LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -El Reparto Eléctrico, un barrio sub-urbano de Arroyo Naranjo, con tantos edificios de micro-brigadas estilo soviético, parecería Siberia si no fuese por la abundante vegetación tropical: la hierba y los matojos que inunda los patios, los jardines, las calles y levanta las aceras donde las hay. El barrio aparenta Liberia o Ruanda, no tanto por los matorrales y la cantidad de pobladores negros, sino porque aquello a veces se pone tan violento que parece estalló una guerra civil.
Lo peor es que la policía nada o casi nada hace. Últimamente, cuando le avisan de algún incidente, si no es que pintaron frases antigubernamentales en alguna pared, demoran en acudir. Casi siempre llegan justo a tiempo para recoger los heridos…o los muertos. Como cuando hace unos años, la madrugada de un 17 de diciembre, demoraron horas en llegar para impedir que varios abakuás dieran caza y mataran a puñaladas, punzonzazos y martillazos, a un muchacho de 16 años que había profanado una de sus ceremonias.
Poco hace la policía para prevenir incidentes violentos. Ni hablar de profilaxis social. Es como si bastara para acabar con las broncas con que hayan suspendido los bailables en la plazoleta del cine -que a su vez fue cerrado por las goteras-, que hayan cerrado también la discoteca que funcionaba los fines de semana en la casa de la cultura y que los jefes de sector apliquen a su antojo la ley de peligrosidad social a los que se imaginen que puedan potencialmente delinquir, especialmente si son jóvenes y negros.
Pero no basta. En el Reparto Eléctrico, como en el resto de Arroyo Naranjo, que ha sido declarado por la policía uno de los municipios más peligrosos de la capital, son frecuentes, además de los robos con fuerza, las peleas con armas blancas y ocasionalmente con pistolas (en la zona viven muchos militares). Las peleas, que son más regulares los fines de semana, generalmente se originan por deudas, borracheras o celos.
Recientemente, se produjo un violento incidente que pudo ser evitado por la policía, especialmente por los jefes de sector de la zona. Tuvieron suficiente tiempo y avisos de lo que podía ocurrir, pero mostraron total indolencia.
Hacía más de un año, Jorge Luis García Gutiérrez, de 51 años, fue golpeado y herido durante un altercado con un vecino de pésima conducta social. Ambos estaban ebrios. Desde entonces, comenzó la enemistad entre los dos hombres.
Durante meses, Jorge Luis trató de no dejarse provocar por el otro tipo. Desde que hace casi 20 años estuvo preso por un delito menor, juró que nunca más volvería a la cárcel. Algo difícil, porque en Cuba, luego que has estado preso una vez, la policía no te quita la vista de encima y siempre te considera sospechoso.
Un mes atrás, Jorge Luis no pudo soportar más las amenazas del otro contra él y su familia. Pelearon y le dio una cuchillada. Parece que como la herida no fue grave, la policía no intervino.
Durante varios días, los dos hombres anduvieron armados con machetes por el barrio, casi siempre borrachos. Cada uno anunciaba que iba a matar al otro.
Los jefes de sector estaban avisados, pero no hicieron caso a las advertencias de sus familiares, que esperaban que recogieran a los dos hombres antes de que ocurriese una tragedia. No les importó o simplemente esperaban que se mataran entre ellos. “Serán dos antisociales menos”, seguramente pensaron.
Finalmente, el hijo de 19 años del otro hombre, casi mata a Jorge Luis. La tarde del primero de mayo, lo sorprendió borracho, frente a la secundaria básica “Desembarco del Granma”, del Reparto Eléctrico, le arrebató el machete que llevaba y le asestó varias decenas de machetazos. Horas después, se lo llevaron preso.
A Jorge Luis lo recogieron ensangrentado, tirado en la escalera de la escuela, con decenas de heridas en el tórax y los brazos, y tres dedos de menos. Lo condujeron al hospital “Julio Trigo”, donde estuvo ingresado varios días en terapia intensiva. Hubo que operarlo porque estuvo a punto de perder el brazo izquierdo.
Ahora Jorge Luis, que es zurdo y trabajaba como herrero y albañil por cuenta propia, sin los tres dedos de la mano izquierda, no sabe cómo se las arreglará para ganarse la vida. Parece que no podrá cumplir su juramento de nunca más tener problemas con la justicia. No sabe si tendrá que ir a juicio, si volverá a tener que pelear con el padre del agresor, con él cuando salga de la cárcel o con algún otro de sus parientes. En ese caso, después de la próxima pelea, es probable que avisen a la policía para que recoja los muertos.
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