Algunos se anuncian por internet. Y pagan impuestos al Estado. Otros funcionan por la izquierda. De cualquier manera crecen como flores por La Habana.
Todos radican en casas particulares. Los precios varían entre uno y tres CUC con derecho a una bolsa de rositas de maíz y un refresco. También venden helados y cervezas, ron, vodka y whisky para los adultos.
Hay tandas para niños, adolescentes y jóvenes. Y sesiones solo para mayores con películas de terror o violencia. Estos cines 3D privados tienen una amplia colección de filmes en tercera dimensión.
Avatar o Tintín, ahora mismo provocan furor entre los pequeños. En la barriada de La Víbora ya existen varios cines 3D. Uno de ellos está situado en una casa a un costado de la otrora escuela primaria Pedro María, hoy un ruinoso cascarón derruido.
Asisten tantos niños, jóvenes y adultos que Roinel, el dueño, hace las reservaciones con días de antelación. La vivienda posee climatización y un pequeño bar de madera y metal. Alrededor de veinte sillas plásticas amarillas y blancas, cuatro amplios sofás y tres banquetas de patas altas.
En una de las tandas del último sábado, el improvisado cine en tercera dimensión estaba a reventar. Cada sesión dura dos horas. "Es tremenda la acogida que ha tenido el 3D. Es una experiencia única y a la gente le está encantando. En un día tengo hasta cinco tandas a casa llena", cuenta Roinel.
Tiene 40 gafas polarizadas. Una formidable pantalla plana de 60 pulgadas y un proyector especial para filmes en tercera dimensión. Cuando se le pregunta a Roinel por las ganancias responde con una sonrisa. "Estoy ganando bastante dinero", dice sin dar cifras. El Estado verde olivo, dueño del 90% de las empresas en Cuba, ya mira con ojo de águila al nuevo negocio de cines 3D particulares.
La primera exhibición pública auspiciada por el ICAIC se efectuó en la provincia de Camagüey, a poco más de 500 kilómetros al este de La Habana, durante un evento de crítica cinematográfica, el pasado mes de marzo. "Fue más simbólica que otra cosa, porque solo teníamos 20 gafas, pero a los efectos históricos sí debe quedar como la primera exhibición en un espacio público por parte del Estado", contó a la agencia española EFE el crítico de cine Juan Antonio García Borrero.
Según funcionarios del ICAIC, el organismo estudia la posibilidad de adaptar una pequeña sala en su sede de la calle 23 y 12, Vedado, para proyecciones en tercera dimensión. Como siempre sucede, van a la zaga de la creatividad mostrada por los trabajadores por cuenta propia.
El equipamiento de estos cines 3D particulares llega a la Isla gracias a parientes radicados al sur de La Florida o cubanos casados con extranjeros. Aunque ahora esté causando entusiasmo el cine 3D, este tipo de experiencia no es novedosa en Cuba. "En los años 50, en varias salas de La Habana se exhibieron películas con la técnica de 3D anáglifo, rojo y cian. Lo nuevo ahora son las gafas polarizadas", cuenta un cinéfilo capitalino.
De acuerdo a datos oficiales, Cuba cuenta con poco más de 300 salas cinematográficas, con formato de 16 y 35 mm. La mayoría fueron edificadas antes de la revolución. En la actualidad, los cines que funcionan presentan fuertes deterioros y no poseen el equipamiento tecnológico para dar el salto al 3D. Otros han desaparecido o transformados en escuelas de malabaristas, teatros de compañías mediocres y almacenes de objetos ociosos.
Una entrada al cine es muy barata en la Isla: dos pesos (diez centavos de dólar). Ya hablar de comodidad es otra cosa. Se pueden contar con los dedos de una mano las salas climatizadas, acomodadoras con linternas y baños higiénicos.
Aquellos tiempos de matinés infantiles en el viejo cine del barrio, donde los niños veían por vez primera a Chaplin y las comedias del Gordo y el Flaco, han quedado atrás. Esa magia de una sala oscura y una pantalla grande ha empezado a ser sustituida por los nuevos cines privados en 3D que proliferan en La Habana. La diferencia radica en que la experiencia bien le puede costar a una familia el salario de una quincena de trabajo.
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