aunque el canciller español García Margallo pidió apoyo en el diferendo de Gibraltar frente al Reino Unido, España no quiso incluir el tema en el documento final.
Bajo nivel y silencio del régimen
Preguntado por la prensa sobre la delegación de la Isla, el canciller panameño Fernando Núñez Fábregas dijo en los días previos a la cumbre: “creemos [...] que va a enviar al director general de la Cancillería, porque tengo entendido que Raúl Castro está también sufriendo quebrantos de salud”. Y aunque la estructura de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba tiene vicepresidentes de sobra -dos de ellos se ocupaban de visitar Rusia en estos días, otro impulsaba en la Isla la discusión del proyecto de Código de Trabajo, y el primer vicepresidente estaba atendiendo un congreso de jóvenes artistas e intelectuales afines al régimen- La Habana decidió no enviar ni siquiera al canciller Bruno Rodríguez o a uno de sus viceministros de Relaciones Exteriores.
Por eso solo estuvo representada a nivel de embajadores, que es el rango diplomático del Sr. Pedro Núñez Mosquera, que funge como director de Asuntos Multilaterales en el MINREX. El embajador Núñez Mosquera tuvo a su cargo expresar en Ciudad Panamá
“el agradecimiento por los reiterados pronunciamientos hechos en la cumbre contra el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a la isla y la demanda a Washington para que la excluya de la lista de patrocinadores del terrorismo internacional” y como no podía ser de otra forma, también reclamó la liberación de “los antiterroristas cubanos injustamente presos en Estados Unidos”. [1]
Pero la razón de la ausencia del “general-presidente”, de alguno de los vicepresidentes o del siempre dispuesto canciller del régimen, no fue por desprecio al cónclave, sino a que nadie en las altas esferas del gobierno neocastrista quería acercarse a la Cumbre tras el incidente del barco norcoreano Chonh Chon Gang, detenido en julio en las costas de Panamá con un cargamento de armas procedente de Cuba.
En relación con ese gravísimo incidente, el canciller panameño hacía unas declaraciones contundentes al diario español El País, afirmando que el envío de armas de Cuba a Corea del Norte había frustrado un proceso de acercamiento de La Habana con el gobierno de Estados Unidos, y también había perjudicado la posibilidad de que el régimen cubano sea invitado por el Gobierno panameño a participar en la Cumbre de las Américas de 2015.
Las declaraciones de Núñez Fábregas fueron:
Creo que indiscutiblemente los cubanos no tomaron en cuenta el problema en que estaban poniendo a un país amigo que siempre ha sido muy cooperador con ellos. Yo tenía una binacional con el canciller cubano en Naciones Unidas y la canceló. Yo diría que hay algún enfriamiento. No hemos recibido ninguna comunicación de La Habana en todo este tiempo. […] Una de las cosas que a nosotros también nos sorprendió es que esto viniera en un momento en que Panamá va a ser el anfitrión de la Cumbre de las Américas de la Organización de Estados Americanos en 2015 y yo había ofrecido en Antigua, Guatemala, que se creara una comisión para evaluar si invitar o no a Cuba. […] Yo me tuve que pelar la cara diciendo que yo creía que era necesario que se considerara, que se evaluara si era bueno o era malo porque Cuba había estado retirada de la OEA desde 1962 y yo consideraba que ahora que se presagiaba un cambio en Cuba sí que se iba a confirmar. Resultó que no era cierto y ni siquiera respondieron… mandé muchos mensajes sobre este tema y nunca respondieron. [2]
A pesar de la violación de resoluciones de la ONU sobre la venta de armas a Corea del Norte y el silencio arrogante del régimen cubano, nadie, ni siquiera el presidente panameño Ricardo Martinelli, sacó el asunto a colación en la Cumbre ni se opuso a que se incluyera en la Declaración de Panamá una resolución que señala “la necesidad de poner fin al bloqueo”, rechaza la aplicación de leyes y medidas “contrarias al Derecho Internacional” como la Helms-Burton, y exhorta al Gobierno de Estados Unidos a que les ponga fin. Pero esto no significa que se haya cerrado ese capítulo, que sigue pendiente de una toma de posición de Naciones Unidas, respecto al barco coreano Chong Chon Gang, su carga de azúcar y armamentos, y las sanciones a los países involucrados en el contrabando.
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