Dr. Eugenio Yáñez
Algunos de los cubanos detenidos en Bahamas |
El gobierno de Las Bahamas no tiene una tarea nada fácil. Nunca la ha tenido en los últimos más de cincuenta años, aun cuando oficialmente no era una nación independiente y estaba bajo el dominio de Inglaterra. Cualquier gobierno que sea el que esté instalado en Nassau tiene el mismo problema: la geografía no le ayuda para nada.
En cierto sentido, tiene que vivir como un emparedado, pero no entre dos, sino entre tres presiones: la del gobierno cubano por una parte, con su eterno papel de guapo del barrio en toda la zona; la de los cubanos que desean abandonar la Isla por otra; y además la de los cubanos en La Florida, que directa o indirectamente pueden influir e influyen de manera muy importante en la economía de esas Islas.
Las Bahamas, primera parada de Cristóbal Colón en su primer viaje al Nuevo Mundo, es un archipiélago que se encuentra al norte de Cuba y al este de Estados Unidos, formado por más de 700 islas, cayos e islotes, aunque no todas sus áreas terrestres están habitadas. Si bien su superficie total es algo más de ocho veces menor que la de Cuba, sus líneas costeras son más o menos similares: para Bahamas de 3,542 kilómetros y para Cuba 3,735 kilómetros, o sea 2,201 y 2,321 millas. Sin embargo, mientras en Cuba hay más de once millones de habitantes, en Bahamas no sobrepasan los cuatrocientos mil.
Esas cifras suponen que en Bahamas, con una extensión de costas ligeramente menor que Cuba, y menos posibilidades humanas de custodiarlas con efectividad, existen más de 700 lugares (entre islas, cayos e islotes) donde teóricamente se pudiera desembarcar de manera subrepticia (ilegal) con la intención de continuar viaje rumbo a Estados Unidos, lo cual no es solamente atractivo para potenciales balseros e inmigrantes ilegales procedentes de Cuba, sino también de Centro y Sur América y de las islas del Caribe como La Española (Haití y República Dominicana), Jamaica y las Antillas Menores. Por si fuera poco, también es una ruta ilegal o al menos enmascarada muy atractiva para los agentes de inteligencia, contrabandistas de toda mercancía, terroristas, narcotraficantes, y personas dedicadas al tráfico humano.
En la información pública que bajo el título de The World Factbook edita y actualiza constantemente la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, se puede leer:
“Desde que alcanzó la independencia de Gran Bretaña en 1973, Las Bahamas han prosperado a través del turismo, la banca internacional y la gestión de inversiones. Debido a su ubicación geográfica, el país es un punto importante de trasbordo de drogas ilegales, particularmente con rumbo a EEUU y Europa, y su territorio se utiliza para el contrabando de inmigrantes ilegales hacia EEUU”. [La traducción es mía, así como el énfasis en lo de la ubicación geográfica].
Como dato de interés, aunque no es el tema central que nos ocupa en estos momentos, hay que señalar que el nivel de ingreso promedio per cápita en Las Bahamas (estimado en el 2012, en términos de paridad de poder de compra o PPP por sus siglas en inglés en $31,382) es el tercero en el continente americano, inmediatamente detrás de Estados Unidos y Canadá, superando a todos los países latinoamericanos y caribeños.
Y para que todo sea dicho, hay que señalar que Las Bahamas, o más exactamente sus áreas más deshabitadas (y sin el consentimiento explícito de su gobierno), fueron punto de tránsito, avituallamiento, enmascaramiento o reposo, fundamentalmente durante los años sesenta del siglo pasado, de grupos clandestinos armados (casi todos vinculados de una forma u otra a Miami) que se dirigían hacia Cuba desde Estados Unidos o que regresaban hacia Estados Unidos después de realizar acciones armadas, infiltraciones, exfiltraciones, desembarcos de armamento y equipos, hasta algún otro tipo de acciones que hoy serían consideradas abiertamente terroristas.
