Los dictadores odian y siempre han odiado a los artistas y tienen buenas razones para ello. Los artistas son muy peligrosos, porque pueden vengarse. Ya saben ustedes el alto concepto en que tengo a la venganza. La venganza me parece un propósito excelso, artísticamente hablando, y prueba de ello es que las dos más grandes obras literarias de todos los tiempos, ILÍADA y ODISEA, tratan de la venganza.
Les endilgo esto porque he comenzado a trabajar (así, de pronto) en una serie de retratos de Fidel Castro que son, como es natural, una venganza. Me estoy divirtiendo mucho pintando al hijo de puta en las posiciones más humillantes (para él) y qué bien me siento al pensar que cuando el hijo de puta y yo ya no existamos y pasen los años y todo cambie y la gente comience a olvidar el castrismo y el horror que significó, ahí seguirán mis cuadros para ofrecer una imagen real de este hijo de puta llamado Fidel Castro y para demostrar que el hijo de puta llamado Fidel Castro tuvo sus enemigos implacables que se ocuparon de vengarse como demandaba el más elemental decoro.
Ah, y no sólo pintaré al hijo de puta principal, también incluiré en los cuadros a muchos de sus cómplices. El trabajo será enorme y arduo, lo sé, pero lo acometeré con gran dedicación y ánimo.
Pido a mi amado Héctor y al sin par Odiseo que me den fuerzas para llevar adelante tan honrosa tarea.
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