“La maldición de Babe Ruth” la hizo tierra el derecho Curt Schilling, que llegó a un club históricamente poco corajudo para ganar “el último”, e impuso su personalidad de pitcher valiente contra la actitud de “rabo entre las piernas” del equipo para el que bateaba Ted Williams.
La historia del Boston de la Americana se recrea alrededor de “la guerra a muerte contra los Yanquis”, hasta cierto punto buena, pero, no absoluta, porque hubo épocas en que los Elefantes Blancos de Filadelfia o el Detroit cumplían a cabalidad y mucho mejor, porque ganaban, el papel de eternos rivales de los Mulos.
Casi nadie que escribe quiere acordarse de un pitcher de nombre Frank Lary, de los Bengaleses, cuyo récord contra la novena de Mantle, Ford y Berra fue 28-13, en una etapa (los cincuentas), en que el club de la ciudad automotriz no fue un serio contendiente por “el trapo” de campeones del Joven Circuito, pero se comportaron como “el Tata Cuñengue” del club del Bronx.
La tremendísima actuación de Schilling en la Serie Mundial que rompió “el maleficio” y obligó a jugar pelota a los paisanos de Ted Kennedy fue de tal impacto, que su media ensangrentada está en un museo con los spikes que calzó.
Curt Schilling tiene etiqueta de inmortal, sin embargo, parece que se le está “enyerbando el solar” que debe atravesar para instalarse en Cooperstown.
Comúnmente se oye decir, cuando no le conviene al interesado, que, “no se debe mezclar lo política con lo deportivo”, a sabiendas de que todo es político y que cualquier consecuencia se deriva de actos originados, muchas veces, en oficinas políticas, por lo que nunca podrá nadie separar una cosa de la otra.
Ahora mismo, hay una conspiración orquestada contra Curt Schilling, a partir de cierta investigación federal sobre préstamos que recibió; el pitcher, como se sabe, está en quiebra financiera por malas inversiones.
Pero, porque le conviene poner sobre la mesa en contra del pitcher “lo político”, Bryan Gumpbell, presentador izquierdista-liberal de Real Sports de la cadena HBO, no solo colocó a Schilling entre “las vergüenzas del mes” junto a Mayweather jr y Lance Armstrong, sino que aderezó la ensalada con “es miembro del Tea Party y se opone a préstamos bancarios y al crecimiento del gobierno”, después lo llamó bocón.
El colmo de los liberales está llegando tan lejos que han echado a rodar otra historia sobre el calcetín y los spikes ensangrentados que usó el lanzador en la Serie Mundial del 20003, consistente en que no fue verdad lo de la sangre, con el objetivo de crear duda y malestar sobre la integridad del pitcher y poder hacer lo que les dé la gana a la hora de dar a conocer los resultados de la votación al Templo, sin que nadie se moleste. Curiosamente, nada dicen del Boston, que, si ocurrió el fraude, seguramente fue elucubrado en las oficinas políticas del partido que atiende a los Medias Rojas, como refuerzo de impacto a la actuación del club, después de tanto tiempo sin ganar.
Para concluir, Wade Boggs fue a Cuba con su esposa y se desvivió más por Castro que la fea anciana que le acompaña desde hace 45 años.
Firmó una pelota para el tirano y le solicitó a este que le firmara otra, a mi juicio, tiene derecho, a fin de cuentas, Castro no le robó nada, no le fusiló a nadie ni le puso en prisión por largas sanciones a ningún familiar ni a él mismo.
Pero hay un problema, los Castro son una dinastía familiar de esencia asesina durante 54 años de dictadura y eso debería saberlo el ex tercera base y nadie puede hacerme creer que, oriundo de Tampa, desconozca la tragedia cubana.
La noticia del viaje a la Cuba oprimida de Boggs está en todos los sitios y periódicos liberales (la mayoría del país), sin críticas ni sugerencias.
Por el mínimo respeto a la libertad de opinión, que tan bien manejan a favor del filo-comunismo los editores izquierdistas del deporte en Estados Unidos, espero no tener problemas con este “derecho a réplica”, redactado bajo el mismo manto y con más derecho que el que encubre la inmundicia que se genera aquí, lo mismo en el terreno de juego que en la oficina de la sección deportiva de editores de periódicos y revistas impresas, de televisión o de internet.
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