Debido a estas realidades, a las intenciones del gobierno cubano contra Estados Unidos desde los primeros momentos, y a sus pretensiones expansionistas e injerencistas en todas partes, el régimen de La Habana colocó a Las Bahamas en la mira de sus intereses desde muy temprano. La condición de las islas de ser un territorio inglés hasta 1973 limitó en cierto modo la conducta de La Habana hacia Bahamas, a diferencia de la forma en que intervenía abiertamente en Venezuela, Bolivia, Perú, Colombia, Brasil, Uruguay, Haití, República Dominicana, Panamá, Argentina, Ecuador, México y toda Centroamérica, lo que no impidió que ocurrieran varios incidentes de fuerza en todos esos años, con aviones de la Fuerza Aérea y naves de la Marina de Guerra castrista violando el territorio de las Islas, hundiendo buques, bombardeando y ametrallando territorios, o amenazando al país con acciones violentas si se producían escenarios que no agradables al castrismo.
Uno de los ejemplos más evidentes de estas acciones agresivas y amenazantes se produjo en 1970, cuando se informó que varios pescadores cubanos fueron secuestrados por un grupo armado de Miami que los escondió en Bahamas. Aviones de la Fuerza Aérea del gobierno cubano, y naves de la Marina de Guerra, violaron el espacio aéreo y naval de Bahamas en busca de los secuestrados y amenazando con utilizar todo su poder de fuego, y posteriormente se dijo que habían sido abandonados en un islote por sus captores y liberados por combatientes de las fuerzas armadas castristas.
Tras el “rescate” de los pescadores, éstos fueron presentados durante una concentración popular en La Habana para celebrar por todo lo alto tan significativa victoria sobre el imperialismo y todos sus agentes anticubanos. “Casualmente”, también en esa misma concentración popular frente al edificio de la antigua Embajada de los Estados Unidos en Cuba, tras anunciarse esa importantísima victoria del pueblo cubano, Fidel Castro declaró públicamente que la famosa Zafra de los Diez Millones de toneladas de azúcar de 1970, anunciada a bombo y platillo durante años, y que había paralizado al resto del país en función de priorizar ese gran delirio del Comandante, terminaría siendo un absoluto fracaso, porque esos diez millones de toneladas de azúcar no se podrían lograr, aunque no dijo que ni ese año ni nunca.
Las difíciles relaciones de Bahamas con el gobierno cubano
Cuatro naciones anglófonas del Caribe, Jamaica, Guyana, Barbados y Trinidad y Tobago, que habían accedido a su independencia, establecieron relaciones diplomáticas con Cuba a finales de 1972, acción que La Habana consideró un gesto de “valentía”, pero que era fundamentalmente de pura realpolitik. Tras su independencia en 1973 Bahamas siguió también el camino del reconocimiento mutuo, aunque por parte de Nassau nunca se demostró simpatía especial hacia el castrismo. De tal manera que el hecho reflejó un reconocimiento de las realidades geográficas y geopolíticas por ambas partes, y todas las relaciones cubano-bahameños fueron relativamente cordiales, pero mucho más distantes que las que mantenía el castrismo con otras naciones caribeñas que no dejaban de reconocer y admirar los “logros” revolucionarios en salud y educación.
La cercanía geográfica obligó a ambos gobiernos isleños a conversar y encontrar acuerdos con relación a las zonas económicas marítimas y las de pesca reclamadas por cada país, las realidades migratorias entre ambas naciones, los vuelos comerciales en ambas direcciones, los controles marítimos, epidemiológicos, sanitarios, y otros temas similares, destacándose mucho más recientemente la definición de las zonas marítimas económicas exclusivas para la prospección y explotación petrolera.
