miércoles, mayo 08, 2013

Emilio Ichikawa » Alzugaray, Dilla, Blanco, Martínez… Una misma escuela con pretexto político “diferente” (El INFORME y otros géneros notariales en la Cubanología)

pero es que la akademia [que no supone CIENCIA, sino solo institucion formal] mi estimado emilio, es solamente un "modo o estilo" de vida" en el sentido de identidad conductual y en el mas elemental de los frijoles que garantizan aquellas conductas y, a ello estrictamente se atiene como demuestra precisamente tu obra y tantas otras producidas fuera de la AKA. la servidumbre es implicita y supuesta, pues siempre alguien patrocina y bruñe o deslustra y degrada el esplendor inconveniente. es una manera tambien de ejercer el poder sobre los asalariados lo mismo que ocurre cuando envian a triple "a" a un slugger en slump o truenan a un kuadrito. ni mas ni menos, solo otras coordenadas.
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Emilio Ichikawa
 

Los intelectuales y escritores semovientes en la inercia nacional, aún cuando dispongan de un notable puesto epismocrático, un cuantioso número de lectores, de un aula para Ilustrar, de estudiantes para tutorar o de foros académicos para dictar, nunca estarán sosegados si no pulsan la percepción que de ellos tiene el poder o los poderes políticos. Tan constante es este “reflejo” que se ha convertido en comedia aristofánica. Actos complementarios: En la farándula universitaria (tan inclemente que llevó a Fray Luis de León al sufrimiento y la muerte) circulan anécdotas sobre los esfuerzos titánicos que en un convite sudara el profesor Roberto González Echeverría para conseguir una instantánea con George Pataki, ex gobernador de New York; y sobre los saltitos de Miguel Barnet en La Casa de las Américas, apoyado en los hombros de García Márquez, el día que una delegación de visitantes ante quien charlaba se dio la vuelta en pleno cuando apareció Fidel Castro por el fondo, dejando al autor de Canción de Rachel en la cola o rabo del auditorio.
Pero estas son lisonjas en el ámbito de la liturgia intelectual que todavía  se mantienen “externas” al contenido de la disciplina. Hay galanteos al poder que contactan con los contenidos mismos de la disciplina o la ciencia; como aquellos que tienen que ver con la elección del género literario en que expresarse. En lo que respecta a esa “denominación” (de algún modo aspira a ser Iglesia) que se conoce como Cubanología, la elección de algún tipo de “género notarial” implica una pretensión de servicio. Y el desacomodo con esto no viene de que la servidumbre sea una actitud ajena a la historia de la ciencia: lo que sucede es que la servidumbre es ajena al Ideal o “deber ser” de la ciencia.
Existe un gran abanico de opciones dentro del “género notarial” para hacer Cubanología: el acta, el reporte, el inventario, el informe (con su epifenómeno de “recomendaciones”), entre otras. Abilio Estévez tiene un Inventario secreto de La Habana y Eliseo A. Diego un Informe contra mí mismo: ¿No habrán pensado o aceptado esos títulos como Cubanólogos y no como novelistas? Antes que por la técnica o el objeto, estos sub-géneros notariales dependen de quien hace y paga el encargo. Es decir, de un cliente ante el que el escritor o intelectual es un contratista. Frente a “la orden” del usuario que “pide” el sociólogo (o el Cubanólogo) debe determinar las cuotas de objetividad o subjetividad que requiere el trabajo (el pedido). En no pocas ocasiones he considerado como un documento arquetípico para estudiar estas relaciones el folleto La condición postmoderna: informe sobre el saber (“La condition postmoderne: rapport sur le savoir”, 1979), que como su propio título indica es un “informe” que el Consejo Superior de Universidades de Quebec le solicitara al profesor Jean-François Lyotard para hacerse una idea del lugar del “saber discursivo” por la época; y seguramente a partir de ahí tomar algún tipo de decisión presupuestaria o administrativa. Incluyendo, claro está, al pago al “team Lyotard” por entregar el “reporte” o “informe” solicitado.
Esto lo recordaba en Octubre de 2011 al comentar el informe “La diáspora cubana en el siglo XXI”, producido por el Instituto de Investigaciones Cubanas (CRI) de la Universidad Internacional de la Florida (Miami Dade County) con una Comisión formada por legendarias figuras de la Cubanología como Uva de Aragón, Juan Antonio Blanco, Jorge Duany, Carmelo Mesa Lago, entre otros. Equipo que en una de sus presentaciones implicó también al Arzobispo de Miami Thomas Wenski, a Mons. Agustín Román y a Orlando Márquez, Director de la Revista Palabra Nueva de la Archidiócesis de La Habana, traído desde la isla con el fin de magnificar la puesta en aula.
