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La oscura corporación Gaviota, perteneciente al ejército, hace y deshace sin rendir cuentas a nadie. En el Morro habanero ha despedido a todos los trabajadores de un restaurante tras la llegada de 'un inversor', miembro de la casta verdeolivo.
Un título tan cursi podría parecer sacado de la más mediocre novela negra, sin embargo, se refiere a hechos reales: el restaurante La Divina Pastora, perteneciente a la corporación Gaviota, del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar), enclavado en áreas del Parque Histórico Morro-Cabaña, en La Habana, ha sido cerrado para iniciar un proceso de licitación. Sus trabajadores han quedado "disponibles" en la "bolsa de trabajo", en espera de una futura "reubicación". Son las nuevas víctimas de otra conjura de la mafia verdeolivo.
Ninguno de ellos vio venir el golpe. Frustrados y profundamente preocupados por la pérdida de sus ingresos y la angustia del desempleo, los 23 trabajadores han dirigido cartas de reclamación a diferentes instancias, incluyendo el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social. Hasta el momento no han recibido respuestas.
No obstante, muchos de ellos se resisten a asimilar lo ocurrido, sin comprender que la conspiración estaba cuidadosamente planificada en detalle por los jerarcas de uniforme. Hay quienes, ingenuamente, creen que todavía hay esperanzas de solución. Pero la suya es una batalla perdida: desde un principio la suerte estaba echada y su destino sellado. Los intereses económicos de la cúpula militar no se detendrían por nimiedades tales como respetar los trabajos de un puñado de individuos perfectamente prescindibles.
La conjura
Meses atrás comenzó a rumorearse que La Divina Pastora estaría entre los restaurantes que formarían parte del experimento piloto de las cooperativas no agropecuarias que se proponía desarrollar el Gobierno, inmerso en sus controvertidas "reformas". En un inicio, los trabajadores se preocuparon ante la posibilidad de que esto provocara un plan de despidos para lograr una mayor rentabilidad y eficiencia, propias de una empresa cooperativa; pero bien pronto se entusiasmaron ante la perspectiva de trabajar de manera autónoma e incrementar los ingresos personales, incluso sin incurrir en el riesgo de las ilegalidades que pululan en todos los establecimientos estatales, en particular los que operan con moneda convertible, como es el caso.
Para mayor ventura, "desde arriba" se les aseguró que no habría despidos. Esto disipó las reservas iniciales y provocó las expectativas de los que pensaban que sería un nuevo y ventajoso comienzo en un restaurante de posición privilegiada, justo a la entrada de la bahía de La Habana, en la fortaleza de La Cabaña, al otro lado de la ciudad: una vista panorámica de la capital y una plaza frecuentada por numerosos turistas extranjeros.
La primera sorpresa sobrevino cuando en una Mesa Redonda de la TV, dedicada al tema, un periodista declaró que "los trabajadores de La Divina Pastora" no querían cooperativizarse. Atónitos ante semejante calumnia, éstos escribieron al programa, reclamaron al Instituto de Radio y Televisión y elevaron su queja por escrito a las más diversas instancias. Los medios oficiales no rectificaron el error y con el paso de los días incorporaron el incidente como un pequeño desliz involuntario, quizás debido a una desinformación o confusión de los responsables del programa.
Poco después el presidente de la corporación Gaviota, en persona, se presentó conciliadora y paternalmente en el restaurante ante los trabajadores y, entre otras cosas, les explicó que la cooperativa sería algo positivo, favorable para todos, y que formaba parte fundamental de las transformaciones económicas que constituían imperativos para el país. Era un plan priorizado del Gobierno, ineluctable. Así, pues, debían elegir a cuatro de ellos, en representación de todos, para que recibieran un seminario acerca de lo que sería la empresa cooperativa y las características del proceso de transformación al nuevo modo de explotación del restaurante.
Los representantes elegidos, en efecto, pasaron su seminario y pusieron el mayor empeño en actualizarse sobre el asunto, mientras las expectativas de sus compañeros subían de punto ante la inminencia del cambio.
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