El régimen castrista, como de costumbre, nunca vio a Las Bahamas como un buen vecino interesado en mantener relaciones cordiales, sino como una plataforma para propiciar a sus agentes de inteligencia y contrainteligencia la entrada ilegal a Estados Unidos; como una plaza para establecer actividades supuestamente comerciales para “romper el bloqueo”; como posible centro de tráfico de las ilegalidades más disímiles, incluidas las drogas provenientes de América del Sur; como un paraíso fiscal para el lavado de dinero; como una ruta alterna y discreta para el movimiento de sus funcionarios o sus protegidos clandestinos dedicados a la subversión y las actividades violentas; y también como un circunspecto y muy accesible lugar de paseo y reposo para sus “cuadros”, amantes y familiares con acceso a privilegios y navegación en yates, por ser un país con excelentes playas para disfrutar, mariscos para consumir en grandes cantidades y bajos precios en las arenas de sus islas, con abundante ron y cerveza, y cuyos “negritos” no averiguaban demasiado cuando los dólares iban por delante.
Cuando el castrismo comenzó a pretender desarrollar el turismo internacional en la costa norte de Cuba, y se construyeron los famosos “pedraplenes” y numerosos hoteles en esa costa norte y en las cayerías de la zona, muy pronto la inevitable ineficiencia socialista se comenzó a manifestar en los suministros de frutas y vegetales, así como en la limpieza y acondicionamiento de las habitaciones en las instalaciones turísticas.
Una de las más “brillantes” soluciones del régimen fue comenzar a importar mediante patanas y buques de cabotaje comida fresca, frutas y vegetales desde Bahamas, así como enviar a la nación vecina, utilizando esos mismos medios de transporte, grandes cantidades de sábanas, fundas, servilletas y manteles de los hoteles cubanos para ser lavadas, desinfectadas, acondicionadas y planchadas, y posteriormente ser devueltas al país.
En el caso específico de los alimentos importados, cuando se preguntaba a funcionarios del régimen si no sería más barato que los campesinos cubanos produjeran esa mercancía en Cuba y se les pagara en moneda fuerte para estimularlos, se argumentaba que eso no era recomendable que se hiciera, porque los campesinos se enriquecerían y se producirían grandes diferencias sociales entre la población.
No se decía, tampoco, que ese comercio, que se realizaba fundamentalmente a título de negocios privados y que se pagaba en efectivo, y sin que necesariamente los bahameños que comerciaban necesitaran saberlo, posibilitaba también importaciones de productos restringidos por las leyes del embargo norteamericano, así como el establecimiento de “representantes” en las Bahamas de las instituciones turísticas cubanas encargadas de ese comercio.
Que muchos de esos representantes de instalaciones turísticas cubanas ubicados en Bahamas respondieran en sus inicios al Ministerio del Interior cubano, y posteriormente al de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, a través de diversas actividades del Grupo de Administración Empresarial, Sociedad Anónima (GAESA), es parte del modus operandi del gobierno cubano en sus actividades en el extranjero.
Ese requisito lo cumplen también los “inversionistas privados” cubanos de inevitable guayabera y pelo corto que se dedican en Bahamas a la venta de productos cubanos como tabacos y bebidas, discos de música cubana, postales, afiches y souvenirs, y no sólo hacen propaganda turística sobre Cuba, sino que promueven a la vez a la campaña por la liberación de los espías de la “Red Avispa”, que el régimen sigue llamando “los cinco” aunque ya son cuatro.
Por su parte, el gobierno de Bahamas, conocedor del largo brazo injerencista del régimen desde La Habana, ha evitado siempre los choques con sus bravucones vecinos del sur, y después de algunos años ha habido acercamientos al extremo de que en los últimos años recibe desde Cuba colaboración técnica en los campos de la educación, salud y deportes, y mantiene un status aparentemente más amistoso con la dictadura.