En aquel octubre de 2011 anotaba que el llamado informe “La diáspora cubana en el siglo XXI” era altruista porque restituía en la actualidad del juego de los estudios sobre Cuba a profesores que estaban en proceso de retiro (Aragón, Mesa) o un tanto desarticulados del medio natural donde lograron cierta relevancia (Blanco), pero le faltaba importancia práctica, utilidad. En primer lugar porque era vox populi que el gobierno cubano ya tenía discutido y redactado su Proyecto de Ley de Actualización Migratoria (el entonces Presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, había ido más allá de la insinuación en este punto); y en segundo porque como “informe” el texto “La diáspora cubana en el siglo XXI” carecía de un elemento esencial: Nadie lo había solicitado. De modo que a diferencia de La condición postmoderna: informe sobre el saber  del “team Lyotard”, que como dijimos fue un “reporte” facturado para un consumidor preciso (El Consejo Superior de Universidades de Quebec), el documento del CRI-FIU era, en el mejor de los casos, un costoso ejercicio de vanidad. Y en el peor, un reincidir en la bochornosa actitud de la intelectualidad cubana (y ahora sabemos que cubanoamericana también) acostumbrada a pretender al poder. Debo acotar que aunque participó en el “marketing” del citado documento o “ponencia”, no referí al profesor Jorge Domínguez porque como Politólogo y especialista en Gobernación es natural que trate de situarse cerca del objeto. Pero esta circunstancia disciplinar concierne por excepción (en el gremio profesoral cubanoamericano) al profesor Domínguez y quizás también al profesor Eusebio Mujal pero probablemente a nadie más, porque la mayoría de los docentes cubanos y cubanoamericanos en EEUU trabajan en áreas que no requieren un acercamiento profesional a los gobiernos. Un especialista en “Espejo de paciencia” o “Fresa y Chocolate” puede aspirar a cenar con Obama o Díaz-Canel, pero no porque eso sea relevante para su asignatura.
Para confirmar que el coqueteo del intelectual cubano con el poder político es ya un reflejo codificado y no un accidente, la prensa notició recientemente por testimonio de los académicos “oficialistas/revolucionarios” Milagros Martínez y Carlos Alzugaray que se ha montado un informe con unas dos decenas de recomendaciones a los gobiernos de Cuba y los EEUU para que estos mejoren relaciones entre sí. Como en el caso anterior de la comisión CRI-FIU, demostrando que hay un sector intelectual que comparte hábitos independientemente de la posición política que defiendan en el eje Castrismo-Anti Castrismo, el informe de Alzugaray-Martínez tampoco ha sido solicitado por nadie. Se les hacen fútiles recomendaciones a gobiernos (“La idea es hacer llegar a los dos gobiernos estas recomendaciones”, dicen Alzugaray y Martínez a la agencia de noticias Prensa Latina) que están en conversaciones constantes, que comparten Oficinas de Intereses en sus respectivas capitales, solo por vanidad académica. Un objetivo legítimo pero en este caso vergonzante, porque no se declara en lo que es y se disfraza de agente de “lo Real” para justificarse.
No es un elogio ni tampoco una crítica: Cubanólogos como Carlos Alzugaray, Haroldo Dilla, Milagros Martínez, Juan Antonio Blanco, etc., independientemente de que estén a favor o en contra del castrismo (lo peor de la Cubanología no es la politización), forman parte de una escuela no-universitaria y no-académica que se sitúa en el envés del “ideal” que cataliza la ciencia clásica y la “universitas”. Si el ideal científico se hace en el mito de que la política es una actividad que obstruye la búsqueda de la verdad, esa escuela  Cubanólogica (Ñico López, CEA, ISRI, Escuela Inter Armas, ITM, etc.) está hecha en un presupuesto inverso: Mientras en las bases del saber puro hay una fascinación por la Realidad que incita a su conocimiento, en el saber aplicado rige un desacomodo que busca el cambio y, finalmente, la destrucción de lo Real.
-NOTA: Dada la extensión de este apunte no fue posible considerar en detalle el proyecto de “Informe Alzugaray-Martínez”. Hay un trabajo de Miguel Lozano, Vicepresidente de la agencia de noticias Prensa Latina, que contiene notable información: Primera Parte & Segunda Parte del material de Lozano.
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-ILUSTRACION: “El Milagroso Informe de Carlos”: por Alen Lauzán

1 comentario:

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