Al mismo tiempo, en la medida en que el “período especial” comenzado tras el derrumbe del llamado socialismo real en los años noventa hacía más difícil la vida de los cubanos, y tras la llamada crisis de los balseros de 1994, cuando Estados Unidos estableció la disposición llamada de “pies secos/pies mojados” para los cubanos que fueran encontrados en el mar rumbo a La Florida, muchas rutas de escape desde la Isla comenzaron a fijarse más en Las Bahamas como punto intermedio, teniendo en cuenta su extensión territorial, la dispersión de sus territorios, y las posibilidades mucho más limitadas de los servicios de guardacostas de Nassau en comparación con los norteamericanos.
De esa manera, mientras que en los años sesenta del siglo pasado, sin el consentimiento explícito de su gobierno, Las Bahamas fueron punto de tránsito, avituallamiento, enmascaramiento o reposo para viajes clandestinos desde Estados Unidos hacia Cuba, comenzaron a serlo otra vez desde la década de los noventa para otros viajes encubiertos, pero ahora en dirección contraria, desde como grupos de cubanos intentando escaparse del paraíso de los proletarios a bordo de embarcaciones peligrosas y rústicas.
Sin embargo, también en cada vez más ocasiones Bahamas fue recalada de especialistas del contrabando de personas, que cobran miles de dólares a cubanos radicados en los Estados Unidos por llevar a sus familiares desde Cuba hasta las costas y cayos de Florida. Porque en la medida que existe mucha más navegación turística y comercial entre Bahamas y Estados Unidos, resulta más factible pasar el contrabando humano por esas rutas que por rutas directas Cuba-EEUU, donde prácticamente solo navegaan tales traficantes y algún que otro americano excéntrico interesado en poner un record nadando o haciéndolo en una tabla de “surf”, o alguna embarcación perteneciente a americanos con suficientes recursos para viajar a Cuba por esa vía.
Estos arribos de cubanos a Bahamas, que venían a agravar los de muchos narcotraficantes de todas partes haciendo escala, campamento y vivaqueo en las Islas, y como el gobierno bahameño estaba en la necesidad de endurecer sus posiciones antes esos indeseables visitantes, la emprendió contra los más pacíficos. De esa manera, los cubanos ilegales capturados en Bahamas, país que no se caracteriza precisamente por el trato amable y respetuoso hacia quienes captura en tales condiciones, comenzaron a vérselas más difíciles.
El gobierno de Bahamas, viendo que a través de acuerdos previos tanto Estados Unidos como México repatriaban inmigrantes ilegales cubanos hacia Cuba, pensó con razón que podría lograr entendimientos de este tipo con el régimen. La Habana, interesada en mantener en buen estado las relaciones de “cooperación” con Las Bahamas, accedió a ese tipo de arreglos, que deberían constituir una barrera para los inmigrantes ilegales que pretendían alcanzar el territorio de Estados Unidos a través de Las Bahamas, pues sería muy difícil que muchos cubanos pretendieran establecer residencia permanente en las Islas aunque tuvieran la posibilidad de hacerlo legalmente. Allí, aunque también se habla inglés como en Estados Unidos, no existe Miami. La Pequeña Habana, Hialeah, ni el café cubano en todas las esquinas, de manera que Bahamas es vista solamente por los cubanos que escapan de Cuba como escala temporal y nada más.
Las denuncias desde Miami contra el gobierno de Bahamas
Ya Bahamas había deportado varias veces antes a cubanos capturados en tránsito hacia Estados Unidos, pero en esta ocasión la situación se ha convertido en algo mucho más escandaloso y ha originado airadas protestas, porque se habían obtenido y divulgado en la televisión de Miami grabaciones de imágenes de video con sonido, a través de teléfonos celulares, donde se podían ver a policías de la prisión de Carmichael, en Bahamas, golpeando, maltratando y humillando a un grupo de cubanos detenidos en esas instalaciones.
Es innecesario aclarar que la Embajada castrista en Nassau no ha mostrado el más mínimo interés por esos cubanos detenidos en Bahamas -ni en ningún lugar del mundo- cuando se trata de “gusanos” o “desertores” que abandonaron su país. Las imágenes divulgadas en televisión inmediatamente indignaron a los cubanos en Florida y en todos los Estados Unidos, que protestaron por esos abusos y de inmediato lanzaron sus furias expresivas (pero absolutamente pacíficas y dentro del marco de las leyes) contra el gobierno de Bahamas.
El Ministro de Asuntos Exteriores de Bahamas negó rotundamente la veracidad de las imágenes, alegando que era un material “fabricado para crear una imagen dañina y difamatoria de Bahamas”, ya que en su país se respetaba la integridad de los detenidos. “El Gobierno de Bahamas no golpea personas bajo su custodia. Todos los detenidos son tratados con respeto y de acuerdo con todas las convenciones aplicables y con la dignidad humana y la cortesía”. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, no logró convencer a casi nadie, sobre todo cuando los cubanos en Miami ratificaron y ampliaron las denuncias anteriores con nuevas informaciones y testimonios.
Una reacción adversa de los cubanos en Florida hacia Bahamas puede tener complicadas consecuencias para ese país en términos económicos, pues el turismo es una parte importantísima de los ingresos de las Islas: más del 60% del Producto Interno Bruto total del Bahamas, calculado para 2012 (PPP) en algo más de once mil millones de dólares, y más de la mitad de la fuerza laboral de la nación trabaja en el sector del turismo, que aventaja más que ampliamente al sector que marcha en segundo lugar, el de servicios financieros y bancarios, que alcanza el 15% del PIB, es decir, cuatro veces menos que el turismo.
Buena parte de ese turismo hacia Las Bahamas se origina en el sur de Florida, o al menos pasa a través de sus puertos y aeropuertos en viajes de ida o vuelta hacia o desde las Islas, y las continuas manifestaciones pacíficas de cubanos indignados en los puertos de salida de lujosos cruceros turísticos que viajan hacia ese país, denunciando atropellos y maltrato de cubanos en instalaciones de inmigración de Bahamas, es una malísima propaganda que el gobierno de las Islas no puede darse el lujo de admitir sin poder reaccionar de alguna manera.
Sin embargo, las declaraciones, mucho más emocionales que realistas, de un Ministro del gobierno bahameño recordándole a quienes viven en La Florida que Las Bahamas gastan anualmente unos mil millones de dólares en este Estado de la Unión Americana son prácticamente pataleo de ahorcado que no impresionó demasiado a los cubanos del sur de Florida.
Porque, sencillamente, aunque las cifras que mencionó hace unos días ese Ministro fueran lo más exactas posible, la influencia de los exiliados cubanos en el sur de La Florida en los terrenos económico, de política local, estatal y federal, su capacidad de cabildeo, y la importancia que mantienen en los medios de prensa y divulgación, además del consumo directo de esa comunidad de cubanos en el turismo en Las Bahamas, podrían crear un daño irreparable a la economía de las Islas si se impulsara algún tipo de presiones por parte del gobierno o legisladores de Estados Unidos, así como algún boicot al turismo hacia ese país promovido por la comunidad cubana en el sur de Florida.
Eso el gobierno bahameño lo sabe muy bien, así como también lo sabemos nosotros aquí en Miami y todas sus áreas circundantes, pero además también lo saben los jerarcas del totalitarismo en La Habana, por lo que el gobierno de Nassau debería manejar esta situación con extremo cuidado, al tenerse que mover peligrosamente en medio de un triángulo de presiones: cubanos que desean escapar de la Isla, comunidad cubana en el sur de Florida clamando por represalias desde la comunidad y por acciones por parte de Estados Unidos, y los intereses del gobierno castrista en La Habana.
La más reciente crisis
A la complejidad del problema, en esta última crisis se han añadido graves confusiones, aparentemente motivadas más por errores de comunicación o sobreexposición de deseos personales y comunitarios que por malas intenciones solamente.
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